Entrèe

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Acto VI: Entrèe

Parte 2: Del color del infierno.






La mirada cristalina de Lyssanna Rosier quedó conectada a los penetrantes ojos de su hijo, fríos como ninguno otro que haya visto jamás, y se puso a pensar que quizás, el infierno no era como las religiones nomag te hacían pensar; ya saben, la caverna llena de azufre y rojas lenguas de fuego bailando y quemándote por la eternidad por tus males cometidos en vida. De hecho para ella, para ella el infierno era azul, era verde, era gris... era hielo, los fríos ojos de su hijo que ahora la miraban con desafío, como si realmente quisiera saber qué excusa daría.

Y ella no tenía absolutamente ninguna, ninguna más que su cobardía y su incapacidad de deja atrás su estilo de vida lujoso por su hijo y el hombre que alguna vez amó.

Su infierno personal era su hijo, William Graham Rosier. Y su mayor pecado había sido abandonarlo.

Ambos se sentaron uno frente al otro, Will en un sofá de de tres plazas, ella en un sillón individual; más cercana a ella su madre permanecía en silencio analítico. El hombre llamó a Dobby, a quien pidió que preparara un servicio de desayuno y solo después llamara al Señor de la casa. Los labios de Vinda Rosier se apretaron en descontento, ella quería hablar con el Conde a solas, no con ése squib presente.

-¿Qué es lo que necesitan de mi esposo?- preguntó, su mirada adquirió un brillo suspicaz y su posición cómoda en el sillón; con las piernas levemente abiertas en comodidad, demostraban su dominación sobre la situación, el lenguaje corporal de alguien quien no teme a quien tiene enfrente, los hilos de las marionetas los controlaba él, sabía que Dobby estaba atento por si todo se le salía de las manos, pero no había nada que éstas brujas pudieran hacerle si no quieren morir en el intento.

Lady Rosier hizo una muy poco disimulada mueca de asco -Nada de tu incumbencia, squib, ésto es algo que no comprenderías- intentó humillarlo la mujer, sin embargo Will le sonrió; todo dientes puntiagudos y depredadores, de reojo notó las siluetas de Hannibal y sus hijos ingresando muy discretamente a la sala.

-¡Oh! ¿Que no me incumbe? Generalmente todo lo que pasa con mi esposo, o mis hijos me incumbe, porque ellos son lo más importante, claro,éso definitivamente es un rasgo que heredé de mi padre, ya que al parecer ustedes no comprenden el concepto de familia- golpe bajo, Lyssanna, quien desvió la mirada, sintió pequeñas lágrimas deslizándose por las esquinas de sus ojos.

-Mano meilė (mi amor)- la voz del Conde Lecter resonó en la habitación y ambas mujeres dieron un salto del susto -Dobby me informó sobre las visitas, Buenos días- saludó el hombre ataviado en pantalones de pijama de seda negra, mocasines de casa, un sueter de cachemira y una bata color sangre, le sonrió a su esposo con cariño, y la excitación lo recorrió con un latigazo casi doloroso al verlo, sereno frente a esas intrusas pero desplegando un poder inimaginable, sus ojos astutos brillaron brevemente en diversión antes de volver a dirigir su mirada a las mujeres.

-Cariño, Lady Rosier y su hija han venido a visitarnos- habló con tranquilidad Will, el rubio levanto una de sus casi invisibles cejas y se sentó a su lado, su mirada roja paseándose sobre las invitadas con curiosidad.

Sentados ahí, juntos, tanto Hannibal como Will se veían como la epítome del poder bestial y depredador. Imponentes aún en simples pijamas, sus ojos brillantes de algo salvaje. Un silencio tenso se alzó mientras Dobby colocaba unas bandejas con tazas de café y un par de galletas de vainilla hechas por el propio elfo que no quiso molestar a sus amos; nadie tomó ninguna.

-Ya que técnicamente somos familia- comenzó Lady Rosier tras ver que nadie abriría la boca, a lo que ambos varones levantaron una ceja casi al mismo tiempo casi indignados, pero demasiado divertidos como para matarlas en ése mismo instante -Deberíamos hablar del legado y las arcas familiares- un rayo verde impactó en el florero que se hallaba en un estante a centímetros de su cabeza, la varita de Lyssanna salió de su manga y se levantó, con un rostro triste pero determinada a proteger a su madre.

MetamorfosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora