Capítulo 12.

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Dylan.

Cierro las puertas del carro y corro el asiento del conductor, Maya se sube encima de mi y comienza besarme.

– Ahora mismo, odio a Alan. –dice mientras saca mi camiseta de dormir y gruño cuando pasa sus uñas por mi pecho.

– Y yo te odio a ti, le cumples todos los caprichos. –ataco su cuello y ella gime.

– Se merecían esa pijamada, los padres de Adrien no están en buenos términos.

Me separo de su cuello y la miro. –Tu y yo tampoco estaremos en buenos términos, si no estoy dentro de ti ahora mismo.

Agradezco a que Maya comenzó a usar batas de satin para dormir, esto hacia más fácil mi trabajo. Subo el trozo de tela y recorro sus cadera con mis manos, definiendo su ropa interior. – ¿Llevas tanga?

– Sí. –gruñó y ella sonríe.– Llevo dos días usando tanga.

– ¿Fuiste a trabajar con tanga? –ella asiente, mi rostro se transforma– No me digas que estuviste en ese vestido ajustado, delante de ese poco de viejos lujuriosos en tanga.

Se encoge de hombros. – Es mi trabajo.

– Maya, tu haces tan difícil que yo tenga serenidad mental.

– Ahora mismo no quiero serenidad, ponte como un toro salvaje.

Me hace reír por la manera en que se refiere a mi cuando me encuentro excitado.

– Bien, pero tendremos esta conversación.

– Si, si, si. – responde rápidamente mientras baja mis pantalones como puede.

Una vez que estoy desnudo, ella hace la tanga a un lado y se deja caer sobre mi.

– Oh, santo dios. –suspiro y saco la prende, dejando sus pechos libres. No pierdo el tiempo y agarro uno con mi boca, Maya comienza a moverse sobre mi y nos dejamos llevar.

(...)

Hoy era el cumpleaños de Maya, quien iba a decir que hace casi 7 años había conocido al amor de mi vida, mi esposa y compañera.

Había decidido salir temprano del trabajo, y estaba en camino a recogerla a su trabajo para ir a cenar.

Una vez llego, bajo del auto y me adentro en la galería de arte. Maya se encuentra explicándole una pintura a una pareja, me mantengo a un distancia prudente para dejarla hacer su trabajo. Una vez termina, da la vuelta y me ve.

– Feliz Cumpleaños, cielo. –ella se acerca a mi y besa mis labios. – No te veo desde ayer.

– Gracias. –rodea sus brazos en mi cuello.– Tuve que salir mas temprano que de costumbre, todo el día hemos estado saturados. –frunce el ceño y mira a nuestro alrededor– ¿donde está Alan?

Tomo su cintura y noto como algunas personas nos ven, algunos con miradas de reproche y otros con ternura.

¿Que tenia de malo darle amor a mi chica?, no era como si estuviésemos cogiendo.

– Papá dijo que quería pasar un día con él, fue a buscarlo a la escuela.

– Amor, sabes que quiero a tu padre. Pero cuando Alan va a su casa, regresa engreído y no quiere hacernos casos. Tu padre lo consciente demasiado.

Ruedo los ojos. – Tu eres peor Maya, el niño te tiene comiendo de la mano.

Abre la boca, indignada. – Eso no es cierto.

– Sí, lo es. Finge estar enfermo para faltar a la escuela y tu se lo permites.

– Pero se sentía cansado. –responde haciendo un puchero. – Aparte, tu harías lo mismo si tuviéramos una niña.

– Mm. Esta bien, me ganaste en esta ronda. –colocó un mechón de su cabello detrás de su oreja– vine a invitarte a cenar, ¿falta mucho?

Mira el reloj que reposa en su muñeca y hace una mueca. – Me falta una hora.

– Bien, entonces enséñame algunas pinturas mientras yo pienso en lo haremos en la cama esta noche.

Maya me propina un golpe en el brazo, pero me explica las obras.

El mesero se retira y noto que Maya no ha bebido nada de su vino, cosa que hace siempre una vez que este se encuentra servido.

– ¿Estas bien?

Ella asiente.

– Es solo que me encuentro cansada, los pies me están matando y tengo un dolor de cabeza terrible.

– Si quieres podemos dejarlo para otra ocasión.

– No te preocupes, tu me relajas. –sonríe suavemente y se acerca a la mesa tomando mi mano. – Dentro de una semana cumpliremos un año de casados, ¿quieres algún regalo en especial?

– Lo que te incluya a ti con pequeños trozos de lencería, cuanta como un regalo excepcional para mi. –le guiño un ojo y ella se sonroja.

¿Por qué estaba actuando tan rato?

El mesero trae nuestras comidas y noto que Maya solo pidió una ensalada, después se estaría quejando que tenía hambre. No aprendía. Observo mi plato y mi estomago ruge, por lo que lo ataco sin decir nada.

– Dylan, tengo algo que decirte. –alzó la mira y me fijo en sus ojos, estos se encuentran brillantes.

– ¿Sí?

– Yo... –mi teléfono suena, interrumpiéndola.

– Continúa, por favor.

Abre su boca nuevamente y niega.

– Contesta el teléfono, debe ser importante.

Saco el aparato de mi saco, y miro el nombre. No lo pienso dos veces antes de contestar la llamada.

– Papá, ¿pasa algo?

– Dylan, no sabíamos que el dulce le haría daño, comenzó a toser y ... –respira pausadamente, mi corazón se acelera. – Alan, está en el hospital.

Alzó la mirada y Maya me mira confundida. – ¿En que hospital están?

Al mencionar la palabra con h, mi esposa se lleva la mano al pecho y se levanta rápidamente, yo le imito y saco unos billetes de mi bolsillo tirándolos en la mesa.

Long GameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora