Segunda Parte: Los Reclutados

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CAPÍTULO 11: MISHEN

Abro mis ojos lentamente, veo unas fuertes luces que me encandilan y me veo obligada a cerrarlos de inmediato. Al cabo de unos segundos mi vista se adapta a esa luz y ya puedo observar todo a mí alrededor.

Me encuentro sobre una especie de camilla que me tiene inmóvil, no puedo mover mis manos ni pies. Elevo mi cabeza un poco por encima de mi pecho para ver mis manos y pies, resulta que están asegurados con una especie de metal que los rodea y no permite la movilidad. Nuevamente apoyo mi cabeza sobre esa camilla que tenía una superficie muy sólida y comienzo a observar todo.

Todo es blanco, desde las baldosas del suelo, hasta las luces. Todo me resulta muy sobrio, muy estéril, muy limpio, muy perfecto, muy aterrador.

Comienzo a pensar, ¿cómo es que llegué aquí?, ahí lo recuerdo, jamás vine por mi cuenta, fui raptada. Recuerdo la advertencia de mamá, que tuviera precaución, pero le fallé, ahora está sola y siento una sensación de decepción, tristeza, un fracaso que me abraza. ¿Cómo lo estará pasando?, seguro que no bien, sin mi padre, sin mi hermano y ahora sin mí. Comienzo a llorar de forma espontánea que por más que intente parar las lágrimas, no puedo.

Comienzo a buscar una pista de dónde estoy, miro mi ropa y sé que nunca tuve una vestimenta decente pero ésta vestimenta era la peor del mundo. Tenía una remera de manga larga muy suave y blanca al igual que el pantalón y las zapatillas. El pantalón era una tela más áspera que la del buzo y conservaba más el calor y las zapatillas eran blancas a tono con el resto del lugar.

Al cabo de unas horas veo que las trabas que me tienen rehén a la camilla se deslizan y se ocultan dentro de la misma liberando mis manos y pies. Bajo desesperada de la camilla ya que quería mover mis extremidades para recuperar la sensibilidad de las mismas porque al permanecer tanto tiempo quietas no las sentía y mi sangre necesitaba circular. Cuando comenzaba a caminar en círculos alrededor de la camilla en esa pequeña blanca y brillante habitación, sentí unas punzadas de ardor en mi mano izquierda, como sí me clavasen pequeñas agujas una tras otra. Levanto mi mano y veo en carne viva, como sí me hubieran quemado "pM", lo entendí todo, soy parte de lo que fue mi madre. Soy parte de algo llamado "Proyecto Miedo". Siento que mi mano arde y me quema la piel y recuerdo que es el mismo símbolo que mi madre llevaba marcado, será que es una manera de identificar a esas familias que usaron y siguen usando para su proyecto y nadie se atrevió a decir la verdad... ¿Por qué me sucedía esto a mi?, ¿acaso no he pasado cosas malas?, creo que me han elegido por algo, tengo que descubrirlo.

Lentamente me apoyo contra la pared y me deslizo por la misma hasta que mi cola encuentra el suelo, pongo mi cabeza entre mis manos y mis codos apoyados en mis rodillas flexionadas tratando de descifrar que sucedía y dónde estaba.

Una voz gruesa me despierta de ese estado de reflexión y comienzo a rastrear de donde proviene, veo que en la pared se ve el rostro de un hombre rubio, ojos claros con mirada perversa, labios rojos, piel blanca y sobre todo muy lindo.

Éste hombre me saluda— Bienvenida Mishen—. Me limito a asentir ya que no entiendo como alguien que me secuestra tiene el coraje de saludarme.

Muy enojada le pregunto— ¿Qué...—. Paro inmediatamente al notar que hablo en otro idioma que no tenía idea que podía hablar y pregunto— ¿Qué me hicieron?, ¿Por qué hablo en otra lengua que no es la mía?, ¿Dónde estoy?—. Comienzo a desesperarme.

Él sonríe y responde de forma burlona— Haces demasiadas preguntas, solo limítate a hacer lo correcto y diferenciar bien las cosas—. Termina por agregar.

No entendía a que se refería, me puse de pié a la pantalla y exigí con un tono de voz autoritario— ¡Exijo respuestas!!!—. Exclamé.

El se rió y arremetió diciendo— No estás en condiciones de exigir, espero que tengas una buena estadía—. Él hombre se fue de la pantalla y yo quedé con más dudas que antes.

Acomodé mi cabello enrulado detrás de la oreja y vi que en la muñeca derecha tenía una pulsera plateada que decía: "Mishen, sujeto de prueba número 6", miré en el interior de la pulsera y decía: "África", el continente del que provengo.

Al cabo de unas horas unas puertas de esa habitación parecían abrirse lentamente. Al abrirse por completo me asomé temerosa con lo que me encontraría, sabía que no era la libertad así que con mucha cautela me dirigí hacia esas puertas y quedé asombrada con lo que veía.

No podía creer que yo era parte de esto, no podía creer lo que veía.


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