IV.

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Título: Vestigios.
Palabras: 870.


Parpadeó cansada, al paso que seguía probablemente su cerebro se desactivaría en cualquier momento y comenzaría a disociar, tomando en cuenta que llevaba horas sentada frente a los folios y ya de por si veía doble, pero parecía que los informes ac...

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Parpadeó cansada, al paso que seguía probablemente su cerebro se desactivaría en cualquier momento y comenzaría a disociar, tomando en cuenta que llevaba horas sentada frente a los folios y ya de por si veía doble, pero parecía que los informes acumulados no se acabarían nunca. Por cosas como esas odiaba que Endeavor la tuviese ahí encerrada, en esas cuatro paredes, excusándose de mil maneras con el flojo pretexto de que debía supervisar los debidos procedimientos legales —al haberse graduado con honores de jurista— y darle las instrucciones a los torpes pasantes que pensaban que la vida real era tan increíble como las películas... claro, hasta que llegaba ella con su cara de "muéranse" y les advertía de las posibles amonestaciones que tendrían si intentaban copiar la indulgencia de Hawks.

Se amarró el cabello violeta en una coleta, levantándose a buscar un café bien cargado que pudiera hacerla espabilar y no mandar todo a la mierda. Sin embargo, cuando se restregó los ojos y vio los dígitos verdes del reloj, casi pega el grito al cielo. Consideró seriamente demandar al pelirrojo por explotación laboral.

—Precioso y sexy mandón abusivo, espero que tengas una pesadilla ésta noche —refunfuñó, retractándose de su decisión de permanecer en la oficina, se largaría de ahí y dormiría el tiempo suficiente para borrar los vestigios de amargura de su faz.

—¿Así que te parezco un jefe malo y sexy? —preguntó una voz profunda a sus espaldas, haciéndola temblar de pies a cabeza como una hoja.

(Nombre) maldijo entredientes, sin duda comenzaba a creer que su suerte se había marchado de vacaciones y ahora le tocaba enfrentar la vergonzosa situación—. Puede ser.

—Ah, así que te gusta dejar en suspenso ¿no? —interrogó nuevamente, una sonrisa burlona adornando su rostro tallado por los ángeles.

Demonios, tenía que admitir lo hermoso que lucía aún con la cicatriz surcando la piel tersa y rosada. Ese hombre le mataría de un gustazo un día de esos si continuaba jugando con su escasa cordura.

—¿A qué se refiere exactamente con eso?

Él rió, acercándose a ella y la acorraló contra el archivero que tenía detrás. No le permitiría escapar, así que no habría nada en el mundo que la librara del bombardeo de cuestiones que soltaría, ya que si seguía dominado por la incertidumbre el corazón le estallaría e incendiaría la casa del imbécil que estaba enamorado de su chica.

—Escuché que alguien te está pretendiendo, ¿que hay de cierto en eso? —la oración sonó más patética de lo que imaginó, llevándose una mano para despeinarse las hebras rojizas y controlar las flamas que empezaban a manifestarse.

La fémina se sonrojó, no se hacía una idea de como Enji se enteró del muchacho que le estaba cortejando aunque ella no le daba ni los buenos días por su chocante personalidad y ni mencionar lo fastidioso que podía ser insistiéndole que aceptara sus invitaciones. Tragó grueso, observando el semblante tranquilo pero serio que el de orbes turquesas no tardó en mostrar, verdaderamente no se le ocurría algo coherente que responderle sin sonar como una estúpida.

—¿No piensas contestarme? —agregó el mayor, agarrándole la mano y pegándola a su anatomía como el baile que compartieron en la gala anterior.

—Ehm, mira, yo no le debo explicaciones de mi vida personal —aclaró la de ojos obsidiana, sin titubear ni un instante— y sabes que a mí no me va eso de hacerme la damisela en apuros, por lo que al notar que era demasiado acosador le dije que me dejara en paz o le pondría una orden de restricción.

Él asintió, como si estuviese reflexionando en las palabras que su adorada señorita le expresó sin amedentrarse o sentirse intimidada por la intensidad de sus irises brillantes, esa era uno de los detalles que más le encantaban de la muchacha y era la valentía que resplandecía en su personalidad. Mientras que el silencio reinaba, le acarició las mejillas, delineando sus labios con el dedo pulgar y tirando de el hacia abajo.

—Nunca he llegado a creer que no seas capaz de lidicar con ese tipo de situaciones, sin embargo, me hubiese gustado que me lo contaras porque estamos en confianza —aseguró, apretándola contra su torso en un abrazo que le paró la respiración por unos instantes.

—Señor, usted desde el principio marcó bastante bien los límites y no creo que sea correcto que yo...

Se vio interrumpida cuando Enji colocó su dedo índice sobre los provocativos labiales pintados de vino, pidiéndole que le diera la oportunidad de expresarse libremente sin miedo a quedar como un tonto. Las ventanas de su alma irradiaban añoranza, sentimientos tan maravillosos que abrumaron a la joven y permaneció enmudecida, absorta en la magia del momento.

—Cruzamos esos límites cuando te pedí que bailaras conmigo esa noche —susurró, como quien revela un íntimo secreto— y honestamente, deseaba besarte para que supieras todo lo que no me atrevía a confesar.

—¿Y cuándo lo harás, Enji? —murmuró ella, en un hilo de voz débil.

El mencionado le sujetó de las mejillas, rozando sus narices en besos esquimales y se deleitó captando el embriagante perfume de la susodicha, jamás olvidaría esa fragancia a frambuesas y crema.

—Empezaré justo ahora, lo prometo.

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Mírame ↳ Enji Todoroki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora