Primera Parte: Los Elegidos

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CAPÍTULO 5: MISHEN

Miro la espalda morocha de mi madre que está curtida por el peso de cargar objetos en su espalda, quemada por el sol de caminar por toda esa sabana seca, llena de peligrosas fieras y todo para obtener unas dos cubetas con agua de un pequeño río y con ella satisfacemos nuestras necesidades básicas. Aunque últimamente el agua se la damos a nuestros animales para que sobrevivan y nosotras poder seguir alimentándonos con lo que éstos nos dan.

Ella se encuentra parada frente a la puerta de nuestra casa, esa pequeña puerta armada con cañas, están una junto a la otra atadas con unas ramas flexibles que se pueden encontrar en esa sabana. Veo sus ojos oscuros de preocupación y contempla todo a su alrededor con esa mirada de tristeza que aún tiene. Es entendible, los guerrilleros reclutaron a mi hermano hace un año, lo recuerdo como si fuese hoy.

Todos dormíamos esa mañana, nos despertaron unos fuertes golpes en la puerta, luego fue seguido de un gran empujón y la lograron tumbar. Recuerdo que a mi madre uno de los hombres más corpulentos la golpeó y ella calló en el suelo como una hoja que cae de un árbol. La fuimos a asistir con mi hermano y lo último que recuerdo fue un puntapié en mi rostro que me hizo volver a "dormirme". Al despertar ya no estaba Kishu y desde ahí mamá y yo nos encargamos de todo.

Vuelvo a la realidad ya que mi madre me toma de la mano y comienza a hablar.

Su voz estaba preocupada y sus ojos perdieron el brillo, su preocupación me asustaba— Hija, en estos días tienes que tener mucho cuidado, el peligro nos acecha, las aves de hierro de color negro, que viene por detrás de las montañas viene por las personas — suspiró y me dijo— Si los ves empieza a correr, si ellos te ven primero, te atrapan—. Sus músculos estaban tensos, su mano estaba tan dura como una roca.

No comprendía a que se refería solo sé que sentí miedo, un miedo que se apoderaba y fue ahí que recordé la imagen de mi padre, bueno no una imagen muy gráfica porque jamás lo vi, la imagen que tengo de él, fue como mi madre lo describía.

Poniéndome de pie, la miré a los ojos directamente, afirmé mi voz y le pregunté— ¿Ellos se llevaron a mi padre?—.

A lo que mi madre respondió titubeante— Tú padre murió... Por... Por... salvarme a mí, ve rápido a buscar el agua y te vienes corriendo—. Me dirigí a la puerta y la obedecí; comencé a correr.

Corriendo fui hasta la casa de mi vecina, tomé su cubeta en la cual podía cargar más agua y seguí corriendo por los caminos empedrados de la sabana.

Corrí tan rápido que al voltear a ver ya no veía la pequeña aldea en la que vivo. Era tan insignificante de pequeña que comparando con otras aldeas de África, nuestra aldea era una mancha más en la piel del leopardo.

Sentía como en mis pies la sangre salía por las heridas que ya tenía. No podía distinguir el color de mi piel en la planta del pie ya que estaba toda de color rojo por la sangre. La sangre era tan caliente como el agua que bebemos, ya que los caminos de tierra estaban a una temperatura muy elevada.

Mi piel ardía del calor, pero ya era costumbre, luego el ardor paraba. Mi transpiración recorría todos los rincones de mi cuerpo y mi solera hasta las rodillas estaba humedecida por la misma. El color marrón clarito de mi solera se había oscurecido por la transpiración, aparte de la suciedad, los agujeros que ésta tenía, era la prenda de "ropa" que estaba en mejores condiciones de las que tenía. Cuando vi el pequeño río, me metí en él, comencé a nadar y refrescarme. Sentía esa sensación de choques de temperatura, mi piel hirviendo en contra del agua la cual era fresca, era uno de los pocos placeres que tenía. Las heridas múltiples en mis pies ardían por la frescura del agua, pero a la vez tenía una sensación de alivio.

Mientras nadaba, pensaba en mi madre y mi padre, ¿mi madre fue secuestrada?, ¿en dónde estuvo?, ¿mi padre murió por salvarla?, ¿acaso mi padre fue uno de esos revolucionarios que se comentan en mi aldea, que se levantaron contra los guerrilleros?... Ahí entonces recuerdo, los guerrilleros no tienen aves negras y de hierro.

El zumbido era aterrador, jamás escuché a ningún animal hacer ese ruido, cuando se escuchaba más y más cerca, salí del río y me puse en alerta, era como si vinieran volando muchos mosquitos a la vez y además hubieran sincronizado su sonido, era como sí algo golpeara al viento, era muy aterrador; de hecho cada vez era más fuerte y lo sentía más cerca y me aturdía al que ni siquiera oía mis pensamientos.

Comencé a correr en contra a la corriente del río pensando que podía ser un grupo de fieras salvajes, pero recordé la cubeta. No la podía perder. Retrocedí sobre mis pasos a gran velocidad y la sangre nuevamente salía por mis heridas. Al llegar tomé la cubeta, miré hacia las montañas y ahí los vi, tres aves negras de hierro, eran enormes y tenían en su parte superior dos fierros cruzado que giraban a gran velocidad, evidentemente eso lo mantenía en el aire. Me quedé contemplando anonadada aquel artilugio y ahí veo hombres vestidos de negro, con armas, cascos, lentes y venían hacia mí. En ellos podía ver un símbolo que era una "M" y al lado derecho de la "M" había una "p", ¿qué significaría "pM"?... Ahí recuerdo que vi esa sigla en la muñeca que mi madre lleva tapada con un trozo de tela.

De repente escucho su voz en mi cabeza diciendo "¡¡¡Corre Mishen!!!" y yo comienzo a correr rápidamente sin voltear a ver.

Por primera vez sentía lo que un animal sentía al ser cazado. Las aves de hierro me seguían por los aires y los hombres de negro comenzaron a descender de las otras aves de hierro para perseguirme junto con los que ya me estaban pisando los talones. Comenzaron a rodearme hasta que quedé en el medio de un círculo formado por los "pM".

De un objeto cuadrado veo que uno de ellos dice —La tenemos —. Comienzan a aproximarse cada vez más a mí y el círculo comienza a cerrarse por esos hombres mientras yo sigo en el medio de ellos.

¿Creen que me tienen?, pienso en mi madre y no le hice caso a sus instrucciones, y ellos me vieron primero, ellos me tiene.

Intento empujarlos, pero son muy fuertes para mí, yo solo soy una joven delgaducha. Siento como algo punzante se entierra en mi cuello, me lo quito y es un tubito con un líquido verde que me fue inyectado en el cuello, lo último que veo es como me voy desvaneciendo mientras que uno de los soldados me toma en su brazos y veo en su rostro una sonrisa malévola y me dice — Bienvenida al "Proyecto Miedo"—. Yo alcanzo a pensar antes de desvanecerme "pM", "pM", "pM"... Claro, "pM", "Proyecto Miedo".

Pierdo toda la noción.


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