Hola, terminaremos con esta historia ya que ha tenido buena aceptación y aprovechando la situación en la que vivimos que haciendo un paréntesis les pido por favor que se cuiden, hay que hacer y tomar todas las precauciones para evitar contagios para nosotros y los nuestros; en fin primero Dios saldremos de ésta.
Aquí les dejo los últimos capítulos de ésta adaptación.
Capítulo 25
Katniss no quería quedarse en Boston y correr el riesgo de que Peeta la encontrara. Atravesó las calles elegantes de Beacon Hill y se dirigió hacia el sur. Ignoraba cuánto tiempo tardaría en encontrar trabajo y ahorrar el dinero que necesitaba para comprar un pasaje hacia Londres, pero, dado que se avecinaba el invierno, imaginaba que una chica criada en Martinica sobreviviría mejor en un clima menos severo. Sobre todo, una chica que, de momento, no tenía dónde vivir.
Así pues, vestida como un muchacho y con la bolsa de lona terciada al hombro, siguió la línea de la costa hacia el sur e intentó no pensar en Peeta, ni en su corazón roto. Por el contrario, se entretuvo con recuerdos de su infancia en Martinica y del amor y la alegría que había compartido allí con su familia.
Siguió las carreteras principales toda la noche, manteniendo el mar siempre a su izquierda, pero, cuando rayó el alba, decidió que sería mejor que nadie la viera, por si acaso Peeta estaba tan furioso que había mandado a alguien en su busca. Era imposible saber qué haría. Quizá la acusara de robo o de cometer cualquier otro delito con el solo propósito de tenerla bajo su control.
Cuando hacía unas millas que había dejado atrás la ciudad, encontró junto a un riachuelo un edificio de piedra abandonado que parecía haber sido antaño un molino. Comió unas manzanas que había encontrado por el camino, se acurrucó sobre un montón de sacos raídos, se envolvió con la manta de lana que le había buscado Myra y se sumió en un sopor exhausto y sin sueños.
Cuando despertó, agarrotada pero descansada, dentro del viejo molino empezaban a alargarse las sombras. Comió otra manzana y media rebanada del pan de la señora Porter, recogió sus escuálidas posesiones y se preparó para partir de nuevo. Estaba poniéndose la chaqueta de lana que uno de los mozos de cuadras de Peeta le había dado cuando oyó que algo se movía fuera.
Se quedó paralizada. No se asustaba fácilmente, pero era peligroso que una mujer viajara sola y lo sabía. Sólo confiaba en que su sentido del peligro y un poco de suerte la mantuvieran a salvo.
Oyó de nuevo aquel ruido. Algo se rozaba contra la puerta parcialmente cerrada que colgaba, torcida, de sus goznes de hierro. Contuvo el aliento. Había alguien allí fuera, pero, ¿quién era? Quizás otro viajero que buscaba un lugar seguro donde refugiarse.
Fuera reinaba otra vez el silencio y ella exhaló lentamente. Su corazón latía a toda prisa. Oyó de nuevo un chasquido y luego un sonido extraño, casi un gemido. Cuando un hocico negro y húmedo apareció por una rendija de la puerta, ella rompió a reír. El perro asomó la cabeza por la puerta y la miró inquisitivamente.
Katniss se rió otra vez y se agachó.
—Hola, chico —dijo, extendiendo la mano.
El perro, pequeño, marrón y blanco, entró por el hueco de la puerta meneando la cola. Cuando estaba cerca de ella, se detuvo y la miró con cautela. Estaba flaco y perdido... como ella.
Katniss sonrió, metió la mano en su bolsa y sacó la otra mitad de la rebanada de pan que había guardado para el día siguiente. El perro se acercó enseguida, moviendo la cola alegremente, y ella rió cuando le quitó el pan de la mano y lo engulló. Cuando hubo lamido hasta la última migaja de su mano, la miró con expectación.
ESTÁS LEYENDO
Ojos de Plata
Historical FictionKatniss Everdeen está empecinada en ser reconocida como hija legítima del conde de Wessex y así defender el honor de su madre, lo que no sabe es que el conde actual Peeta Mellark conde de Wessex puede concederle lo que Katniss tanto desea, sin embar...