Capítulo 9

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Nuestros días eran más largos, ya que estábamos en la semana final de la entrega del proyecto, todo era una locura, noches sin dormir, trabajo excesivo. Esa noche nos encontrábamos en la oficina de pie una al lado de la otra analizando los artes del proyecto, muy cerca para que nuestros hombros se rozaran, muy cerca para respirar nuestro aroma, muy cerca para sentir el calor que emanaban nuestros cuerpos, muy cerca para mí. En un movimiento torpe o quizás muy consciente de mi parte rocé su mano y la acaricié como aquella primera vez, mucho más diría yo, miré sus ojos que ya buscaban los míos con atención. Sentí que mi corazón se saltaba algún latido y no sé qué fuerza extraña me hizo retroceder y comenzar a caminar en la dirección opuesta a ella.

No sé qué estaba haciendo, pero tenía mucho miedo, era obvio que esta vez estaba completamente sobria y era una cobarde, maldita cobarde, idiota, tonta y... sentí su mano que tomó mi antebrazo, me giró hacia ella y con una mirada desorbitada me dijo. - ¿A dónde demonios crees que vas en esta ocasión? – me acercó hacia ella sin dejar de mirar mis ojos, ninguna apartó la mirada y yo me sentí desfallecer.

Ella aflojó la presión que tenía en mi antebrazo y bajó una de sus manos hasta la mía y la otra la posó en mi nuca atrayéndome más hacia ella, hasta que ambas respirábamos el mismo aire y como un susurro dijo - Si no recuerdas yo te haré recordar lo que nunca olvidarás - y sentí el contacto de sus labios contra los míos tierna, suave, pero sensualmente y...ya no pensé en absolutamente nada más. Solté la mano con la que me sujetaba y la situé en sus caderas hasta que nuestros cuerpos estuvieron presionados uno contra el otro.

Despegué el contacto de sus labios por un segundo, que parecieron horas por la necesidad de cercanía para decir casi inaudible. - Es lo único que he recordado todos estos días...solo deseando más. - Katherina sonrió mordiendo su labio inferior y me regalo una pícara y deliciosa mirada.

Nuestros labios se encontraron nuevamente, esta vez con más intensidad, con más deseo, con más necesidad; sujeté con más fuerzas sus caderas hasta no quedar más espacio entre nuestros cuerpos. Sus manos en mi espalda, en mi cuello, en mi trasero...en todos lados, me hacían respirar jadeantemente, su lengua acariciaba la mía y me sentía en el cielo cada vez que sentía su contacto. Acerqué mis labios hasta su cuello y respiré todo su aroma embriagador, enloquecedor, lo besé, tracé su contorno con mi lengua mientras ella ladeaba su cabeza hacia un lado y de su boca dejaba salir un gemido que me hizo erizar la piel, subí mi boca hasta su oído. - Por Dios, me vuelves locas.

Acaricié su espalda, dibujé con caricias su figura, sus curvas, hasta que dejé mis manos en su trasero para atraerla con leves movimientos hacia mí, nuestros gemidos morían dentro de nuestras bocas con cada movimiento de nuestras caderas.

Kat me dirigió hasta el borde del escritorio y me acorraló con su cuerpo contra él, acomodó sus manos en mi trasero y levemente me hizo sentar en él y como por instinto enredé mis piernas alrededor de sus caderas dando comienzo a delicados roces. La besé nuevamente dejando que mi lengua vagara con libertad dentro de su boca; desesperada, hambrienta de ella. Ella besaba con deseo mi cuello y dejaba tras cada beso la humedad de su lengua hasta llegar a mi pecho y sujetar con sus manos mis senos, para luego subir nuevamente y besar mis labios con desenfreno, un descontrolado gemido murió dentro de su boca.

Y ya no quería regresar, mi cuerpo ardía en un calor excitante que se extendía a través de cada fibra, estaba extasiada, nunca me había sentido tan fuera de control, tan fuera de mí, tan descontrolada...

- Señorita Ferre, ¿aún continúa usted aquí? - se escuchó decir al empleado de mantenimiento desde el pasillo y sentí que mi corazón se paralizó, quedé abrazada a Kat, con la respiración entrecortada y sin mover un solo músculo.

Ella me observó con sus cejas arriba, tomando aliento y tratando que su voz pareciera la de siempre respondió. - Si, Alberto, aquí sigo, me quedaré un poco más. – con sus ojos mirando al cielo y mordiendo su labio inferior como una niña malcriada. - Lo despediré - dijo por lo bajo.

- Bien Señorita dejaré las luces del pasillo encendidas, no se quede mucho que ya es tarde, que tenga excelente noche. - respondió y escuchamos sus pasos perderse por el pasillo.

- Gracias Alberto, buenas noches. – exhaló todo el aire que había retenido para ocultar su respiración jadeante.

- Por Dios, mi corazón era un músculo sano hasta el día de hoy. - dije tratando de tranquilizar todos mis sentidos descontrolados.

- Pero necesita acción. - comentó maliciosamente.

- ¿Cómo?

- Cariño como la canción, "mi corazón es un músculo sano, pero necesita acción", el tuyo necesita algo de acción.

Me detuve a mirarla mordiendo mi labio inferior con una sonrisa, abrazada a su cuello y ella sosteniéndome aún por mi cintura sobre el escritorio, me detuve a deleitarme con su hermoso rostro, a enloquecerme con su exquisita mirada, a embriagarme con su cercanía.

- ¿Qué? - se apresuró a preguntar.

- Nada, solo que...me gusta cuando me llamas cariño y bueno...tus ojos y tu mirada, tus labios y lo suaves y deliciosos que son, tus caricias y lo increíble que me hace sentir cuando me tocas...

- ¿Algo más?

- Si...me gustas tú.

Kat me regaló una de esas sonrisas que siempre he amado, acarició mi mejilla delicadamente, terminó posando sus dedos en mis labios y los besó suavemente mientras me abrazaba fuertemente y susurraba en mi oído. - Espero que mañana no hayas olvidado nada de esta noche.

Sonriéndole pícaramente le digo - Bueno siempre estás tú para hacerme recordar, ¿no?

- Cuando quieras. - besó nuevamente mis labios, tomó mi mano para que bajase de sobre el escritorio y salimos de la oficina como ninguna otra noche antes...


No todo lo que se ve es realidad (Sankh)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora