》Capitulo seis《

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Se acercó y me dio la mano.
De todas aquellas manos, la suya 
era la única que transmitía la vida.

- Mario Benedetti -

Percibo sus dedos acariciando mis manos con tanta nitidez que parece real. ¿Lo es? ¿Lo fue?

Estamos acostados sobre un sofá mirando una pelicula. Él me rodea con sus brazos mientras yo apoyo mi cabeza sobre sus rodillas. Él esta ensimismado en la pantalla y yo solo me limito a observar sus gestos cuando algo inesperado sucede en ella. Por alguna razón, me fascina hacerlo.

Por momentos, él me mira de reojo y sonríe. Siento una calidez extraordinaria en el pecho cada vez que lo hace, como una opresión que no me ahoga. Todo lo contrario. Me da vida.

- ¿Alguna vez pensaste en casarte o algo? – Pregunta de pronto.

Su pregunta me toma desprevenida.

- No… sinceramente no – Contesto.

¿Pensar en casarme a los 23 años? Ni loca.

Él esboza una media sonrisa.

- Me imaginaba esa respuesta. ¿Nunca en la vida pensás hacerlo?

- No sé… más adelante quizá… con la persona indicada seguramente… ni lo pensaría.

- Entonces… - Replica él con una sonrisa pícara – prometeme que en un futuro ni lo vas a pensar… porque ya encontraste a la persona indicada.

Luego me da un suave beso en los labios.

Llevo mis manos ahí donde segundos antes estaban los suyos

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Llevo mis manos ahí donde segundos antes estaban los suyos. Parecía tan real mi ensoñación… ¿O es un recuerdo?

Regreso al presente mientras el joven cierra con cuidado la puerta detrás de nosotros y Felipe se queda del lado de afuera.

Siento como su corazón late con prisa y su rostro empalidece a mi lado. Se queda unos instantes de espaldas a mi cuerpo postrado en la cama, aún sosteniendo el picaporte de la puerta con fuerza, sin poder animarse a voltear y verme.

Tiene miedo. Está aterrado en realidad.

- No seas cobarde – Susurra para sí a la vez que apoya su cabeza en la puerta.

Cierra sus ojos con fuerza a la vez que su pecho sube y baja con rapidez. Advierto que el aire no llega con facilidad a sus pulmones.

La habitación está en silencio excepto por los pitidos constantes de la máquina que controla los ritmos de mi corazón y el respirador, que mantiene mis pulmones en marcha, subiendo y bajando mi tórax mecánicamente. Tengo la inexplicable sensación de que esto ya pasó: un dejavú. Yo estuve aquí, en una habitación como ésta. Pero no era yo quien moría.

El joven abre sus ojos de golpe y se obliga a si mismo a voltear. Un gimoteo ahogado se escapa de su garganta al verme. Uno esperaría que, luego de su reacción hace instantes, se quede paralizado en su lugar, pero no. El hecho de verme hace que tome fuerzas y se apresura a acercarse hasta mi cuerpo, arrodillándose junto a mi cama.

Las lágrimas desbordan de sus ojos y apoya su frente sobre mi mano que descansa al costado de mi cuerpo. Me observa por un momento, registrando cada cicatriz y golpe en mi rostro y brazos. Luego susurra con voz apenas audible:

- Perdón mi amor.

Y ahora puedo verlo. Su dolor soy yo. Su vida ahora es miserable por mi causa.

Me arrodillo junto a él y apoyo mi cabeza en su hombro mientras él cierra sus ojos con fuerza sobre mi mano. Me gustaría decirle que estoy bien. Que no se preocupe por mi. Que todo estará bien. Que estaremos bien.

Nos quedamos un rato en la misma posición, y yo casi puedo sentir la misma paz y armonía que experimenté en Mi Lugar. Me gustaría poder decir lo mismo de él, pero no. Su tormento es más grande ahora que vio los destrozos en mi cuerpo. De pronto, levanta su cabeza y me observa con detenimiento. Acaricia la enorme cicatriz en mi cabeza y frunce los labios.

- Hubiese querido que… todo sea diferente – Murmura.

Baja sus dedos suavemente hasta mi mejilla y yo puedo sentir aquel cosquilleo. Sonrío ante su contacto a la vez que mi cuerpo hace una pequeña mueca con los labios. El joven frunce su seño, sorprendido ante mi gesto.

- ¡Apurate Benjamín! – Exclama Felipe al entrar – En cualquier momento llega Nora.

Cierra nuevamente la puerta y volvemos a quedar solos.

Benjamín.

Él es mi Benjamín.

Ahora puedo recordar todo de él.

Nuestra vida juntos. Con idas y vueltas. Encuentros y desencuentros. Pero con un amor imposible de olvidar. Ahora comprendo todo.

¿Cómo iba a ser capaz de abandonarlo?

Una sensación extraña pero hermosa se instala en la boca de mi estómago. Es como si estuviera en la punta de la montaña más alta, tocando el cielo con las manos.

Benjamín parpadea, aún sorprendido, y me observa sin poder creérselo. Luego sonríe ampliamente y me da un beso en los labios.

Llevo mis dedos hacia ellos, disfrutando aquella sensación… ni en mi cielo personal hubiera experimentado tal éxtasis.

Rápidamente busca en su bolsillo del pantalón, sacando de él un anillo plateado. Lo besa y luego lo coloca con cuidado en mi dedo anular.

- Ya nos vamos a volver a ver, hermosa – Susurra en mi oído.

Me aferro a su promesa como si de ello dependiera mi vida y lo observo mientras se levanta y camina hacia la puerta. Antes de irse, me dedica una última mirada y puedo ver como su semblante ahora está iluminado. Renovado.

Porque ahora tiene algo que antes ni por asomo imaginó tener.

Esperanza.

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Bandera Blanca Al Corazón [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora