Maya.
Una vez Dylan sale del baño, se acerca de nuevo a mi.
– ¿Que haces aquí? – pregunta mientras se sienta a mi lado en la cama, yo me encuentro con mis piernas debajo de mi cuerpo, miro sus manos entrelazadas en mi regazo.
– Hace casi cinco años, te acercaste a mi el primer día de clases y desde ese día no hay un día en vida en el que tu no estés. Tus bromas estupidas pasaron de irritarme a hacerme sonreír, tu amistad ha sido una de las pocas en mi vida que he hecho bien.
– Pues, gracias por valorarme como amigo. –se encoje de hombros.
– Dylan, tu dejaste de ser mi amigo hace mucho. –me acerco a él– amo todo de ti, enserio. Cuando no estoy contigo pienso en que estarás haciendo, y si veo alguna mujer acercarse a ti siento que me da algo.
Alzó mi rostro y veo que solo me mira, callado. – Hace unas horas me preguntaste algo, antes de que te conteste quiero que tu lo hagas.
Se ríe amargamente. – Maya, hasta un ciego se hubiese dado cuenta. –se acerca un poco más a mi– Te amo, Maya Hart.
Sonrío y tomo su rostro. – Te amo, Dylan Sprayberry.
Lo beso suavemente y el me corresponde.
– No sabes la paz que me trae escuchar que me amas, ¿puedes repetirlo?
Asiento. – Te amo, Dylan.
Una sonrisa boba se forma en sus labios. – Dilo de nuevo.
Ruedo los ojos, paso una mano por su cabello y beso sus labios nuevamente.
– Te amo.
Se ríe y me da un beso en la nariz. – Yo también te amo. –pone una mano en mi estomago– A ti también, pequeño.
Ahora es mi turno de reír.
– No hay nada ahí. –su sonrisa se borra– Solo quería quitarme a Alan de encima.
– Maya, eres terrible.
(...)
dos años después.
– ¡Papa! –grita Alan detrás de la puerta. –¡llegaré tarde a la práctica!
Dylan se deja caer a mi costado y suspira.
– Ya ni coger podemos, que estupida vida.
Me río y tomo su mano, besando el anillo que reposa sobre esta.
– Aún tenemos la noche, no te preocupes.
Se acomoda sobre su codo y me mira.
– Maya, ayer te quedaste dormida.
– ¡Estabas demorando mucho!
– ¿ Asique la culpa es mía ahora porque quería hacer todo más lento?
– Ya no estamos en edad de hacer las cosas lentas, Sprayberry.
Se acerca a mi y me besa. – Amo cuando dices mi apellido, me da una ereccion.
Ruedo los ojos y me levanto de la cama, acomodando mi ropa. – Vamos, hay que llevar a los niños a la práctica.
– Recuérdame, ¿ porque siempre tenemos que llevar a Adrien a todos lados?
– No seas pesado.
Acomodo mi cabello mientras bajamos las escaleras, Alan está con los brazos cruzados mientras que Adrien se encuentra comiendo una manzana.
– Voy tarde. –Dylan rueda los ojos y toma la mochila de ambos niños.
– Entonces deja de hablar y sube al carro.
A medida que Alan iba creciendo, se iba volviendo más maduro y rebelde. Adrien por otro lado era mas pacifico, pero callado. No hablaba a menos de que tú le hablases primero, y siempre te daba una mirada fría.
Una vez llegamos a la escuela de fútbol americano para niños, Alan y su amigo van corriendo hacia el entrenador.
Dylan y yo nos sentamos en las gradas, observamos toda la práctica. Saco mi teléfono para tomarle una foto a mi hijo, cuando escucho unas risas femeninas. Dylan habla con unas madres, estas le sonríen coquetamente.
– Mi hijo es el que tiene el número siete en la camiseta –dice mi chico– le costó demasiado dominar esa técnica.
– ¿Tu también jugabas de pequeño? –pregunta una estupida pelirroja y el asiente.
– También jugué un poco de baloncesto.
Ruedo los ojos cuando veo como las pequeñas zorras siguen buscando conversación. Una vez el entrenamiento termina, me pongo de pies y Dylan me imita.
– Fue bueno hablarles, pero mi esposa y yo debemos irnos.
Toma mi mano y bajamos las gradas, mi humor no es para agradable. Por lo que en todo el camino solo me dedico a comer la hamburguesa que compramos para llevar.
Cuando llegamos a la casa, Dylan acompaña a Adrien a su casa junto a Alan y este se queda un rato con él.
– Ahora por que tienes esa cara.–ruedo los ojos y el se ríe. – Quien lo diría, Maya Hart es una celosa.
– Tu eres peor que yo, no digas nada.
Se acerca a mi y me abraza, estamos apoyados en la arena de la cocina.
– ¿Tienes ganas de darme amor? –niego con la cabeza.– ¿Por qué no?
– Tengo nauseas. –hago un puchero.
– Mm... tu siempre tienes nauseas, Mayie.
Ruedo los ojos. – Pero hoy más.
– Deberías decirle a tu ginecólogo que te cambie esas mierdas de pastillas, en los dos años que llevas tomándolas te las has pasado con nauseas.
– Lo sé, según el controlan más mis hormonas.
– Pues yo las odio, ya van más de siete veces que me ilusiono pensando que estás embarazada y solo son tus pastillas.
Me río. – ¿Enserio me quieres embarazada?
– Por supuesto, cielo. –me da un beso– Considero que deberías dejar de tomar las pastillas y que empecemos a crear ese bebé. Claro, si tú quieres.
Finjo pensarlo y luego de un rato hablo.
– ¿Quieres comenzar a intentarlo ya?
Sonríe y me sigue hasta la habitación.
– Me gusta cuando nos sintonizamos, amor. No fue un error escogerte como esposa y portadora de mis espermatozoides.
Me detengo y le propino un golpe en el brazo. – Eres un cerdo.
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Long Game
FanficCuatro años después de que Josh había abandonado a Maya sin razón aparente, la rubia está dispuesta a rehacer su vida con alguien más. Las cosas cambian cuando Joshua vuelve a la ciudad de New York y se encuentra con un chico dispuesto a luchar por...