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Al entrar en sus habitaciones, Effie encontró a Rue sentada en una silla del salón, mirando por la ventana.

—Qué sorpresa —dijo con una sonrisa al tiempo que dejaba en el suelo, junto a la puerta, dos paquetes envueltos en papel marrón—. ¿Avena está aquí? —no oyó los pasos de la doncella al cerrar la puerta. Avena solía ser más diligente con sus deberes.

—Le dije que podía tomarse la tarde libre. Para hacer los preparativos para la boda —Rue hizo girar los ojos.

Effie se quitó los guantes amarillos y el sombrero.

—Me alegro por ella. Su sastre y ella hacen muy buena pareja. Supe que ese chico merecía la pena cuando le dijo que no le interesaba su pasado.

Effie se acercó a la ventana y se inclinó para dar un beso en la mejilla a Rue.

—¿A qué debo el honor de tu visita? Hace siglos que no vienes a verme. Parece que Haymitch y yo sólo te vemos en las fiestas.

Rue se volvió para mirar de nuevo por la ventana, se apoyó en el alféizar y descansó la barbilla sobre la mano.

—No puedo creer que llevemos ya casi un año en Londres. Parece que salimos de Martinica hace sólo unas semanas —hablaba en tono extrañamente reflexivo.

—Pareces una anciana —rió Effie—. Las chicas de tu edad suelen pensar que un año es una eternidad —Effie miró por la ventana y vio carruajes que pasaban, comerciantes que vendían en la calle huevos frescos y panes de jengibre, hombres y mujeres que iban y venían con prisas, llevando sus mercancías. Era el primer día caluroso de la primavera y parecía como si todo Londres hubiera salido a la calle a recibirla. Effie miró a Rue y le acarició el pelo negro.

—Hoy estás muy pensativa, ma fille. ¿Ocurre algo?

Rue suspiró sin apartar la mirada de la ventana.

—¿De veras crees que Katniss está bien? Estoy muy preocupada por ella desde su última carta. Creía de veras que se quedaría con ese americano, que se casaría con él y tendría hijos.

Effie se sentó frente a ella.

—Creo que está bien.

—Casi no nos ha contado nada. Sólo sabemos que está en Nueva York, en alguna parte, y que ya no está con Peeta. No es propio de ella andarse con tantos secretos. Debe saber que estamos preocupadas, y es raro en ella que prolongue esta situación.

Effie se encogió de hombros.

—Es evidente que, entre lord Wessex y ella, las cosas no salieron como esperaba. Sospecho que necesitaba pasar sola el invierno, para lamerse las heridas y recuperarse.

—¡Pero estamos en abril! Ya no es invierno —Rue se volvió para mirarla y Effie se dio cuenta de que su ahijada estaba realmente angustiada, lo cual era muy poco propio de ella—. ¿Y si está sin blanca y no puede volver a Londres? —continuó Rue—. ¿Qué será de ella? Creo que deberíamos escribir al señor Mellark y averiguar dónde está en Nueva York.

—No puedes hacer eso —dijo Effie en tono cortante.

—¿Por qué no? Alguien tiene que hacer algo —Rue puso los brazos en jarras—. Tú estás tan ocupada haciendo monerías con el señor Abernathy que has abandonado por completo tus responsabilidades como guardiana de Katniss —dejó escapar un gemido de sorpresa y se tapó la boca, horrorizada por haber dicho aquello. Desvió la mirada con los ojos llenos de lágrimas.

Ojos de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora