XXII.

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Escenario.
Palabras: 645
Aviso: Disfruten la hermosa multimedia.

Era uno de esos días de verano en los que el sol parecía una estrella de fuego con el único propósito de hacerlos arder, las amapolas florecían entre los matorrales del jardín y una casi imperceptible brisa mecía las cortinas de la cocina, donde t...

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Era uno de esos días de verano en los que el sol parecía una estrella de fuego con el único propósito de hacerlos arder, las amapolas florecían entre los matorrales del jardín y una casi imperceptible brisa mecía las cortinas de la cocina, donde tú observaban el cielo pintado de un celeste tan bonito como lo describían tus libros de poesía. Te quitaste el delantal rosa, limpiando las manchas en el mesón y guardaste los helados caseros que habías hecho para la familia Todoroki.

A ellos parecía no afectarles ese abrasador calor, no era para menos, Shoto compartía ambas particularidades que en ese instante resultaban una bendición,  a Natsuo y Fuyumi tampoco le afectaban pero Enji, él ni se inmutaba a pesar de que los rayos ultravioletas estuviesen penetrando su sonrojada tez. Quizás podía atribuirse por la habilidad que tenía, por lo que era inconcebible que le molestase cuando realmente él era una antorcha humana que incendiada con vehemente intensidad. Sin embargo, eso no significara que tú soportaras la elevada temperatura, solo tenías tu poder que ni siquiera era útil en ese momento y por eso decidiste preparar una merienda que al menos los refrescara a todos... Aunque, secretamente, deseabas que el más pequeño hiciera caer una capa de nieve sobre la vivienda.

— ¿Estás bromeando? —cuestionó Endeavor, su ceño estaba fruncido como muchas veces lo habías visto, por lo que giraste sobre tus talones para observarlo y contuviste una risa traviesa.

— ¿Qué se supone que tienes encima? —interrogaste, las manos apoyadas en tu cintura mientras te acercabas y sonreías.

—Me desperté y lo primero que encuentro, es que estoy cubierto de huevos como si fuese una maldita estufa —bramó, por como se enrojeció más su semblante percibiste que las flamas aumentaron.

—Está bien, no voy a fingir que desconocía la jugarreta

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—Está bien, no voy a fingir que desconocía la jugarreta. Pero me pidieron que no dijera nada porque dejaría de ser divertido —aclaraste, acariciando las mejillas ajenas y depositando suaves besos en su mandíbula afilada.

—Es como si tuviera otra niña en casa.

— ¿Ah sí? ¿Ahora soy una muchachita? —alzaste una ceja, cambiando la expresión de tu rostro por una más sosegada.

El pelirrojo titubeó, cayendo en cuenta de lo que había salido de sus labios como vómito verbal. No le gustaba que te sintieras afligida por el abismo que solían marcar entre ustedes como pareja, porque el tiempo había transcurrido veloz y agitador cual vendaval, sin llevarse los comentarios fuera de lugar sobre lo absurdo de su relación por ese detalle. Sí, a lo mejor comenzaste a ignorarlos cuando leías los tweets donde te llamaban rompehogares y robamaridos, pero eso no conseguía contratacar lo mucho que le incomodaba. Para rematar, sus días rojos se acercaban y empezaba a asaltarla la sensibilidad.

—Sabes muy bien que quiero decir, no me refería a eso —murmuró, carraspeando su garganta y la boca se le secó cuando dibujaste el contorno de su cuello con una de tus uñas pintadas de amarillo.

— ¿Estás seguro? ¿No hay nada que me quieras decir? —la suela del tacón resonó contra la cerámica, tus ojos brillaban como los de un felino que acechaba a su víctima.

—Sí, de verdad. Así deja de mirarme como si te fueras a lanzar sobre mí en cualquier minuto —replicó, rascándose la nuca—. No te queda ese papel.

—Ah, pero bien que te gusta —susurraste, bajando tu timbre de voz, rosando los finos labiales del varón con los tuyos en un sugerente gesto—. Tus pupilas se dilataron y la piel se te erizó.

Enji Todoroki percibió la oleada de calidez que surcó desde la parte baja de su vientre hacia los pectorales descubiertos cuando pusiste tus palmas sobre ellos, acariciando en círculos la deliciosa piel expuesta, tragando grueso al sentir como era traicionado por las sensaciones de su propio cuerpo. A veces, se daba el lujo de someterse ante tu lado dominante que lo enloquecía y fascinaba.

 A veces, se daba el lujo de someterse ante tu lado dominante que lo enloquecía y fascinaba

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Mírame ↳ Enji Todoroki Donde viven las historias. Descúbrelo ahora