Mírame ↳ Enji Todoroki

VIII.

Título: Rabia.
Palabras: 646 / Drabble.

A (Nombre) le había encantado ese día, no solo porque la misión había salido bien y la sonrisa deslumbrante en su rostro —que ya le acalambraba las mejillas— lo confirmaba. Luego de una entretenida conversación con los dos retoños de su amado, algunos cariñitos cuando se quedaron solos y una deliciosa comida casera preparada por la albina se disponía a marcharse, después de asegurarse que el pelirrojo testarudo se fuera a dormir ya que al siguiente le esperaba una jornada laboral pesada. O eso era lo que planeó, de no ser por Natsuo quien la detuvo antes de que cruzara el umbral y la observaba con una expresión que ciertamente no supo como identificar.

Fuyumi había sido muy linda al regalarle unas galletas para llevar y se despidió en cuanto dobló hacia el pasillo, dispuesta a obligarle al mayor que se bebiera el té verde para un mejor descanso. Eso significó que el silencio predominaba y también le producía inquietud, el muchacho parecía perturbado.

—¿Qué es lo que pretendes? —cuestionó alzando una ceja, él nunca se comportaba de esa manera pero ahí estaba, al borde una crisis nerviosa.

La heroína palideció, agrandando los ojos cuando se percató de la turbación del menor, a quién se le rompió el corazón. De todas las mujeres que existían en el mundo, su padre tenía una relación con la única que le cautivó meramente de vista, no se imaginaba si la conocía a profundidad.

—Humm, perdón pero no sé a que te refieres, yo...

—¿Qué es lo que quieres del viejo? Porque para nadie es un secreto que es un insensible de mierda, odioso, soberbio —de sus labios brotaba puro veneno que se confundía con las palabras, repentinamente el rencor no detenía su fluidez— y no creo que sea dinero o fama, están casi a la par. Entonces...

—Ya he escuchado lo suficiente —cortó la de melena teñida, el ceño se le fruncía en una mueca enojada y hasta cierto se sentía insultada, no entendía de donde venía ese vómito verbal.

El joven escapó de ese extraño trance, recuperando la escasa calma y neutralidad que permanecía en su sistema cuando vio como la susodicha tomaba el picaporte, viéndolo de reojo encima de su hombro con un sentimiento que describió como algo cercano al desprecio.

—Que sean el tiempo y mis acciones los que te respondan esa insolente pregunta que me acabas de hacer, porque no gastaré mis energías en decirte palabras banales que fácilmente puedes malinterpretar o ser llevadas por el viento —sentenció Shio, su voz era fuerte y clara como la de un juez que dicta su veredicto sin miramientos.

Era cierto que la sangre le hervía del coraje, porque en ningún momento accionó de manera que ellos —sus hijos— pudieran interpretar como que solo se encontraba a su lado por mero interés y que levantaran calumnias sobre ella le sacaba fuera de sí.

—Yo, lo siento, no era mi intención —dijo para sí mismo, el arrepentimiento cayendo sobre sus hombros.

Sin embargo, ya era demasiado tarde, la fémina de penetrantes ojos no volvió atrás y tragó grueso el nudo en su garganta que le impedía respirar. Necesitaba serenarse, ordenar sus engorrosos pensamientos y tomar decisiones, cuando estuviese en sus cabales hablaría con Enji al respecto.

—No puedo creer que en serio tengan esa opinión sobre mí —murmuró a la nada.

No conforme con el cúmulo espinoso que yacía en el centro de su pecho, las gotas de lluvia empezaron a deslizar sin treguas sobre el pavimento y la empapó de pies a cabeza aunque ni siquiera se inmutaba por la frialdad del agua. Por un lado deseaba que la tierra se abriera y la tragara, mientras que el otro le gritaba que no abandonara el sueño que estaba viviendo junto al de orbes hermosos. A pesar de que eso significara enfrentarse al mundo entero.