—Armand, mon chèr, ¿está despierto? —preguntó Tarasai, sentándose al borde de la cama. Al ver que no contestaba, tomó a su hijo, que dormía en sus brazos, y lo puso sobre la cama, junto a su padre. Luego se inclinó para subir la llama de la lámpara de aceite.
Era plena noche y Tarasai se había levantado para dar de mamar al niño. Como siempre, había ido a ver cómo estaba Armand antes de volver a dormirse. Él había tenido un día de grandes emociones entre la llegada de la carta anunciando la boda de Katniss y el hallazgo del registro parroquial que demostraba la ascendencia de su hijastra, y la posterior llegada de su abogado, a quien había hecho llamar inmediatamente. Tarasai había intentado convencerlo de que, cualquier asunto que tuviera con el abogado, podía esperar hasta el día siguiente, pero Armand no había querido escucharla. El abogado había permanecido horas encerrado en la alcoba con él, y después Armand le había parecido más cansado que de costumbre cuando ella fue a decirle buenas noches.
—¿Mon amour? —el bebé hacía leves ruidos, dormido—. ¿Armand? —el corazón le aleteó en el pecho cuando se inclinó sobre él y acercó la lámpara.
Armand yacía de espaldas, con la sábana pulcramente colocada sobre el pecho. Tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos y Tarasai comprendió, incluso antes de comprobar si respiraba, que no sentiría su aliento.
—Non —musitó con los ojos llenos de lágrimas mientras tomaba su mano fría y se la llevaba a los labios—. Non, Armand. Aún no.
Apoyó la cabeza sobre su pecho. Las lágrimas corrían por sus mejillas. Esa noche, cuando lo había ayudado a acostarse, Armand le había parecido feliz. Su cara reflejaba la alegría que sentía porque su Katniss estuviera a salvo y fuera amada. Había tomado a su hijito en brazos y le había besado los dedos diminutos, diciendo lo fuerte que iba a ser cuando fuera mayor y lo buen terrateniente que sería. Tarasai había prestado poca atención a lo que decía y había insistido en que le diera al niño y se metiera en la cama. Él parecía mucho más fuerte que durante las semanas anteriores. ¿Cómo podía sencillamente haberse tumbado y haber muerto?
Tarasai tomó a su hijo en brazos y lo acercó a su pecho. Apartó la fina tela de su camisón y el bebé comenzó a mamar.
—Mi Armand —murmuró mientras contemplaba su bello rostro—. Ni siquiera te he dicho que te quería —pero sabía que Armand era consciente de ello—, Au revoir, mon amour —susurró, sonriéndole entre lágrimas—. Au revoir y gracias, Armand mío. Gracias por mi hijo.
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Ojos de Plata
Historical FictionKatniss Everdeen está empecinada en ser reconocida como hija legítima del conde de Wessex y así defender el honor de su madre, lo que no sabe es que el conde actual Peeta Mellark conde de Wessex puede concederle lo que Katniss tanto desea, sin embar...