Capítulo 15.

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8 meses después.

Dylan.

– Eres un odioso. –Maya bufa y me río. – Estoy a punto de reventar y aún no se que nombre le pondrás.

– Ya te dije que es sorpresa. – tomó su otro pies. – Será el nombre perfecto.

– Para mi eso es una excusa y aún no sabes que nombre ponerle.

Ruedo los ojos. – Ya lo tengo Maya, te gustará.

Alan bufa nuevamente y Adrien ríe, mi hijo de siete años no podía vencer a su mejor amigo en el videojuego.

– Igual soy mejor que tú en el fútbol. –se defiende Alan.

– Seguro. –responde tranquilamente el rubio. – ¿Quieres jugar de nuevo?

– Sí, pero esta vez jugaremos Mario Kart. –Alan se acerca a la televisión y comienza a buscar el juego.

– Solo te gusta jugar ese porque haces trampa.

– No es cierto. –dice indignado.

– Sí, lo es.

– Que no.

– Que sí.

– Que no.

– Que sí.

– No.

– Sí.

– No.

Maya gruñe y ambos niños se callan.

– Dios, ¿quieren callarse? Alan, te amo pero eres un niño tramposo. Adrien, cariño; tú también haces trampa en Super Smash Bros.

Mi hijo abre la boca y lo apunta. – ¡Lo sabía!

Los niños comienzan a pelear mientras el juego se inicia, solo que esta vez en voz baja.

– Dylan, necesito ir al baño. –me levanto y le doy la mano para ayudarla, una vez esta se encuentra de pie, un líquido se suelta.

– Dime que no rompiste fuente. –la miro y ella abre los ojos alarmada.

– Iugh, mamá se orinó.

– ¡No! – chilla esta.

– Alan, ve a buscar la bolsa que está en nuestra habitación y mis llaves. Tu hermana va a nacer.

El pequeño hace caso y su amigo nos mira alarmados.

– Adrien, ¿tus padres están en casa? –le pregunto y este niega– Bien, irás con nosotros. La mamá de Maya los pasará a buscar al hospital y así podrán jugar con las gemelas.

Maya suelta un gemido de dolor. – Solo tendremos esta bebe y ya, la fábrica se cerrará.

Alan vuelve con lo que le pedí y emprendemos nuestro camino al hospital.

(...)

– Ya llame a tus padres, están en camino.

– Mm-hm. –Maya tiene su rostro rojo y los ojos apretados– Te odio, Sprayberry.

Me río y tomo su mano. – Bien que te gustó.

– Mejor cállate o dejare a mis hijos sin padre. – responde con un tono mortal.

– Bien. Me callo.

dos horas después.

– Siento que el bebé me quiere matar, ese dolor es sobrenatural.

La doctora ríe. – Solo tienes seis centímetros, Maya. Vendré a verte en dos horas, si quieres puedes ponerte a caminar.

Ella asiente.

tres horas después.

– Amor, ¿esta bien? –Maya me da una mirada de muerte. – Esta bien, me callo.

Ella asiente y se apoya a la pared. – Eso seria lo mejor, gracias.

cuatro horas después.

– Esta bebe no quiere salir. –la doctora saca la mano, y se quita los guantes. – Volveré dentro de una hora mas.

– ¡Doctora, espere! –Maya se sienta en la cama, la verdad me duele verla así. Su rostro es de puro dolor y ahora mismo, yo no soy su persona favorita. – ¿No podemos hacer nada mas? ¿No puede sacarla de una buena vez?

– Lo siento, Maya. Las cosas no funcionan así.

Mi esposa se deja caer contra las almohadas y bufa. – Me debes un buen regalo, Sprayberry. Uno sumamente costoso y ridículo.

– Esta bien.

–Cállate, tu voz me fastidia.

seis horas después.

– ¡Por favor! –se queja Maya – si no estoy lista, yo misma agarraré un bisturí y sacaré a este bebé de mi.

La doctora ríe, pero yo sé que ella lo haría.

Le pide que abra las piernas, y comienza a evaluarla. Luego de unos minutos, se quita los guantes con una sonrisa.

– Ya estás lista.

Ambos la miramos con sorpresa.

–¿Qué? –pregunta mi esposa.

– Ya vas a ser mamá. –me río y le doy un beso en la frente– Venga papá, vamos a arreglarte.

Demoro unos diez minutos poniendo la cosa verde en mis pies y cuando estoy listo, vuelvo a la sala. Las piernas de Maya se encuentran más abiertas de lo que yo alguna vez lo he hecho, su cabello se encuentra pegado a su frente y sus rostro esta rojo y sudado. Para mi, nunca ha estado mas hermosa.

– Te odio, Dylan. No es justo que tú estés ahí, sin dolor y yo aquí sintiendo como me parto en dos.

– Si pudiera, cambiaria de lugar contigo sin pensarlo.

– Lo sé.

Luego de una hora más pujando, gritos de odio y dolor por parte de Maya, un mini desmayo de mi parte y direcciones dichas por la doctora. Un grito suena en la sala y sonrío.

– Papá, venga a cortar el cordón.

Le doy un beso a Maya, la cual se encuentra llorando. – Te amo.

Me acerco a la enfermera que me tiende las tijeras y corto el cordon. Apartan a la bebe unos minutos mientras la examinan, la doctora continúa curando a Maya y está solo llora.

Ponen a la bebé en mis brazos, una vez que se aseguran que se aseguran que esta se encuentra bien de salud y se le pongo a Maya en el pecho, esta rompe en llanto, y besa la cabeza llena de sangre y cosas feas de nuestra pequeña llena.

– Hola, bebe hermosa. –no deja de besarla y yo noto como las lagrimas comienzan a salir de mis ojos. – Hola bebe.

– Leah.

Maya me mira confundida. – ¿Ah?

– Su nombre es Leah. –repito– Leah Lee Sprayberry.

La rubia sonríe y observa a nuestra hija.

– Leah... me gusta.

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