Capítulo 3.

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Maya.

Una vez llegamos al McDonald y Dylan me pide una ensalada con pollo y una cajita feliz para Alan, observamos como el pequeño mira los demás niños jugar con las atracciones. Este tiene su cabeza apoyada en el respalda de la silla y mueve sus pies al ritmo de la música del local.

Para ser un niño de casi cuatro años, Alan tenía un gusto particular por la música. Será porque Dylan y yo desde pequeño lo habíamos puesto a escuchar de todo un poco, pero su cantante favorito era Elvis, se volvía loco.

Reviso mis correos mientras escucho a Dylan hablar por teléfono, creo que con una chica. Ruedo los ojos cuando lo escucho reír coquetamente. La ultima vez que tenia esa sonrisa, nueve meses después apareció Alan.

Leo los mensajes rápidamente, notificaciones de suscripciones, promociones de tiendas que compraba, citas de control de Alan, etc. Ninguna propuesta de trabajo, bufo.

Me había graduado hace un año y aún no conseguía trabajo. Tampoco es como si el arte diera mucho dinero, pero había decidido que si iba a graduarme era en algo que me gustara y no por el factor monetario. Pero la realidad es que si no tuviera a mi mejor amigo en mi vida, probablemente moriría de hambre.

La cajera grita el número de nuestro pedido y Dylan se para rápidamente a buscarlo. Se ve extraño con su traje súper caro en un lugar como este, reviso mi manera de vestir y me siento fuera de lugar a su lado; tengo unos pantalones anchos, zapatillas y una camisa de tiras la cual dejaba ver muy poco mi escote. Tampoco es como si tuviese uno.

El castaño mayor pone la bandeja sobre la mesa y Alan se gira a esperar que le sirvamos.

– Deberíamos dejar de comer aquí, solo te estamos haciendo más rico.

Dylan se ríe. – Prácticamente, como gratis Maya. Pago con el dinero que gano de aquí, ¿no es grandioso?

Ruedo los ojos y nos dedicamos a comer.

(...)

Termino de colocar la peluca rosada en mi cabello y bufo. Parecía una muñeca de chicle, pero suponía que este era mi disfraz. La fiesta de cumpleaños de Alan era de una temática de el espacio, por lo que Dylan sugirió que nos disfrazáramos de alienígenas; por eso mi cabello es rosado, mis labios azules, el rostro lo tengo repleto de brillantina y mi vestido es plateado con unas botas a juego. Mamá había llegado hace poco con las gemelas, entonces me había ayudado a vestir a Alan, el cual era un astronauta.  Al principio mi madre había enloquecido con la idea de que el hijo de otra me llamara mamá, y que todo esto era muy retorcido. Afortunadamente Shawn había intervenido y le había recordado que nuestra situación no iba muy lejos, él me había adoptado como su hija y yo le quería como un padre. La sangre no importaba.

Bufo cuando siento como mi brazo hace un sonido nada agradable al intentar subir la cremallera de mi vestido. Me asomo por la ventana y veo a mi familia en el patio, recibiendo a los invitados.

Salgo de mi habitación y entro a la de Dylan, observo su disfraz aún en su cama.

– ¿Dylan?

– ¡Estoy en el baño! –responde en un grito.

– ¡Necesito que me subas la cremallera!

Se queda callado unos minutos, por lo que insisto.

– ¡Dylan!

– ¡Maya, estoy haciendo el número dos! ¡No jodas!

Chillo y me miro en el espejo de cuerpo completo de su habitación e intento nuevamente cerrar el vestido por mi cuenta.

Long GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora