》Capitulo cuatro《

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"[...] Eres la mujer
Alrededor de la cual
Se extiende la inmensa marea
De los comportamientos válidos
De los comportamientos punibles
Anegada por los milenios
Imprimida tu médula.

El amor deberá comenzar en tu vientre
El amor deberá tocar fin en ti.
Eres la mujer que se desdobla y recuerda.
La que traspasa el umbral
La que  desea elevar
Sobre la inercia las preguntas adecuadas [...]"

María Ramos

La maternidad es un concepto que no puedo comprender del todo ahora, teniendo en cuenta mis circunstancias.

Excepto que signifique la calidez que siento en mi vientre justo ahora mismo y la determinación que sentí en el momento que el doctor dijo que me mantendrían con vida hasta que él o ella nazciera.

Y me siento preparada. Sin dudas, ese bebé es la razón por la cual aún continúo acá. Ahora lo comprendo.

Sin embargo, no puedo dejar de preguntarme si mi antigua yo alguna vez se planteó ser madre, si era su deseo al momento del accidente o, si siquiera, sabía que estaba embarazada. ¿Qué pensaría ahora? ¿Estaría de acuerdo en continuar con su vida mecánicamente hasta que su hijo nazca? ¿Se negaría? Estaría en todo su derecho, de todos modos.

Al no tener memoria de mi vida pasada, todos estos interrogantes me confunden aún más. Quisiera conectarme conmigo misma y tener la respuesta. Pero, aunque pudiera hacerlo, esa decisión depende de otra persona ahora.

- Comprenda, Nora – Exclama el doctor a una mujer totalmente en estado de shock – que este es un dilema ético profesional muy trillado.

El hombre parece sentir algo de empatía por la mujer que lleva un peso tan importante sobre su espalda. Toma asiento a su lado, y tomando sus manos continúa su explicación:

- No podemos apelar a la autonomía de la paciente, por obvios motivos, por eso necesito el consentimiento informado de alguien más. Y usted, ahora, se encuentra en calidad de su tutora legal.

- Alguien más… - Balbucea ella, aún con su mirada ausente.

Noto como el hombre se impacienta al mirar su reloj y ver que esto tiene para rato.

- Si usted nos dá la autorización… seguiremos adelante con el embarazo – Insiste él.

Mi madre no contesta.

- Y lamento ser inoportuno, pero… la decisión debe ser tomada… cuánto antes.

Mi madre solo mira mi rostro invadido por múltiples cables que me mantienen con vida. Una vida apagándose poco a poco.

Toma nuevamente mi mano y la sostiene con fuerza.

Percibo en su pecho el dolor y la indecisión en su mirada. Es muy dificil decidir sobre alguien más y sé que se está esforzando en encontrar la respuesta a una pregunta que nunca en su vida imaginó hacerse.

Y si a mi me preguntara, aunque no recuerde nada de mi vida, diría que sí. De alguna forma sé que volví para darle vida a alguien más. Y ese ¿No es el acto de amor mas puro que puedo hacer antes de irme para siempre?

Y de repente sucede lo impensado: por un instante puedo sentir la mano de mi madre sobre la mía. Tambien su calor y la fuerza con la que me aferra. Mi mano aprieta la suya casi imperceptiblemente, pero lo suficiente para que ella lo note. Abre sus ojos de para en par y observa mi cuerpo con sorpresa. Eso la saca de su letargo.

Se recompone rápidamente y se limpia las lágrimas para enfrentarse a la mirada impaciente del doctor. Por alguna razón que se me escapa, no le comenta lo sucedido, sino que exclama:

- Mi hija es muy fuerte… ella va a salir de esto. Asi que no se preocupe doctor, acá nadie va a tener que decidir nada.

Sonrío con orgullo y el doctor frunce el seño.

Abre su boca para hablar pero es interrumpido de inmediato por un breve golpe en la puerta. Mi madre se levanta de su asiento y lo despide con un gesto respetuoso pero serio. Al irse el doctor, algo decepcionado por la ambigua respuesta de mi madre, otro hombre ingresa al cuarto.

También lo reconozco. Su rostro me es muy muy familiar.

- Hola Felipe – Saluda mi mamá distraída.

Vuelve a sentarse en su lugar y me toma de la mano. Me extraña no poder sentirla otra vez.

- ¿Pasó algo, Nora? - Pregunta él.

- No… - Miente.

- La veo pálida… ¿Pasó algo con Camila?

Camila. Ese es mi nombre…

- No… sigue igual.

- ¿Segura?

- Si, querido… solo estoy un poco cansada…

- Mire que puedo quedarme yo en su lugar. ¿No sería mejor..

Felipe continúa hablando pero ya no lo oigo. No puedo. Porque algo más captura mi atención. Siento lo mismo que antes, cuando abandoné mi preciado lugar debido a esos latidos que esperaban por mí.

Pero ahora, es otro estímulo el que percibo. Es dificil de explicar… es una atracción tan fuerte que no puedo evitar. Es como una vibración que resuena conmigo y que estoy obligada a encontrar su procedencia.

Me dirijo hacia fuera de la habitación, abandonando mi cuerpo. Aunque existe un conexión muy fuerte con él, no puedo evitar alejarme. Y odio la sensación que me provoca hacerlo.

Sin embargo, el llamado insiste y no puedo negarme.

Salgo de la habitación hacia la sala de espera, en busca de aquello que anhelo sin siquiera saber qué es. Me encuentro entre muchos rostros insignificantes pero ninguno parece ser el dueño de aquella vibración que percibo en todo mi ser. En cada rincón.

De repente, en un instante, el mundo se congela. A unos cuántos asientos lejos de mi, veo aquel rostro que estaba buscando sin saberlo y que no pudo vencer el olvido.

Aquellos ojos color cielo y esa sonrisa que me regaló mi memoria anteriormente de pronto tienen corporeidad.

Él voltea su rostro hacia mi y, por un microsegundo, nuestras miradas conectan.

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Bandera Blanca Al Corazón [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora