Capítulo 4.

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Dylan.

– Nada bueno puede salir de esto.

Bufo y me acerco mas a ella, su espalda choca con la isla de la cocina y esta suelta un gruñido.

– ¿Y qué tal si solo es una noche?

Ella alza la ceja y noto su interés. – ¿Una noche?

– Solo una noche, nadie tiene por qué enterarse. No va a ver sentimientos involucrados, solo dos amigos quitándose la tension sexual qué hay entre ambos.

Hace una mueca y me empuja. – No, Dylan. No podemos, no quiero.

– Bien, como quieras.

Me alejo de ella y subo a mi habitación, aún escuchándome como ella me llama. Me quito la ropa y busco mi teléfono, alguna chica debe estar disponible. Luego de mensajearle a más de cinco chicas, me meto al baño. Ya caería alguna. Tomo una buena ducha fría, de esas que hasta cantas y das un concierto en el baño. Cuando ya he terminado mi primera gira mundial, decido que es hora de salir del agua y entro a mi walking closet, tomo unos jeans ceñidos y una camisa azul, me coloco mis zapatillas y me dirijo a mi habitación a tomar la llave de mi viejo Audi, abro las gavetas que se encuentran en mi mesita de noche y escucho un carraspeo.

– ¿ A donde vas?

Miro hacia la puerta. Maya se encuentra en el umbral, usando esa ridícula albornoz de seda que me vuelve loco.

– A dar una vuelta. No me esperes despierta.

Me dirijo al baño, a buscar mi teléfono. Cuando veo que al menos dos chicas me pedían que fuera a su casa, siento a la rubia detrás de mi.

– ¿Solo una noche, cierto?

Frunzo el ceño y me giro. Noto como lleva sus manos hacia el lazo de la pieza y lo suelta, este cae y veo que debajo de el se escondía dos pequeñas prendas. Ambas de color azul. Azul como el color de sus ojos, como el de los míos. 

Me acerco a ella y al ver que no se aparta, sonrío. – ¿Estas segura?

Ella encoje sus hombros. – Veamos si eres bueno en lo que tanto adulas.

Suelto una risita socarrona y ante de tomar sus labios. – Oh, Maya. Soy muy bueno.

Agarro sus labios, aquellos que he estado deseando hace mucho tiempo. Esta gime y eso solo consigue volverme mas loco. Caminamos de espaldas hasta la habitación, y saco mi camisa rápidamente, Maya me empuja y caigo en la cama. Se sube sobre mi y juro que jamás en mi vida había visto algo tan erotico.  Llevo mis manos al broche de su sostén y lo suelto mientras acaricio su espalda.

– Por mucho que me gustase esa prenda, debe irse.

Maya sonríe y responde.  – Por mucho que me guste que uses pantalones de mujer, te prefiero sin ellos. 

Me río y ella también. Se quita de encima de mi y aprovecho para pararme y quitarme el resto de la ropa. Todo esto lo hago bajo la mirada de Maya, noto como su mirada se oscurece cuando ve mi miembro por primera vez. Me acerco a la cama y esta sin perder el tiempo, agarra mi miembro. Suelto un gruñido cuando siento sus manos frías en este. Comienza un movimiento suave en este, lo cual hace que yo suelte pequeños gemidos. Tampoco me quedo con las ganas y masajeo sus pechos, porque así fuese esta la única vez ; juraba que la iba a disfrutar.

– Acuéstate, por favor.

Hago lo que me pide, y ambos soltamos un gemido cuando esta acomoda en mi amigo, el cual está listo para jugar.

Me acomodo mejor, de manera de mi cara pueda estar cerca de sus pechos y esta comienza a morderse el labio. Aprovecho y muerdo la punta de uno de estos y ella suelta un chillido sensual.

Llevo mi mano hasta sus bragas y noto cómo estás están mojadas.

– ¿Puedo tocarte? – ella asiente y se baja de mi, se acuesta a mi lado y se quita las bragas. Tomo una de sus piernas y la coloco sobre las mias, toco sus pezones y hago un recorrido hasta su centro. Sentir lo húmedo que está solo hace que me caliente aún más, si es que aquello era posible. Paso mis dedos por su clitoris y esta suelta un pequeño gemido. Me acerco a sus labios y beso estos, ella corresponde mis besos y muerdo sus labios cada vez que suelta un sonido. Cuando siento como sus cuerpo empieza a contraerse, me detengo y llevo mis dedos a mi boca, lamiendo el contenido. Maya me da una mirada desaprovatoria.

– Eres un sucio, Sprayberry. –Ruedo los ojos y ella sonríe. – Me debes un orgasmo.

Me subo sobre ella y beso su cuello. – Mayie, te haré gritar mucho. Solo trata de no despertar a Alan.

– Claro, me costará tanto. –se burla y comienza a reírse, ya vería quien se reiría después.

Abro sus piernas, tomándola desprevenida y me hundo en ella. Esta se ahoga en media risa y eso pone una sonrisa en mis labios. Comienzo a moverme lentamente, cierro los ojos mientras escucho como dice cosas sucias en mi oído. Me encantaba. A medida que sus palabras se iban haciendo más candente, mis movimientos lo hacían. Me alejo un poco de ella y subo una pierna en mi hombro mientras bombeo más fuerte, Maya tapa su boca en un intento fallido de contener sus gemidos pero no es solo su problema, yo tampoco sé cómo contenerme.

Le doy instrucciones de que se agarre de mi, y una vez lo hace, camino aun dentro de ella hacia el baño, besándonos en el camino y ella moviéndose como puede. Entramos al baño y abro el grifo para que amortigüe los sonidos, teníamos a un niño en la habitación de al lado. Acomodo a Maya contra la pared y esta aprieta su agarre en mi cadera, al mismo tiempo que sus brazos se aferran de mi cuello. Una vez veo que estamos listos, sigo con mi faena y esta vez si no nos contenemos. Me uno a ella con el hablar sucio, esta muerde mi oreja y eso me lleva al límite. Esto ya parece sacado de una porno para el tiempo en que siento sus paredes contraerse, me dejo ir.

Una vez terminamos y nuestras respiraciones se normalizan, la beso una última vez y la dejo en el suelo.

– Mierda. – suelta y frunzo el ceño.

– ¿Que pasa, Maya?

– No usamos condón.

Mierda.

Long GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora