CAPÍTULO 2

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Despierta.

La habitación estaba en penumbra emocional. Nadie hablaba. Nadie hacía absolutamente nada. Nodoka estaba parada enfrente de la ventana, viendo al viento mecer las copas de los árboles. A su lado estaba Kasumi con una expresión de resignación impensable en ese rostro comúnmente bondadoso. Las dos miraban de reojo a Ranma, que permanecía siempre en la misma posición: sentado sobre la silla colocada al lado de la cama, sosteniendo la mano de Akane y sin dejar de mirarla.

-Hijo, debes comer ¿Bajamos a la cafetería?—preguntó Nodoka acercándose a él y poniendo una mano sobre su hombro.

-Gracias mamá. Me quedo aquí—respondió, con una voz vacía. Sin emociones.

-¿Te traemos algo?

Se encogió de hombros.

-como deseen—no despegó su mirada de Akane.

Kasumi no dijo nada y ambas mujeres salieron dejando solos a los prometidos. Llevaban así ya un mes.

Mientras caminaban en el pasillo Nodoka finalmente lloró, estaba desesperada por ver a su hijo tan absorto en un mundo ajeno. Deprimido, sin vida alguna. Era casi como si hubiese muerto al creer muerta a Akane. Si seguía vivo era porque el coma daba la probabilidad de que su prometida despertara. Y nadie ignoraba que si Akane moría, Ranma le seguiría.

Eso había dejado muy tristes a Shampoo y Ukyo. Si alguna duda cabía en ambas, quedó disipada al notar todo el amor que Ranma le tenía a su prometida; a leguas se veía que el chico esperaba pacientemente a que su amada regresara con él. Comprendieron que solo podían esperar una amistad por parte de él, nada más. Y aceptaron la situación.

De hecho, en muchas ocasiones visitaban a la chica. Pero todo seguía igual.

Los doctores habían declarado casi nula la posibilidad de que Akane despertara. Y si lo hacía de seguro sería con secuelas. Habían explicado que Akane quedó en medio de los automóviles y ambos la golpearon. Su cabeza se estrelló fuertemente contra el asfalto y casi se fracturó el cráneo; tuvo además dos costillas rotas, la pierna desgarrada, la pelvis fisurada y la clavícula igual. Con las semanas, esas heridas ya habían sanado, salvo el golpe en la cabeza que le provocó el paro cardíaco y coma.

La familia Tendo se la pasaba casi siempre en el hospital, rezando en algún templo, o recibiendo amigos que les daban condolencias. Para casi toda Nerima, pasadas dos semanas del coma, Akane estaba ya muerta. Y es que médicamente era así.

La chica vivía gracias a respiradores artificiales y muchos más aparatos que hacían las funciones de sus órganos. Su cerebro seguía vivo de milagro y los médicos esperaban que pronto tuviera muerte cerebral. Pero eso no llegaba. Y el corazón latía desesperado como si luchara por mantenerse en vida.

Dos meses pasaron. Y el milagro comenzó a operar. Uno a uno los aparatos fueron cediendo. Y pronto Akane fue autónoma en lo que a su cuerpo refería. Sin tantas agujas y tubos conectados a su organismo, más que la sonda a su corazón, era como ver a una mujer dormida. Que despertaría en cualquier momento, pero no era así.

-¿Y cómo sigue?—preguntó Ukyo un día, dejando sobre la mesita un Okonomiyaki especial, como cada día que iba a verla. Al lado de la cajita estaba un tazón lleno de tallarines algo fríos, de seguro Shampoo los había traído.

Ranma era el único en la habitación y apenas la miró de reojo antes de contestar.

-Todo igual—le dijo.

Ukyo asintió y se puso al lado de Akane. Había un lindo florero en el buró donde Ranma dejaba todos los días una rosa blanca, con la esperanza de que la primera visión de Akane fuera ese ramo al despertar.

Ranma 1/2: La Última VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora