Capítulo 22

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El tiempo iba pasando, casi estamos en primavera.
Quedaba poco para el nacimiento del bebé, estas últimas semanas Alysa ha estado más en el hospital debido al riesgo de perder al bebé, y por ello los médicos la han tenido en vigilancia. Habido momentos en los cuales hubiera deseado no verla en ese estado, incluso me había arrepentido de haber sido su donante.
En ningún momento la he dejado sola, siempre he estado acompañándola preocupándome por su salud.

Esta misma mañana había estado hablando con el señor Konin sobre ir a trabajar a Japón para ponerme al frente del proyecto. Por supuesto le he pedido un poco más de tregua, no puedo marcharse con la incertidumbre de saber cómo se encuentra Alysa y mi, mejor dicho, su bebé.

Hace unas semanas atrás, volvimos a discutir por lo mismo. Donde me había dejado claro nuevamente cual era mi deber según ella.
Continuar con mi vida y hacer la vista gorda a ese niño que lleva mi sangre. Es mío y por más que se lo diga no entra en razones siempre impidiéndome acercarme a ella y al bebé porque según ella por ser su madre tiene más derecho que yo, y yo digo que también tengo derecho sobre el bebé porque aunque no se haya fabricado de una manera natural, es de algún modo mío.

Y aquí estoy, conduciendo hacia el hospital porque hoy le van hacer la cesárea, después de meses de espera hoy al fin podré verle la carita.

Al llegar al hospital, voy directo hacia la sala de espera donde se encuentran mis padres y mis hermanas acompañando a Rosi.
Lo primero que hago es preguntar por Alysa, al parecer no tienen noticias. Me quedo de pie apoyado a la pared comiéndome por dentro los nervios sintiendo un cosquilleo desde la planta de mis pies hasta el estómago.
La espera se hace eterna, nadie vine a decirnos nada, camino de un lado a otro revolviéndome el cabello exaltado, necesito saber qué está pasando.

Al fin viene una enfermera acompañada de un doctor. Ambos nos dan la noticia más esperada del día. Alysa ha tenido a su hijo, los dos están bien. Por muy extraño que parezca me siento aliviado y feliz. Abrazo a Rosi levantándola hacia arriba de lo contento que estoy. Ahora mismo me encantaría poder ver a mi hijo.
Y lo hago, paso a la pequeña sala donde se encuentra mi hijo en la incubadora.
Es tan pequeño, tan hermoso. Es una sensación tan especial. De hecho no encuentro las palabras exactas para definir estas emociones desconocidas y ahora el pequeño Aarón me ha presentado. Siento tanta sensibilidad en mi corazón como un picor en mis ojos.
Es mi hijo, pienso para mis adentros viéndolo y tocando ligeramente mediante un agujero su pequeña manita.
Emocionado salgo a la sala de espera donde nos encontramos todos esperando poder ver Alysa.
Yo no la vi hasta el día siguiente.

Antes de pasar a la habitación paré en una floristería para comprarle un ramo de flores y algo de chocolate.

Para mi sorpresa mis padres no habían llegado aún, Rosi se había ido a la cafetería para desayunar.
Con mis mejores sonrisas le saludo haciéndole entrega de las flores.

—Buenos días Alysa, ¿Cómo te encuentras, has pasado buena noche? —De pronto me siento tímido. Le hago entrega del ramo de flores y los chocolates. Acto seguido tomo asiento en la primera silla que veo cerca de ella.

—Estoy mejor gracias, aunque siento mucho dolor.

—Ayer vi Aarón es un niño precioso. —Le cuento emocionado.

—Evan, deja de babear y quítate de la cabeza que vayamos a formar una familia. Yo en estos momentos soy la mujer más feliz del mundo, tengo justamente lo que más he deseado en mi vida. El poder tener a mi hijo me ha hecho de entender que no hay obstáculo para una mí.

—Alysa, no deseo discutir contigo, solo trato de hacer las cosas bien. Y quiero formar mi familia con vosotros. Te quiero Alysa.

—Demasiado tarde Evan. Yo no te quiero y no creo que volveré a enamorarme de ti como cuando era una adolescente. De hecho, te quiero lejos de mi vida. Pienso seguir adelante con Rosi, sin tu ayuda, para mí ya has dejado de ser útil. Y si no me he marchado antes, es por tus padres.

—¿Tanto me odias para decirme todo esto? Sí, entiendo que te causé mucho daño, llego a entender que te rompí el corazón y  no di ningún tipo de explicaciones. Acepto que estuvo mal lo que hice. Pero no cuentas todo lo que he estado haciendo por ti desde que te quedaste minusválida. He estado a tu lado apoyándote. Eso no cuenta, solo dices lo malo y lo bueno donde ha quedado. Eres una egoísta Alysa, piensas en ti, te estoy pidiendo una segunda oportunidad, déjame intentarlo de nuevo, si no paso la prueba entonces me alejaré de ti.

—Si te pedí de que fueras mi donante fue por ese amor que te tuve, pero seamos razonables Evan. Yo no soy una mujer completa, no puedo ofrecerte lo que otras mujeres te dan. No puedo sostenerme de pie, soy una carga Evan, un estorbo en tu vida en el cual llegarás a cansarte y buscarás a otras mujeres. No quiero volver a vivir de nuevo ese dolor. Te agradezco todo lo que has hecho por mí, pero nunca me has mirado como mujer, sino como la amiga que está sentada en una silla de ruedas y cuando te ha apetecido tener sexo has salido a buscarlo, desde que llevo prostrada en la silla de ruedas no he visto algo en ti que me haga de ilusionarme de nuevo. Nunca has intentado besarme con pasión, si lo has hecho es por despecho, he estado ahí para ti Evan, pero para ti soy Alysa tu secretaria, la que te ha sacado las castañas del fuego.

Me quedo en silencio viendo como una pequeña lágrima se desliza por su mejilla.
En este momento me siento como el peor de los hombres por no haberme percatado de que mientras yo estaba viviendo mi vida a mi manera, ella se estaba callando lo que sentía por mí. ¿Y ahora que espero? ¿Qué me perdone y casarme con ella?

Su rechazo me duele, me agrieta el corazón hasta el alma se me quiebra de pensar en lo estúpido que he sido.

Salgo de la habitación para ver por última vez Aarón.
Con mis ojos rajados en agua me despido del bebé de Alysa. Siento una punzada en mitad de mi pecho al tener que decirle adiós y no volver a verlo más.
En parte Alysa lleva razón, ella no me necesita, tiene a su hijo por lo que yo ando sobrando en su vida.
Estoy seguro que estará mejor sin mi.
Al final, me lo replanteo y decido viajar hasta Japón aceptando trabajar en la empresa de mi socio.

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