Capítulo 3

9.9K 773 36
                                    

No sé si soy yo, o es que el tiempo no pasa demasiado rápido. He mirado el reloj que hay colgado en la pared, al menos veinte veces si no han sido doscientas. Siento la necesidad de terminar el trabajo para irme cuando antes y poder solucionar este problema el cual me está empezando a preocuparme.

Un par de horas después me encuentro recogiendo algunos documentos para llevarme algo de trabajo a casa y poder encontrar solución a mi traba. Por supuesto tengo que contar con la intervención de mi adorable secretaria, la cual se para en mitad de la puerta exigiéndome en voz alta que le diga dónde voy.

Miro al techo buscando la respuesta, porque en verdad las voces de mi mente me dicen: Haz algo, pero que sea rápido.

- Alysa cariño, podrías apartarme un par de metros, necesito irme y tengo mucha prisa.

- ¿Y dónde vas?

- ¿Es que te tengo que dar explicaciones de mi vida privada?-Empiezo a molestarme y creo que la paciencia ya va por el nivel 3.

- Pues sí. Dime tú si alguien te busca que debo de decirle. Venga dime dónde vas y de paso me entero.

- ¿No crees que eres demasiado metiche? Y si alguien pregunta por mí, dile lo que quieras, total siempre haces lo que quieres. Y ahora te apartas de la puerta o te aparto. -Empiezo a empujar su silla hacia atrás para que me deje irme de una vez. Por favor que paciencia hay que tener con esta mujer.

- Y si me preguntan tus padres, ¿qué les digo? -Y arre que erre, esta mujer es que no se le secará la lengua.

- Dile que me he ido a buscar una novia, verás que felices se ponen. Hasta mañana. -Agradezco de que las puertas del ascensor se cierren y haya podido al fin librarme de mi por pesadilla.

En cuestión de una hora me encuentro en "La Rosa Azul" un local donde solo pasamos hombres y donde varias mujeres hermosas te prestan todas sus atenciones para quitarte el estrés.
Entro al local, saludo a Verónica, la dueña y a varias muchachas más. Las cuales llevan muy poca ropa y dejan volar mi imaginación. Y lo que no es la imaginación.

Me siento en un sofá negro echando mi cabeza hacia atrás mientras hablo con mi doctora. Sí, Verónica, una mujer jubilada fue médico de cabecera y aún es dueña de este paraíso.
Empiezo a contarle lo que me sucede, Verónica me mira con detenimiento haciéndome varias preguntas. Según ella, no es nada grave, solo extres. Eso me lo creo. Y para comprobar que en verdad me funciona el tiburón me voy junto a una morena con unos ojos grandes verdes hacia el jacuzzi.

¡Oh siii! Esto es vida.
Aquí me encuentro rodeado por cuatro mujeres jóvenes, con unas curvas que me matan, metidos en el jacuzzi dejando que ellas hagan lo que más deseen conmigo. Y en verdad, la receta de Verónica ha dado resultado. Mi tiburón está vivo, y yo estoy disfrutando con la compañía de estas señoritas dándole camboya de la buena.
Tras haber fornicado con varias de mis niñas, decido irme a casa.
Antes de salir, Verónica me llama interesándose por mi salud.

-Que quiere que le diga Verónica, ahora estoy mucho mejor, mi tiburón se ha comido varias almejas y yo no tengo de qué preocuparme.

-Ves te lo dije. A veces el estrés puede afectar a tu miembro, solo debes de relajarte y no pensar que no se te empina. Me alegro que ya estés mejor y mi receta te haya servido.

-Ya te digo que si me ha servido. De verdad estoy hecho un máquina. -Nos echamos a reír mientras le pago a Verónica por haberme recomendando esa sesión de sexo tan exótica.

Camino feliz hacia mi auto. Dentro pongo el radio comenzado a conducir hasta casa.
En verdad mis niñas hacen bien su trabajo, me han dado un masaje que me han dejado como nuevo.

QUIERO ALGO DE TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora