Capítulo 16: Limbo.

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El día de mi nacimiento, fue el día que acabó la Segunda Guerra Santa. Un suceso que marcó por completo el mundo, y que viví en mi vida anterior. Era plenamente consiente de ello, incluso desde tan pequeña, conocía las desventuras que había pasado a su lado, de los Siete Pecados Capitales. El amor tan grande que le perteneció a uno de sus guerreros, Gowther, pecado de la cabra de la lujuria. Todo ello permanecía en mi mente, de una forma pulcra, intacta. No era como aquella vez, la primera, que fui recobrando esas memorias paulatinamente. No, no me faltaba ni un detalle.
Tenía, incluso, imágenes de momentos que jamás había vivido, no en "carne propia". Experiencias de personas que, si bien se tratase de mí misma, eran tan distintas unas de otras. Esa sala, la llamaban como "Limbo", un espacio donde estarían siempre, hasta que alguien rompiera esa maldición. Un poder tan oscuro y a la vez increíble les había conferido una fuerza tan grande. Un relato místico antiguo que comenzaba con el todo y la nada misma.

*

"Hace tanto tiempo, que ni el tiempo mismo existía, no había nada. >Nieko<, único ser inexistente en medio de si, estaba hart@ de su no vida. Y, con su propia no existencia, explotó, creando dos componentes esenciales para el desarrollo del todo: Espacio y Tiempo.
Incapaces de percibirse como dos entes separados, unidos para la eternidad, condenados a caminar juntos por y para siempre. Eran los hermanos que más se querían en todo la no existencia que comenzaba a florecer. Ellos, observaron el nacimiento de cada estrella, cada planeta, hierba y humano en la tierra. De todas las razas, esa era la que más les llamaba la atención.
Un día, desapareciendo sus labores de existencia, frenaron su trabajo para observarlos. La Suprema Deidad y el Rey de los Demonios, empezaban a tener más y más poder. Ante la insolencia de esos antiguos, ella quiso someter un castigo, pero él no lo permitió, en cambio, ideó un plan para ello.
Era de conocimiento popular la admiración de los hermanos hacia esas criaturas, así que, como regalo, el Rey de los Demonios, les prometió un representante humano. Ellos aceptaron sin dudar, sin tener en cuenta el >pero< que siempre existía ante ofertas tan tentadoras. La letra pequeña se llenaba con una maldición cada uno. Espacio recibiría "Reencarnación ancestral", lo que le permitiría volver a la vida tras la muerte, en un ciclo sin fin, pudiendo usar el poder de mágico de sus vidas pasadas, pero (siempre había >pero's<) pasaría la existencia en el limbo para darle su esencia a una nueva "Espacio". A Tiempo, en cambio, le tocó "Anclaje Ancestral", por lo que él siempre estaría atado a la vida de Espacio, si ella moría, él también lo haría. Pero (de nuevo un >pero<), él jamás sería encerrado en el limbo, su alma sería siempre la misma, una reencarnación verdadera y dependiente de una que no lo era".

*

No tenía idea de cuantas (Nombre)'s habían existido, porque, según Espíritu, algunas habían sido capaces de romper esa maldición. Y sólo seis permanecían encerradas por el momento, el Ángel de la nieve, la novia de Gloxinia, las conocía a todas por la naturaleza de su poder, tan escabroso como para ser utilizado sólo en muerte. Después de tanto tiempo, había comprendido por fin lo que el mago Gowther había hecho conmigo. La paz mental fue un regalo, si, pero no para mí, sino para ella. "Posesión" era el nombre de su verdadero poder, y como un parásito habitaba mi cuerpo con tal de ver nuevamente al hombre que amó. En diferencia a ella y Espíritu, el resto desconocíamos esa maldición y su magia. Por lo que conocerlas fue abrir puertas completamente nuevas. Cazadora, aquella que me había prestado su magia hacía ya bastante tiempo, vivió cientos de años después de Espíritu, la más antigua allí. Siguió Pandora, con el poder de invocar bestias, un par de décadas luego de Cazadora. Lucero, con su fuego, fue la anterior a Ángel de la nieve. Y, tras ella, Meduza y su magia de roca. Yo era la última en la cadena y, si no rompía esa maldición, habría de ser encerrada para la eternidad en esa sala...

*

Un día, de entre tantos otros, desperté con su imagen en mi cabeza. Ansiaba verlo, después de tantos años. Y sabía que, ese día, nos encontraríamos por fin. 
Había soñado con él, que me decía "Espérame sólo un poco más". Lo haría, definitivamente podía hacerlo, con tal de verlo al otro lado del camino.

- Hermana... - Llamó Ágar desde la cama contigua a la mía.

Compartíamos habitación, como siempre. Incluso, parecía que compartíamos cerebro.

- Hoy es el día - Sonreí.

- Por favor, porque ya estoy harto de ver su cara en mis pesadillas - Rogó con ambas manos levantadas.

- No se de qué te quejas, yo tengo que ver a tu... ella, todo el día -.

Levantándose, dispuesto a lavarse los dientes, colocó una mano sobre mi cabeza.

- Se que puedes decirlo, repite conmigo... " n-o-v-i-a " -.

- "Eso" -.

Se llevó las manos a la cabeza con la vista clavada en la puerta hacia el corredor.

- Ayúdame - Solicitó en dirección a Yume.

- A mí no me metas - Respondió él.

Y era la vida tan loca, que me había dado todos los hermanos que había tenido. Los mellizos y el cabezota, todos para mí, porque si no me iba a aburrir demasiado.

- A mí me cae bien esa Lidia, es un poco odiosa, pero cuando está callada es linda - Agregó la reina de la casa, mi hermana Yumi.

- Dormida, dirás -.

- CÁLLENSE DE UNA VEZ - Gritó con el cepillo dentro de la boca aún.

La casa nos quedaba pequeña para cuatro inquietos y una madre perfeccionista con la limpieza. Un padre impresente, eso tenía o, mejor dicho, no tenía. Porque jamás se había molestado en que "lo tengamos" . Contrario a mis antiguas familias, mi madre era el pan de las diosas más esponjoso y adorable de todos. Era amorosa y agradecida, especialmente con los guerreros, gracias a esa mestiza que la había salvado. "Muy bien, (Nombre)" Pensaba cada vez que nos contaba esa historia. De allí, mi nombre, aunque siempre me llamaría así.

- Niños - Llamó ella desde la cocina - Si no vienen ahora mismo, me comeré todo -.

En seguida, como si de una carrera olímpica se tratase, corrimos uno detrás de otro. Los desayunos de esa señora eran todo lo que estaba bien.
En medio de esa comida, la primera de un día tan especial, alguien llamó a la puerta. El lamebotas de la jefa.

- Señora Údara, ha llegado una niña rubia buscando a la señorita (Nombre) y el joven Ágar -.

- ¿Viene alguien más con ella, Daniel? - Consulté.

- Una persona que ha decidido identificarse como "cariño" -.

"Maldito loco...".
Salí de allí con una sonrisa instalada en los labios. Era él.

La chica Doble-Vida parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora