Capítulo 2: ¿Qué sucede?

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Con el destino a la vuelta de la esquina, el tiempo restante para la batalla se acortaba cada vez más. Las posibilidades de aún mantenerse en cama descendían proporcionalmente a los pasos que avanzaba la madre de Hawk. Más aún con la vista, a lo lejos, del puente de Corand, donde comenzaba la distorsión.
Con muy poca fuerza física y cargando una noche en vela, finalmente alisté mi equipo para pelear. Vestida de arriba a abajo con una armadura fabricada por el jabalí de la gula. Desconocía el material, pero se asemejaba demasiado a la tela de un guante de jardinería. Permitía el ingreso de sol y humedad hacia mi piel, aumentando así las capacidades de los poderes planta.
Una vez en la primera planta, ya lista para enfrentarme a esqueletos vengativos y una serpiente, tomé entre manos la guadaña.

- Bien, entonces... Salgamos todos, disipemos esa distorsión dimensional y entremos a Camelot - Ordenó el capitán.

Más, la seguridad y enfoque del capitán, solían ser los aspectos más frágiles y cambiantes de su personalidad. Por consiguiente, al ver la silueta y escuchar la voz de su hermano, se lanzó al ataque ignorando la misión.
Con el líder capturado, el despertar de los muertos se abrió lugar con la misma ferocidad que la primera vez. Aunque, después de todo lo vivido, el terror que en algún punto sintió mi cuerpo, ya no significaba lo de antes. Por lo cual, mi corazón no lograba afectarse cada vez que me enfrentaba a uno de ellos.
El tesoro sagrado que se me había conferido danzaba al ritmo del corte en los huesos. Me enfrentaba a uno de esos enemigos rencorosos. Posicioné la guadaña entre el esqueleto axial y apendicular y tiré, dividiéndolo en dos. Al igual que yo, todos tenían una cantidad enorme de contrincantes. Incluso el capitán, que se enfrentaba al foco de todo, Meláscula.

- ¿Olvidaron quién es? ¿YA NO RECUERDAN LO EXTRAÑA QUE ES? -.

Esas palabras...
Provenientes de un esqueleto con sed de venganza y el poder sentimental de acabarme. Pero nada de eso podía ser. Ágar, cuando nos habíamos visto en la primera vez que viví, me dijo eso. Ignorando completamente la lógica de una batalla, mi mente comenzó a darle vueltas al asunto. Mi hermano no podía ser un esqueleto, no. No podía estar muerto y decirme eso. No. Definitivamente no. ¿Qué estaba pasando?. ¿Por qué existían dos como él?

- Siempre fuiste una perra asquerosa - Gritó sobre mi oído quien hablaba como mi hermano.

- ¿Ágar...? -.

Rápida y sorpresivamente, una espada atravesó el cráneo de mi contrincante. Fuera del transe, allí estaba. Ágar, en carne y hueso como siempre en la segunda vuelta. Vestido de armadura, empuñando una espada especial, como caballero de Liones y aliado de los Siete Pecados Capitales. Me miró extrañado, confundido por mi accionar. Colocando sus labios sobre mi frente, dijo:

- ¿Te encuentras bien, (Nombre)? -.

- No estoy segura - Contesté.

- Pequeña florecita, te estás marchitando -.

Sabía que no debía seguir distrayéndome en el auge de la pelea. Aunque, con todo lo que estaba sucediendo, resultaba ciertamente difícil. Durante el mismo enfrentamiento, una vez mi cuerpo se había debilitado por el temporal, escuché esa frase. Nada tenía sentido ya.
Una flecha de luz rosa clavó varios cuerpos esqueléticos que se acercaban a nosotros. Por inercia giré en dirección al arquero. Concentrado en atacar al mayor número posible de enemigos, poco a poco sus gafas comenzaban a caerse lentamente por el puente de la nariz.
Con la intención de resguardarme, Ágar, quien aún seguía a mi lado, transportó mi cuerpo como si de una almohada se tratase, hasta una zona segura. El lugar más alejado era la taberna, pero no deseaba abandonar así como así, necesitaba pelear. Porque lo sabía, el jefe final era mucho más poderoso que los mini jefes que suponían los demás mandamientos como Meláscula.

- Quédate aquí, regresaré pronto -.

-  Ni lo pienses, gran tonto. Pelearé junto a ustedes -.

- No seas necia. No sé lo  que tienes, pero no puedes hacer nada así -.

- Cierra la boca -.

- SÓLO TRATO DE PROTEGERTE, CARAJO - Gritó harto.

El calor que emanaba su piel al estar nervioso me confirmó, entonces, que estaba vivo. Y, en algún punto, también me recordó a mí, cuando creí que era el final de todo, que lo perdería para siempre. Eran esos ojos vibrantes los que nunca había decifrado en su totalidad. Debido a su sinceridad y carácter aplastante, jamás debí preguntar dos veces cuando se trataba de él.
Aún estando alejada de los enfrentamientos, oía claramente los gritos. No podía permitirme "descansar" si mis camaradas daban su vida en el campo de batalla. Ignorando categóricamente las advertencias de mi hermano, me puse en marcha. Cortando columnas cervicales con el filo de mi guadaña, acompañada del metálico sonido. La carga de una guerrera que vagaba por Britania en tiempos de antaño, resultaba la compañía más sincera. "Sangre de druidas ancestrales" Esas palabras vinieron de repente a mi memoria. Suspiré pensando en ella. Una dulce voz en mi cabeza, movía los hilos de su voluntad. Obediencia, siempre reducida a ello.
Bendecida con el poder es que volví a mi puesto como guerrera. Más, el regalo traía consigo una contraparte, su voz. Azotando mis pensamientos sin descanso, intentando abrirse paso a la existencia. "Poder es poder" Recordé las palabras de Jericho. Pero no estaba segura de que estuviera en lo correcto.

- Tengan cuidado y manténganse fuertes. Están tratando de poseernos - Advirtió Merlin.

- DIANE - Grité - SIN TU AYUDA, ELIZABETH NUNCA SERÍA LIBERADA DE SU MALDICIÓN -.

El poco animo que pudiera  haberle subido no fue nada comparado a la sed de venganza de los caídos en vida.

"Es increíble que pretendas ser convincente con una moral tan baja. Ella conoce la verdad, el triste destino de su amiga y ni tú, ni nadie podrá cambiar su pesar. Piénsalo, ¿te alegrarías con un - No llores -, en el funeral de Ágar? Verdad que es ridículo siquiera el imaginarlo. Eres patética intentando ocultar todo debajo la cama".

***

Abrí los ojos lentamente. Luces tan intensas como el mismo sol me reflejaban directamente a la cara. Se sentía caliente, muy caliente, al punto de quemarme la piel. Fuera de la extensión de dichas luces, el resto del lugar era oscuridad total. No podía verse qué había dentro de tal penumbra. Cada esfuerzo era inútil.
Escapé de la luz, aún ardía cada rincón de mi cuerpo. Me adentré en la parte oscura del lugar. No sabía qué podía encontrarme allí. Sin embargo, esa voz en mi cabeza, pedía a gritos que fuera. De pronto, ya no podía avanzar, algo que no podía ver obstaculizaba el paso. La voz en mi cabeza decía que debía seguir adelante. Traté con todas mis fuerzas mover lo que no me dejaba pasa. Como siempre, inútil, insuficiente.
Una angustia inmensa se apoderó de mí. Y, en su interior, solo podía escuchar una voz llamándome. Dos voces. Tres voces. Cuatro voces. Cinco voces. Diez voces. Cien voces. Mil voces. Un millón de voces. Todas las voces del mundo.

La chica Doble-Vida parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora