XV. San Valentín Sangriento

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Eran las siete y diez, y estaba empezando a cabrearme. ¿Me había dejado plantada? No podía creérmelo. Miré al lago. No se oía ningún ruido, ni se veía a nadie alrededor. No iba a quedarme allí como una idiota ni un segundo más.

Me di la vuelta para irme y vi una mata de pelo pelirrojo corriendo a toda velocidad hacia mí.

—¿Ginny? ¿Estás bien?

Jadeando, levantó la mano en la que llevaba un periódico de El Profeta, y me enseñó la portada.

Todas las fibras de mi cuerpo se congelaron al instante.

Bajo una foto en blanco y negro de un hombre con el pelo largo y rubio fuera de sí, se leía:

"El peligroso mortífago convicto Lucius Malfoy ha escapado de Azkaban"

Miré a Ginny horrorizada. No podía moverme. No podía reaccionar. Sentí un sudor frío recorriéndome toda la columna vertebral.

—Había quedado con Draco aquí, y no ha venido—logré articular.

—Hermione, escúchame—dijo Ginny agarrándome de los brazos para captar mi atención. Vé a casa y comprueba que Draco no está allí. Yo voy a buscar a Harry y a Ron.

Asentí ligeramente para darle a entender que la había oído y corrí a toda velocidad.

El frío viento de febrero hacía que me lloraran los ojos y se me cortaran los labios. Actuaba como una marioneta. Tenía una misión. Llegar a casa y buscar a Malfoy. Sabía que no estaría allí. Lo sabía en el tuétano de los huesos.

No recuerdo cuándo, llegué a casa y abrí la puerta para entrar. Draco no estaba allí, por supuesto. Allí estaba otra persona.

—Se lo ha llevado—se lamentó con un hilo de voz.—Ha sido culpa mía. Yo... Yo le conté a Lucius que Draco estaba contigo. Yo...—Narcisa Malfoy empezó a llorar como una niña pequeña.

Yo no podía reaccionar. Quería gritarle. Quería lanzarla por los aires. Pero no podía moverme, ni hablar.

Oí como la puerta se abría tras de mí, y Harry, Ron, y Hermione se pusieron delante de mí en posición defensiva cuando vieron a Narcissa.

—Tienes que ayudarlo, por favor—me suplicó la mujer rubia.

Ron y Harry me miraron sin entender, mientras Ginny seguía apuntando a Narcissa con la varita.

—Tenemos que ir a buscarle—les dije rogándoles con la mirada.

—¿¡Qué?! ¡¿Por qué íbamos a ayudar al imbécil de Malfoy?!— empezó Ron.

Miré a Harry, suplicante.

—No hay tiempo—le dije.

Harry asintió. Creo que en ese momento se dio cuenta de lo que estaba pasando. Miró a Narcissa.

—¿Dónde está?—inquirió.

Narcissa se acercó rápidamente a nosotros y nos hizo desaparecer.

Cuando abrí los ojos, estábamos en la amplísima sala de estar de la Mansión Malfoy. Un escalofrío me recorrió la espalda cuando fijé mi mirada en el punto dónde Bellatrix había estado torturándome.

No había tiempo de pensar en eso.

—Están allí abajo—dijo Narcissa señalando al lúgubre sótano de los Malfoy.—No está solo, son 8 en total. Draco está encadenado al fondo de la mazmorra—nos advirtió.

Un grito atronador hizo que la Señora Malfoy se callara. Una corriente de chispas me sacudió la espina dorsal. Era Draco. Le estaban torturando.

Corrí todo lo que mis piernas me permitieron. Aguanta, por Merlín, Draco, aguanta.

Hielo y CaobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora