27. Una trampa

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Carum, 2019

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Carum, 2019

Isla

¿Cómo se atreve a hablarme así?

Dios. Estoy en shock.

-No es lo que piensas -dije, como si la situación requiriera esa frase cliché. Me levanté de golpe, sacando de encima el brazo de Gabriel -que por cierto no fue para nada fácil, la presencia de Gaspar me hizo perder toda la fuerza de mis extremidades- y caminé hacia él, con las piernas como lana.

Él con una mueca de desagrado, dio un paso atrás, a lo que yo reaccioné con frenar todos mis movimientos. Me rodeó y avanzó hacia el costado de la cama donde dormía su hermano. Se inclinó para moverlo enérgicamente.

¿Acaso había alguna opción de que él me creyera?

Miré de reojo la escena porque no quería enfrentarme muy bien a la situación.

Sí, Gabriel Fonseca en mi cama y con el torso descubierto.

Y unos segundos atrás: abrazándome.

Respira hondo.

-Sí, si nadie lo sabrá. Nadie sabrá de nuestro beso -murmuró Gabriel, apenas Gaspar lo movió-. Nadie puede saber.

Ahogué un grito de impresión.

Oh, my god.

¿Les ha pasado que no saben si reír o llorar? Me llevé las manos a la boca y me quedé tiesa.

¿Qué se supone que tenía que decir? ¿Que no refería al beso entre él y yo, sino entre él y Aarón? No, tampoco tenía intenciones de matar a Gabriel de un infarto después de que casi colapsó con su ataque de pánico.

Sin embargo, quizás debería haberlo dicho, después de todo no tenía por qué perjudicarme yo. Pero no me atreví y me quedé con todas las explicaciones atoradas en la punta de la lengua.

Puse mi mano en mi pecho y en el intento de decir algo balbuceé algo inentendible.

¿Te has metido con cada uno de los hermanos? Sus palabras retumbaron en mi mente.

Bueno, sí. Aunque no de la forma en que él pensaba.

La mano de Gaspar quedó en el aire, suspendida a centímetros del cuerpo de Gabriel. Su mandíbula se tensó, y tragó saliva. No me miró, aunque sentí una ola de odio viniendo hacia mí desde su perfecta anatomía. Volvió a mecerlo, más fuerte que antes.

-No sé de que habla -resolví por decir al fin. Si mis palabras produjeron algo, no lo sé. Su expresión no cambió absolutamente nada.

Y nuevamente sentí que lo perdía sin nunca haberlo tenido. Y no solo eso, sino que me había ganado su odio y desprecio. Me dolía el pecho y el corazón teniéndolo tan cerca, y sin poder tocarlo. Sin atreverme a decirle que me gustaba.

Estaba escrito - [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora