Capítulo 11: El tiempo llegó.

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- ¿Estás loco? No voy a dejar que tú mueras, ninguno de ustedes lo hará. Sacrificaré mi vida con tal de mantenerlos a salvo -.

- (Nombre), por favor. Es mi responsabilidad, debo remendar el pecado de mi padre. Aún si eso significa que ya no podré... -.

- GOWTHER QUERÍA QUE VIVIERAS TU PROPIA VIDA -.

Mi voz, en pleno grito, se cortaba por la rabia.

- Él... me pidió que te guiara por un buen camino, y este no lo es - Continué.

Colocando ambas manos sobre mis hombros, viéndome fijamente a los ojos, igual que la primera vez, repitió sus palabras:

- " Me disculpo por no poder realizar ese sueño en el que viviste. Y haber dicho y hecho las cosas horribles que te lastimaron" - Me abrazó con fuerza - "(Nombre), gracias por haberme amado y permitirme amarte también" -.

Con solo un amague de apartarse, fui yo quien se aferró otra vez. Y era inevitable que todo saliera a flote. Un llanto ahogado entre súplicas. Porque si él moría, no importaba cuantas veces volviera a la vida, jamás volveríamos a coincidir. Y fue alejándose en dirección al "ejecutor". Ágar me detuvo en cuanto traté de retenerlo. Apresada entre las musculatura de un ser enorme, batallando por liberarme, con el objetivo de evitarlo a toda costa. Las lágrimas empapaban todo mi rostro. Debido a mi tamaño, en comparación, logré escabullirme hacia abajo, antes de que el festival de la tortura comenzara.
Sus fauces estaban preparadas para devorarlo, como si de un simple trozo de pan se tratara. 

- ¿QUIÉN HA... ESTO... QUIÉN LO HIZO...? -.

- Toda la responsabilidad me pertenece, así que... -.

- NO - Grité corriendo en su dirección - Fui yo. No intentes protegerme -. 

Me creyó, no parecía ser demasiado listo en una situación así. 

- TÚ... ESTORBO... -.

- ¡NO! ¡HE SIDO YO, GOWTHER DE LOS DIEZ MANDAMIENTOS! ¡MI PODER TE HIZO ESO! -.

Confundido, nadando entre sus únicas dos opciones. No iba a contenerse con nadie. Debía expiar su pecado de alguna forma. Pero yo no permitiría que fuese lastimado. En cuando sus asquerosas manos tuvieron el atrevimiento de rozarle, volví a gritar que había sido yo, que toda esa sangre había sido derramada por mi voluntad. Y, tan solo eso, bastó para que direccionara su furia en mí. 

- Tú, asquerosa druida, hiciste que tratase como enemigo a mi propio hermano... y respetar a alguien como Meliodas... ¡TÚ! Tú me robaste tanto la gracia como la justicia. Ese es un pecado imperdonable, maldita -.

Entre golpe y golpe, escuchaba sólo como un eco lejano, los lamentos de quienes había conocido como amigos. King intentaba contener a Gowther para que le explicara. Y Ágar, impulsivo como él sólo, trató de atacar. Sin éxito, fue apartado enseguida. 

- Tú, maldita druida, antes de que pagues con la muerte, responde... ¿Cuál fue el motivo? ¿Por qué tuve que ser yo? -.  

Recordaba las palabras exactas que él había dicho en esa situación, pero una explicación demasiado larga les habría otorgado una oportunidad de entrometerse.  

- ¿Preguntas un "Por qué"? Sería fantástico si tuviera uno, lo lamento. Sólo acaba conmigo de una vez, jamás te diré lo que tanto ansías saber -.  

- Tú... ahora sentirás más dolor y humillación de lo que yo podría haber sentido -.

Esperé la inevitable furia, esa agresividad y profundos deseos de matar, pero jamás llegaron. En cambio, gotas de un líquido hirviendo  mancharon el interior de mis manos. Rojo y espeso. Y, delante, él. Temblando, con un río de ese mismo líquido descendiendo por su espalda.

- No toques a mi hermana -.

Tras su accionar, los demás se arrebataron contra ese monstruo. Uno tras otro. Alejándonos de la pelea al poco.
Mi hermano seguía parado frente a mí, como un escudo humano inamovible.

- Ágar... -.

- ¿Cuántas veces tengo que perderte para estés contenta? -.

Esa voz quebrada evidenció completamente para mí que, su dolor era mayor a lo que cualquier otro ser podría haber sentido jamás. Y, aún así, sonreía triste. Sus enormes caninos brillaban debajo de esos labios pálidos. En sus lágrimas, podía ver las duras cicatrices que una persona que, supuestamente lo amaba, le hizo vilmente. Y, lo que era aún más triste, esa persona tan cruel era yo. 
Aún con todo eso sobre sus hombros, combatía como el guerrero que siempre soñó ser, aquel que defendiera a todo el reino con sólo su espada. Pero, a diferencia de en ese entonces, el reino había sido desterrado de su lugar como prioridad por una persona, yo. Y orgulloso, con una sonrisa aterradoramente dulce, se lanzó al ataque. 
Las fauces de la ira lo devoraron de un minuto a otro. Desapareció. Ya no podía estar ahí, porque, de estarlo, no sería en una sola pieza. Con ello, el cuerpo que tan golpeado estaba ya y aún así debía cargar conmigo, recibió ese regalo, el mismo de hacía tiempo. Sin embargo, todo había cambiado como para que siguiera siendo igual. Y esa fiera que él vio, se adueñó de lo que quedaba en mi interior. Veía todo con ojos de espectador, como si no fuese mi propio cuerpo en el  cargado de ese baño de sangre.
Fue un segundo, una sensación de frío seguida de un calor que ardía, además. Escuché voces llamándome a gritos, entonces volví a mí. Bajé la vista, un ataque perdido había atravesado mi estómago.

- (NOMBRE), NO... NO... ESTO NO DEBÍA PASAR... TÚ... -.

Gowther. Lamentaba hacerle pasar por ese momento otra vez. Sabía cuanto le dañaba, pero era inevitable, tenía una vida mortal, incompatible con alguien que seguiría existiendo incluso tras todas las guerras. 

- No quiero perderte otra vez... por favor... -.

- Hey, tranquilo. Dijiste que siempre volvería, ¿no? Pero, dime, ¿qué haré si vuelvo y tú no estás para recibirme? -. 

Sonreí, quería darle seguridad con algo, lo que fuera, inútilmente. 

- Por favor... - Repitió.

La vista comenzaba a nublarse. El cielo se pintaba como ese día, esperando arropar mi cuerpo sin alma. A pesar de que eso no entrase en los planes de quien, de forma increiblemente descarada, interrumpió.

- Tú no te vas a morir ahora, maldita sea -.

- Ágar... tú... ¿cómo? -.

- Viajo en el tiempo, recuérdalo. Y si digo que no morirás, no lo harás. Gafas, dale esto -.

Entre sus manos llenas de cortes traía una de mis pociones. No tenía idea de cómo la había conseguido. Y, como un niño, obedeció. Gracias a ello, seguiría viviendo para pelear.

La chica Doble-Vida parte 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora