Capítulo 10.

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Maya.

Entro al restaurante con un animo de perros, digo el nombre de la reservación al anfitrión y este me guía a la mesa. Josh sonríe cuando mi ve, se levanta y jala mi silla ayudando a sentarme.

– Me alegra que hayas venido, te ves hermosa.

Ruedo los ojos. – Ahórrate los cumplidos.

El mesero se acerca y como hace una hora cené, solo pido un batido y un dulce. Una vez este se retira, voy directo al grano.

– Bien, ya estoy aquí. ¿Por que demonios te fuiste hace cuatro años?

Suspira y me mira. – Hace cuatro años, justo antes de tu cumpleaños, me dijeron que tenía un tumor. –siento que mi corazón se detiene, me quedo callada y el continúa. – Admito que fui un estupido, me asuste y me fui. Pero no porque no te quisiera Maya, te amo con toda mi alma, solo no quería que sufrieras a mi lado.

Lo miro y me apoyo mis brazos en la mesa, acercándome más a él. – Esa no era tu decisión, yo me habría quedado a tu lado.

– Sabía que lo harías, te conozco perfectamente. Solo que no quería que ataras tu vida con un enfermo.

– Josh, yo te amaba y si piensas que ibas a ser una carga para mi, te estas equivocando. Jamás te hubiese reprochado nada, te hubiese apoyado en todo momento. –me quedo callada y luego añado.– ¿Aún estas en tratamiento?

Niega con la cabeza. – Hace un año lo terminé, sin embargo pueden volver con el tiempo. Espero que eso no pase.

– Yo también lo espero. – sonríe y se acerca a mi tomando mi mano, la aparto rápidamente– Sin embargo eso no cambia las cosas, si no te hubieses ido aún estaríamos juntos. Ya rehice mi vida y no tienes lugar en ella.

– Ya me di cuenta de eso, supongo que siempre tuve razón de Dylan, no perdieron el tiempo.  – el tono de reproche hace que me hierva la sangre– Casualmente tu hijo tiene cuatro años, ¿cuánto tiempo fue tu luto?

– No te atrevas a hablar de Alan o te arrancare la lengua, con mi hijo no te metas. –mi voz es mortal.

Josh alza las manos, en señal de paz.

– Tranquila mama gallina.

El mesero se acerca con nuestro pedido y yo tomo casi la mitad de mi batido de un solo sorbo. Necesitaba calmarme.

– No tienes ningún derecho de esta información, pero Alan no es mi hijo biológico. Lo crié como si fuese mí, y mi relación con Dylan es reciente.

Se queda callado, por lo que añado.

– Cuando te fuiste, me quede embarazada de ti.

Su rostro muestra sorpresa y rio mientras seco una lágrima rebelde.

– Lo perdí, prácticamente me costará demasiado tener hijos.

Hace un rato le había dicho a Alan que tendría un hermanito para sacármelo de encima, sin embargo mi periodo había terminado hoy. No había ningún bebe.

– Lo siento.

Asiento y termino mi batido. Josh comienza comer y yo me pierdo en mis pensamientos.

Recuerdo toda mi relación con el hombre que tengo al frente y en cada día, cada semana, Dylan está en esos recuerdos. Cada estupida sonrisa, risa y lágrima. Quizá si Josh no se hubiese ido, nunca hubiese tenido algo con el ojiazul.

El solo de hecho de que no hubiese existido ningún beso, ninguna caricia entre nosotros, me deja helada. No podía dejar de pensar en sus ojos azulados en ningún momento del día, tampoco en sus labios que besaba con anhelo cada noche en la cama. Incluso como amigos, Dylan siempre fue un motivo de mi felicidad.

Una vez fuera del restaurante, tengo a Josh delante de mi. Me acerco a paso decidido y tomo su rostro, plantando un beso en sus labios. Antes de que él responda el gesto, me alejo de él.

– Te perdono. Espero que seas feliz en tu vida, que cumplas todo lo que quieres. Pero tu no eres lo que quiero en mi futuro, lo que quiero se encuentra ahora mismo en mi casa. Ya tengo una familia que amo.

Antes que abra la boca, alzó la mano y el taxi se detiene. Lo miro por última vez y sonrío.

– Adios, Joshua Matthews.

(...)

Llevo a la casa y entro sigilosamente, no quería despertar a Alan. Miro la hora, 11: 36 p.m. Me quito mis zapatos y el resto de los accesorios, tirándolos en el sillón.

Entro a mi cuarto, me lavo los dientes y tomo una camiseta de Dylan, tapando mis bragas.

Alzó mi mano y golpeo la puerta, al ver que esta no abre, regreso a mi habitación tomando un gancho y me pongo a violar la cerradura.

Una vez adentro, Dylan ya se encuentra dormido. Miro su rostro, su nariz se encuentra roja. Me acerco a la cama, y gateo sobre ella. Una vez estoy sobre su rostro, beso su nariz, bajo a sus labios y luego a su cuello.

Dylan comienza a removerse hasta que despierta.

– ¿Maya?

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