VI. Halloween (I)

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Había pasado un mes desde el incidente del Bosque Prohibido. Me había propuesto no acercarme a Draco Malfoy a menos de dos metros. Lo que no se hacía nada fácil, sobretodo cuando salía recién duchado del cuarto de baño, desprendiendo ese aroma que me volvía loca y viendo como pequeñas gotas de agua se deslizaban por su cabello rubio hasta caer y posarse en sus anchos hombros.

Le hablaba lo justo y necesario. No podía permitirme pensar en él de ese modo. Me decía a mí misma que era simplemente atracción sexual, porque llevaba mucho tiempo sola y no había ningún chico a parte de él a mi alrededor. Y que cuanta menos interacción hubiera entre los dos, mejor.

Aquella mañana había recibido una carta de Viktor. Lo echaba de menos. Seguro que si estuviera aquí me haría sentir mejor. Sus manos grandes y calientes acariciándome siempre me hacían sentir bien. En la carta me decía que me echaba mucho de menos, y que en Navidad vendría a visitarme. Viktor siempre había sido un chico de pocas palabras, pero eso me gustaba de él. Seguro que cuando viniera me haría olvidar esos pensamientos absurdos que sentía por Draco Malfoy. Lo malo era que aún faltaban casi dos meses para que llegara.

La sonora carcajada de Ginny me sacó de mi ensoñación. Los sábados y los domingos almorzábamos y cenábamos en el Gran Comedor, porque dábamos clases en Hogwarts. Miré a la pelirroja, que estaba bromeando con Harry y Ron de alguna broma que me había perdido.

—¿Qué tal la convivencia con Malfoy?—interrogó Ginny.

—Intento interaccionar con él lo  mínimo e indispensable—respondí, rezando para que cambiáramos de conversación. No quería hablar de eso.

—Harry va a volverse loco con Pansy—bromeó.—Ha estado a punto de maldecirla 100 veces.

—Atención por favor—interrumpió la profesora McGonagall, levantándose de su silla.

Todo el mundo se calló.

—Como bien sabéis, mañana es Halloween. Habrá un baile, aquí, en el Castillo. Solamente para los alumnos de séptimo curso.

Los alumnos más jóvenes empezaron a quejarse y a abuchear.

—¡Silencio!— la profesora McGonagall se puso muy seria y todo el mundo calló de nuevo.—Ya sé que las parejas que hemos creado para el proyecto no son del gusto de todos, y que la convivencia no es fácil. Por eso, hemos decidido celebrar este baile, para que os podáis conocer mejor en un ambiente mas distendido. Tendréis que venir acompañados por vuestras parejas de proyecto, y elegir un disfraz en pareja. ¡Será muy divertido!—sonrió.

Los alumnos de séptimo curso se empezaron a quejar en voz baja y a levantarse para irse del Gran Comedor. La cena había terminado. Miré a Malfoy, que estaba sentado en la mesa de Slytherin justo delante de mí. Como siempre, Pansy estaba enroscada a su lado.  Esa chica era más pesada que una lapa. Apreté los dientes. ¿Por qué tenía que estar todo el santo día encima de Malfoy? Me hizo ligeramente feliz pensar que Pansy no podría ir con Malfoy al baile. Chúpate esa, bruja. Los ojos de Malfoy se cruzaron con los míos y aparté rápidamente la mirada. Los chicos ya se habían ido a sus casa, así que me levanté y salí de Hogwarts.

Apreté el paso, no quería que Pansy pasara a mi lado del brazo de Malfoy. Sólo de pensarlo me entraban ganas de vomitar. Sentí unos pasos rápidos detrás de mí, pero era solo Malfoy, no había rastro de Pansy.

—Estarás contenta, ¿no, Granger? Ahora al menos tendrás pareja para ir al baile. Si no estuviera obligado a ir contigo, seguro que tendrías que ir sola—dijo con una sonrisa de suficiencia.

Allí estaba otra vez. La parte gilipollas de Malfoy. Este chico tenía un grave problema de personalidad múltiple.

—Claro, Malfoy—resoplé.—¿No ves que estoy dando saltos de alegría? El sueño de mi vida es bailar contigo—dije con un tono mordaz.

Hielo y CaobaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora