Capítulo 4

8.3K 690 18
                                    

Se ha ido, se ha ido. Vamos estoy que no me lo creo.
Hasta me siento como los perros que le quitan las pulgas.

Más feliz que una perdiz empiezo a conducir hasta la oficina.
Llego sonriente, y tan de buen humor que no me importa encerrarme en una reunión durante un par de horas. Pero a los cinco minutos ya estoy discutiendo con uno de mis empleados por no hacer las cosas como es debido.
Me relajo, bebo de mi café amargo.
¿A esta secretaria se le ha olvidado el azúcar?

— Nazaret, puede traerme algo de azúcar, el café está muy amargo. -— Trato de sonar cortés al ver el rubor en sus mejillas.

—- Lo siento señor Zabat, no volverá a ocurrir. -— Nazaret retira el primer café para dejarme otro encima de la mesa.

Continúo con la reunión, parece que ahora todo fluye con normalidad, y mis empleados me muestran su trabajo acompañados de su ideas las cuales me parecen interesantes. Debatimos un rato más sobre el primer ensayo del programa hasta la hora de almuerzo.
Salgo de la sala de reuniones hablando con Raoul, sobre cómo se podría hacer la presentación de otra forma más interesante y rápida.
Me gusta lo que dice, quedo en reunirme con él después, antes debo de ir hasta mi oficina para revisar mis correos.

Cruzo por la mesa de Nazaret, veo que aún sigue pegada al ordenador sin parpadear.
La observo unos segundos hasta que se da cuenta de mi presencia.

— Señor Zabat, se le ofrece algo.

— ¿Porqué no está comiendo, hace diez minutos que debería haberse marchado a comer?

— Yo... discúlpeme, pensaba que debía de pedirle permiso antes.

—No. Usted cuando sea la hora puede marcharse, no es necesario que deba pedirme permiso.

-— Siento mi torpeza señor Zabat. Ahora mismo me marcho. Gracias.

— Tranquila, no pasa nada. — Miro la pobre chica como recoge sus cosas medio templando. Presiento que algo no va bien.

— Nazaret, ¿Tiene algún problema en su vida personal, o es que está nerviosa por ser su primer día?

— No...yo...no tengo ningún problema personal, es que Alysa me comentó como debía realizar mis tareas y siento que no doy una. — Nazaret no puede ni levantar su rostro para mirarme de lo abochornada que debe sentirse y todo por culpa de Alysa.

— Escuche Nazaret, olvide todo lo que Alysa le dijo, yo mismo me encargaré de darle las instrucciones referente a su trabajo. Ahora haga la pausa del almuerzo  y la espero después.

— Muchas gracias señor Zabat. Es usted muy generoso. — Al fin la muchacha ha podido sonreír y se ha marchado para comer.

Me giro sobre los talones entrando a mi oficina muy pero que muy molesto con Alysa.
Juro que cuando regrese a trabajar le pienso tener una sorpresa preparada. No sé cual, pero algo se me me ocurrirá.
Seguro estoy  que se va acordar de Evan Zabat.
Quitándome de mí mente a la bruja de Alysa, continúo con mi trabajo hasta que escucho tocar la puerta.
Se trata de Nazaret, la pobre viene cargada con una bolsa de comida.

— Disculpe señor Zabat, le he traído algo de comer he pensado como usted no ha salido a comer. ¿Le apetece comer algo?

— Eres muy amable. Y gracias por tomarte las molestias en traer la comida. 

— Es todo un placer. No tiene que agradecerme nada. — Nazaret se marcha y yo me quedo mirando la comida.
Llamo de nuevo a Nazaret. La pobre pasa nerviosa sin atreverse a mirarme.

— Nazaret, una pregunta: ¿Dónde está la carne? Solo veo hierba.

— Disculpe señor Zabat, pero como usted es vegetariano. — La sangre me quema por dentro, matarla a la bruja es poco.

QUIERO ALGO DE TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora