Capítulo 6.

4K 190 18
                                    

Dylan.

Veo la pequeña falda de mi secretaria y frunzo el ceño. ¿Enserio llevaba una falda que apenas cubría sus prendas?

Esta al notar que la miro, se ruboriza y se acerca mas a mi. – Señor Sprayberry, ¿me esta escuchando?

Deposito mi mirada en sus ojos y chasqueo la lengua. – Te estoy escuchando. –me levanto de mi silla giratoria, sumamente costosa que se suponía que debía ayudarme con mis problemas de espalda, y me apoyo en mi escritorio. – Lo que estoy pensando, y quizá por eso me notas tan distraído, es en un tu falda.

Una sonrisa pícara aparece en sus labios y comienza a enrollar su cabello negro con su dedo. – ¿Que tiene mi falda? ¿Hay algún problema con ella?

Me río roncamente, y noto como Sophia muerde sus labios. – Por supuesto qué hay un problema. Verás, si mañana tu falda no viene a un tamaño apropiado no te molestes en presentarte más en la empresa. – todo gesto de coquetería se borra de su cuerpo y se endereza. – ¿Entendido?

– Si, señor Sprayberry. Con su permiso.

Sophia deja mi oficina y tomo mi teléfono de mi escritorio mientras me siento sobre este. Entro a mi aplicación de mensajería y veo el último mensaje que Maya me ha enviado.

Maya: he estado toda la mañana vomitando. te odio.

Sonrío y tecleo mi respuesta.

Dylan: nadie te mando a hacerme cocinar. perdóname por intoxicarte, cielo.

Maya: no te perdono.

Río y guardó mi teléfono, dejándola en visto. Cosa que se que le molestaría, pero tenia una reunion en quince minutos y aún no había ni almorzado. Aunque mi familia sea propietario de la mayoría de las acciones de la marca McDonalds, no nos dedicábamos solo a ella. Poseíamos varias franquicias alimentarias, y pronto entraríamos a las compañías farmacéuticas. A diferencia de mi padre, yo dejaría que Alan decida lo que quiera estudiar, sin reprocharle nada. Para ser sinceros, yo estaba estudiando algo quería sin embargo llego el momento donde la universidad solo era una manera de desafiar a mi padre y un ser dependía de mi, por lo que no podía perder mi tiempo.

La reunión pasa lentamente, para cuando llegó a casa el sol está a una hora de ocultarse. Las puertas corredizas que dan hacia el pequeño jardín que tenemos están abiertas y escucho pequeñas voces infantiles, frunzo el ceño y me dirijo hacia allá.

Noto a Alan jugar con un niño de su misma edad supongo, su cabello es rubio y sus ojos demasiado claros. Maya se encuentra observándolos desde el pequeño juego de mesa que tenemos y cuando me ve, sonríe.

– Hola, bombón. –saluda, me acerco a ella y la beso.

– Hola, cielo.

Quito el saco y lo tiro en la mesa, tomó una silla y me coloco a su lado. – ¿Quién es ese niño?

No soy mal educado como para no saludar a un niño, pero Alan no se abre fácilmente con otros niños por lo que al verlo divertirse con el rubio, no he querido intervenir.

– Ese es Adrien, el hijo de los vecinos. –la observo como teclea en su teléfono y frunzo el ceño.

– ¿Como el de la caricatura que veía hace años?

– Si. –La observo unos minutos, esperando que agregue algo más. Sin embargo esta continúa usando su teléfono y chilla una vez se lo arrebató. – ¡Dylan!

Miro la pantalla el cual tiene un círculo con colores y una serie de opciones que no entiendo; ¿flujo?

¿Que demonios es eso?

Maya luego de golpear mi nariz, logra quitarme el aparato. – No tomes mis cosas así.

– ¿Que es ese círculo?

Rueda los ojos y responde. – Es una app que mide tu ciclo menstrual. Estaba poniendo un recordatorio para tomar mis pastillas.

Frunzo el ceño. ¿Hace una semana estaba enojada porque pensaba que no quería hijos con ella y ahora toma anticonceptivos?

– ¿Que te hizo cambiar de opinión?

– No quiero otro hijo. No aún.

Me quedo callado, porque se que es un tema del que no quiere hablar. Fijo mi mirada en su atuendo y sonrío, es una camiseta mía y a juego un pequeño short de tela. Les doy una mirada a los niños y al notar que no prestan atención, decido qué es hora de jugar.

Deslizó mi mano por su pierna, pero Maya sigue con el jodido aparato que no le toma importancia, subo mi mano está que mis dedos se topa con su ropa interior. Mi novia, ah sí ya éramos novios, deja el teléfono en la mesa y me mira.

– ¿Que intentas Sprayberry? –alza una ceja.

– Déjate llevar, Hart.

Aun sin quitar su expresión incriminatoria, continuo mi camino y toco su centro. No esta lo mojada que yo necesito, asique empiezo mi ataque.

A medida que pasan los minutos, noto como los pezones de Maya comienzan a marcarse a través de mi camiseta blanca y sonrío. Mis dedos entran con mas facilidad, debido a mi buen trabajo. Cuando suelta un pequeño gemido, saco mis dedos y ella me mira mal.

– ¿Por qué siempre haces eso?

– Necesito metértelo, vamos adentro.

Miramos a los niños nuevamente y estos no parecen notar nuestra calentura, una vez adentro cerramos un poco la puerta y nos dirigimos a la cocina, que no está visible al jardín.

Maya se sube sobre la barra después de bajar sus prendas inferiores y yo la imito, busco un condón en mi pantalón porque asumo que aún no podemos confiarnos en las pastillas, mientras nos besamos entro en ella.

Mi chica besa mi cuello mientras yo me aferro a sus caderas, en la estancia solo se escuchan sonidos no aptos para niños. Con una mano, muevo su rostro para que vuelva a mis labios y le doy uno de esos besos que sé que la vuelven loca. Tomo su cabello que está en un trenza desordenada y jalo de esta, haciendo que su boca se abra mientras aprovecho y tomo su labio inferior con mis dientes.

– Maya... –susurro mientras aumento el ritmo, sé que no aguantaré mucho. No mientras veo sus senos moverse de esa manera.

– Lo sé, no demoro bebé. – la bajo del mostrador y salgo de ella, esta da la vuelta y la penetro nuevamente. Es una sincronía perfecta, mientras yo empujo ella siempre viene a recibirme. Noto como su mano se mueve hacia su centro y ella misma se estimula. Eso solo logra volverme loco, salgo nuevamente y Maya bufa. Saco mi condón y esta niega.

– Te compró la pastilla, pero no me quites esto. – me acerco a su oreja y comienzo a chuparla, noto como su cuerpo se eriza.

– Cárgame.

Obedezco y nos estrellamos contra el refrigerador provocando a algunos imanes y un dibujo de Alan, caigan a nuestro alrededor. Entro de nuevo en ella, ambos gemimos. Sin demora retomo mi ritmo y cuando estoy a punto de venirme Maya comienza a gemir y decir cosas incoherentes. Me derramo dentro de ella mientras la beso.

– Tu si que sabes volver a una chica loca, Dylan.

– Mi chica siempre debe estar loca por mi.

Ambos sonreímos y procedemos a vestirnos. Justo cuando esto subiendo la bragueta de mis pantalones de vestir, Alan y su amigo aparecen.

– Mami, ¿podemos llevar a Adrien a su casa?

Observo a Maya, la cual asiente y los sigue. Una sonrisa maliciosa aparece en mis labios cuando noto que le tiemblan las piernas.

Long GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora