51. Reencuentros

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Dos meses antes

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Dos meses antes

China, 2019

Vera

—¿Gerardo?

Escuché como expulsó el aire lentamente y su respiración se volvió inconstante. Un escalofrío me recorrió el cuerpo, cada vello se erizó en ese preciso instante. Era él.

Es él.

Tomé aire y apreté mis labios en una línea, tratando de calmar mi respiración y las ganas de llorar. Me apoyé por completo en el sofá y dejé caer la cabeza hacia atrás. Cerré los ojos, esperando a que él dijera algo. Yo no lo iba a presionar.

Y es que durante mucho tiempo soñé con el momento en que él aparecía de la nada y me explicaba lo sucedido o me dijera lo arrepentido que estaba.

El silencio se extendió, sin embargo, entendí que era parte del proceso de hablar con quien fue el amor de tu juventud después de tantos años. Era normal que las palabras las tuviéramos atoradas en la garganta. Había tanto que decir, que ni yo sabía por donde comenzar.

—Disculpa por llamarte así, pero estoy...—exhaló, y noté el temblor en su voz. Sonreí levemente por el recuerdo, porque así mismo se ponía cuando éramos adolescentes y quería decirme cuánto me amaba.

Mi corazón bombeaba.

—¿Cómo estás? —pregunté, susurrando.

—Estoy... bien, impactado. Vera... te busqué tanto que temo despertar y que todo sea una mentira. Yo... ¿cómo...cómo estás tú?

Solté una risita nerviosa. Era extraño tenerlo al otro lado del teléfono. Los recuerdos del bosque —nuestro bosque— me atacaban sin piedad.

—Bien. Estaba pensando lo mismo. ¿Son treinta años ya?

—Treinta años. Y mis hijos son más inteligentes que yo, ni con los investigadores privados te pude encontrar.

—Al parecer me oculté bien —murmuré, algo avergonzada—. Isla me contó lo que hicieron. ¿Te enteraste que ella hizo todo para que me fuera a trabajar a China? Aunque aún no sé muy bien cómo lo logró. —Negué con la cabeza, aún incrédula de lo astuta e irresponsable que era Isla.

Gerardo soltó una carcajada, lo que fue como un alivio para mi corazón. La conversación fluía a pesar de todo.

—No, eso no lo sabía —Rio. —Isla... —repitió—, ¿eso es por...?

Me encogí en el sofá.

—Sí. Bueno...nosotros no llegamos a una Isla, pero yo tuve una.

Las imágenes de nosotros a los diecisiete años seguían revoloteando en mi cabeza: nuestras reuniones en el bosque, él dibujando, yo escribiendo, o cómo planeábamos nuestro futuro. Los ojos se me llenaron de lágrimas. No sabía qué había sucedido con él, ni por qué me rompió el corazón de esa forma; aunque de pronto ya nada de eso me importaba tanto, porque yo lo había amado durante años y no quería seguir así.

Estaba escrito - [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora