Primera Parte: Los Elegidos

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CAPÍTULO 2: KEIRA

En dos días estaré en un desfile, lo que siempre soñé. Pienso estar radiante e impresionar a los jurados. El sábado por la noche en Londres será el mayor evento jamás visto, más de cien chicas participaremos para obtener un lugar en el concurso de belleza mundial, y esa ganadora la cual sé que voy a ser yo va a darse el placer de representar a nuestro país y que mejor opción que yo. Si gano podré ser famosa, tener dinero, mi propio dinero, en síntesis quiero que el mundo me ame, me reconozcan al pasar y quiero ser referente de las futuras niñas que sueñan como yo.

Hay quienes me dicen que no podré, que no tengo lo necesario, pero sé que si, porque tengo convicción, soy bella, carismática, buena, y soy sobre todo humilde. Es por eso, que hoy me encuentro detrás del escenario preparándome para la pasada final y la devolución de nuestros educadores.

Me encuentro sentada frente a un espejo observando cómo el mundo detrás de mi va a velocidades inimaginables, las chicas corren de un lado para el otro como sí el mundo se terminara. Miro todo a través del espejo, todo es gris: las paredes, los techos, el suelo, lo placares, todo. Hay ropa dispersa por todos lados, tacones por todos los rincones y tenemos las tres áreas delimitadas: vestuario, peinado y maquillaje. El sueño de toda chica.

Vuelvo la mirada sobre mí y veo lo horrenda que estoy, me designaron un vestido que es lo más desagradable que jamás haya visto, parezco salida de un cuento de hadas; un vestido azul marino, largo hasta las rodillas, con volados y con brillos de colores. La persona que me lo asignó parece que quisiera verme fuera de la competencia.

Tengo una chica de mechones verdes, algo desarreglada sobre mí que está maquillándome y mientras ésta realiza su labor ante el espejo acomodo un moño semi-formal que me hicieron en la cabeza, el cual no me permite lucir mi cabello negro, lacio y oscuro.

Termino de arreglarme el moño, es decir, desarmar ese nido de aves que se posó sobre mí cabeza dejando que el cabello me llueva sobre los hombros; entonces veo que mis ojos están delineados con colores claros lo que no resalta mis ojos verdes.

Estoy tan frustrada que me puse de pie y mirando a todas las que nos arreglaban les grité muy enojada— ¿¡¡Enserio!!? , ¿¡Tan incompetentes son!?—. Nadie respondió, todas me miraban, así que suspiré y continúe— ¿Alguien hace algo bien?—. Nadie respondía, así que me respondí la pregunta yo misma— Evidentemente ¡no!! , no saben peinar, no saben maquillar y sobre todo asignan unos vestidos horribles—. Todas me miraban como si estuviese equivocada y terminé diciendo con mucho odio en mi voz— Si uno quiere hacer algo, debe hacerlo uno mismo—. Tomé un vestido de entre las perchas que estaban colgadas en uno de los armarios, tomé un set de maquillaje y me fui al vestuario.

Todas observaron mi reacción y por un momento el mundo se detuvo.

Me coloqué el vestido blanco, justo al cuerpo, por encima de las rodillas, con una tela traslucida que llegaba a los tobillos y a su vez llevaba un cinturón negro que se colocaba en la cintura; acomodé todo mi cabello hacia el lado izquierdo y me maquillé a mi estilo. Cuando salí del vestuario noté que todas me miraban, sabía que ahora si estaba guapa.

Mientras me llamaban para realizar mi pasada por el escenario, mi celular sonaba, lo tomé del bolso y vi un correo que decía: "Remitente: Horstain B.E.C". La intriga me llevó a intentar abrirlo, pero la chica de traje negro, la organizadora vino hacia mí, me llevó a empujones al escenario y yo lancé el celular dentro del bolso.

Es ahí que recibo la señal de pasar por parte de la organizadora, cruzo una pequeña cortina, se abren las otras y veo como las luces pasan de verde (por el color de vestido de la chica anterior) a azul por el color de mi vestido el cual había cambié.

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