XIII. La Noble y Ancestral Casa de los Black

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Cuando entré en el número 12 de Grimmauld Place, no podía creer lo que veían mis ojos. Draco estaba tumbado en el sofá rodeado de comida recién preparada, mientras Kreacher estaba arrodillado a su lado en el suelo, entregándole una copa de lo que me pareció Whiskey de Fuego, que Draco cogió con gusto.

—¡Hola!—saludó cuando me vio entrar. —Acabo de llegar.

—¿Qué se supone que estás haciendo, Draco?—dije fulminándole con la mirada.

Draco no dijo nada, parecía confuso.

—¡Él no es tu criado!—le grité señalando a Kreacher.—¡No puedes tratarlo así! Yo...

—¡La asquerosa Sangre Sucia osa gritar a mi amo!—gritó Kreacher horrorizado.

—¡Kreacher!—lo regañó Draco. —¡Ni se te ocurra llamar a Hermione así nunca más en tu vida o yo...!

—¡No le grites!—lo interrumpí. —Kreacher, creía que éramos amigos—dije arrodillándome al lado del pequeño elfo doméstico.

—Kreacher es amigo—dijo bajando la cabeza. —Pero el señorito Malfoy es el amo de Kreacher. El señorito Malfoy es el sobrino de mi pobre Señora—dijo con tristeza señalando al cuadro tapado con una sábana de la Señora Black.

—Él no es tu amo Kreacher—intenté razonar con él.

—Si el Señor Harry Potter no está, Kreacher servirá al Señorito Draco Malfoy. Kreacher siempre servirá a la familia Black. Ahora Kreacher se va a limpiar la Noble y Ancestral Casa de los Black—sentenció mientras desaparecía.

Kreacher era un cabezota. Aunque yo y Harry le habíamos ofrecido liberarle miles de veces tras la Guerra, él se negaba siempre horrorizado. Quería permanecer allí, con el retrato de la Señora Black. Y ahora que había visto a Malfoy, el sobrino de su Señora, se moría por servirle.

Miré a Draco con el ceño fruncido.

—No puedes hacer eso—le advertí.

—¡Venga ya, Hermione! ¡Es un elfo doméstico!—me rebatió.

—¡Es un elfo doméstico que tiene sus derechos!—me defendí.

—¡Vale, vale! Tú ganas—dijo levantando las manos en señal de derrota. —No dejaré que me sirva nada más.

Draco se levantó del sofá y se acercó a mí. Me agarró por la cintura con las dos manos y me atrajo hacia sí. Me resistí. No quería besarle, estaba enfadada con él. Pero era demasiado difícil resistirse cuando lo tenía tan cerca. Finalmente, me rendí y Draco me dio una suave y cálido beso en los labios.

Me aterraba sentirme así de vulnerable cuando estaba con él. No podía resistirme, levantaba todas mis barreras sin ningún esfuerzo. No podía negarle nada.

Suspiré mientras lo abrazaba.

—¿Qué le has dicho a tu madre?—pregunté cambiando de tema.

—Que me iba a pasar las vacaciones con una tía buena—bromeó.

—Te estoy hablando en serio—dije frunciendo el ceño.

—Hermione, no soy el niño mimado que crees que soy—me regañó.—Tengo 17 años, soy un mago adulto, y no tengo que contarle a mi madre todos y cada uno de los pasos que doy. Simplemente le dije que no pasaría las vacaciones en casa.

—Oh, perdone usted, señor mayor—ironicé.—Yo le he dicho a mis padres que me iba a la Madriguera.

Me mordí el labio con remordimiento. Odiaba mentir, y les estaba mintiendo a mis padres y a mis amigos.

Hielo y CaobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora