X. Pesadillas

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Abrí los ojos y me incorporé bruscamente al despertarme de la pesadilla. Todo estaba  muy oscuro. Miré el reloj colgado de la pared de mi habitación, eran las dos de la mañana. Me levanté de la cama para ir a buscar un vaso de agua, tenía la garganta muy seca.

Cuando fui a abrir el frigorífico, me sobresaltó un quejido. Miré en la dirección desde donde provenía el sonido y vi a Malfoy durmiendo en el sofá.

Sólo llevaba puesto un pantalón de pijama, por lo que podía ver su reluciente pecho blanquecino. Estaba más pálido de lo normal, y su cara reflejaba dolor. Estaba teniendo una pesadilla.

Soltó otro quejido, y con un movimiento brusco se agarró con fuerza el antebrazo en el que se encontraba la marca tenebrosa. Su pecho subía y bajaba frenéticamente, estaba jadeando y gimiendo de dolor.

Vacilé unos segundos, hasta que finalmente me acerqué a él con cautela.

—Malfoy...—susurré zarandeándole un hombro con la mano.

Volvió a gemir dolorosamente.

—¡Draco!—dije alzando la voz, esta vez cogiéndole de los hombros con ambas manos.

Abrió mucho los ojos, y de un brinco se incorporó sentándose en el sofá y me agarró por los dos antebrazos con las manos, clavándome las uñas en la piel.

Tardó unos segundos en darse cuenta de lo que estaba pasando. Estaba haciéndome daño, pero no era capaz de decir nada, me había quedado paralizada. Bajó la mirada hacia mis muñecas, y al darse cuenta de que me estaba agarrando me soltó bruscamente.

—Lo siento—farfulló.

—N-No pasa nada—lo tranquilicé. —¿Estás bien? Estabas teniendo una pesadilla.

Al ver que no respondía, me senté a su lado en el sofá.

Malfoy se estaba frotando con fuerza la marca tenebrosa, como si quisiera borrarla de su piel. Toda la zona de alrededor se le había enrojecido.

Acerqué mi temblorosa mano cautelosamente hasta posar las yemas de mis dedos sobre su marca. Un escalofrío recorrió furiosamente por la columna con el contacto. Cuando me tranquilicé empecé a trazar círculos invisibles sobre su piel.

Malfoy me miró a los ojos y vi arrepentimiento en ellos.

—Ojalá pudiera borrarla. Es un recordatorio constante de lo horrible que soy. Estaba soñando con Él. Con Voldemort... Hermione, sé que no vas a creerme, y sé que no es una excusa, pero yo no creía de verdad en todas esas cosas. Mi padre... Lucius me comió la cabeza desde que era pequeño. Crecí conociendo eso solamente. Y tardé demasiado en darme cuenta de lo terrible que era. Y ahora tengo un recordatorio constante de toda esa agonía...—dijo mirándose la marca.

No sabía qué decirle. Me rompía el corazón verle así. Desde luego, el chico que tenía delante no era el Malfoy de antes. En ese momento me di cuenta de dos cosas. La primera era que de verdad Draco Malfoy había cambiado. La segunda, que me había enamorado de él hasta los huesos.

—No eres horrible, Draco, eres hermoso. Con marca o sin ella—confesé.

—Nunca dejará de sorprenderme tu capacidad de encontrar hermosas a las cosas más horrorosas... A los thestrals, a mí...—suspiró.

Malfoy recostó su cabeza sobre mis piernas y se alargó en el sofá. Acaricié su cabello rubio lentamente, hasta que su respiración se relajó por completo y se durmió.

No recuerdo en qué momento yo también sucumbí al sueño.

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Cuando me desperté vi cómo caían unos gruesos copos de nieve por la ventana. La primera nevada del año. Me recosté en el alféizar del ventanal del salón a observar la nieve. Eso me relajaba, y necesitaba poner en orden mis pensamientos.

Me había enamorado del puñetero Draco Malfoy, no había vuelta atrás. Pero esta historia nunca funcionaría. Para empezar, sería imposible que ningún amigo mío lo aceptara: ni Ginny, ni Ron, y muchísimo menos Harry. Habían perdido demasiado por culpa de gente como Malfoy. Aunque intentara demostrarles que había cambiado, no se lo creerían. Además, por mucho que ahora Malfoy fuera una versión mejorada de él, seguía siendo Malfoy: un arrogante, fanfarrón y creído. No encajaríamos, acabaríamos cansándonos el uno del otro, haciendo mucho daño a nuestros seres queridos por el camino. Además, por muy enamorada que estuviera de él, no significaba que él sintiera lo mismo por mí... Ya sabía cómo era, cada día con una chica distinta. Probablemente en cuanto nos hubiéramos acostado un par de veces más me daría la patada y seguiría tan tranquilo a por la siguiente presa.

Estaba decidido. Ignoraría mis sentimientos tanto como pudiera lo que me quedaba de curso. Probablemente, después no volvería a verlo más, así que sería más fácil olvidarme de todo esto.

Además, en unas semanas vendría Viktor. Seguro que recordar viejos tiempos con él me ayudaría a sacarme a Malfoy de la cabeza.

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Durante las siguientes semanas me pasé la mayor parte del día en mi habitación, quería cruzarme lo menos posible con Malfoy. Su buen humor no ayudaba nada en absoluto a mi propósito de ignorarle.

Draco y yo estábamos volviendo de clase de Herbología y estaba casi anocheciendo. Apreté el paso, tenerlo tan cerca a mi lado me ponía nerviosa, y quería evitar acercamientos innecesarios.

Cuando estaba a punto de alcanzar los escalones para subir al porche de la casa noté como una bola de nieve enorme se estampaba en mi nuca.

Me giré para reprender a Malfoy, pero antes de poder abrir la boca, me estampó otra bola de nieve en la cara.

—¡Malfoy! ¡No seas infantil!—le regañé.

Malfoy me tiró otra gran bola de nieve, y empezó a reírse desenfrenadamente cuando me dio de lleno.

Capullo, pensé.

Me agaché rápidamente para formar una bola de nieve y se la lancé.

Malfoy se empezó a reír aún más alto cuando le di de lleno en la cara.

Empezamos una guerra de bolas de nieve, corriendo y gritando, hasta que acabamos exhaustos, tirados en el suelo y riendo a carcajadas.

¿Por qué era tan fácil olvidarme de todo mientras estaba con él? Nunca nadie me había hecho sentir así antes.Cuando estábamos juntos era como si nada ni nadie más existiera a nuestro alrededor. Levanté la mirada para mirarle a los ojos. Malfoy me miraba sonriente y sentí otra vez esa sensación de cosquilleo. Nos quedamos un rato así, sin decir nada.

Mione.—saludó una cálida voz, rompiendo el mágico silencio que se había creado y obligándome a apartar la mirada de Draco para averiguar de quién provenía.

Hielo y CaobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora