Capítulo 11

7.4K 615 26
                                    

Me separo de Alysa clavando mis ojos en ella buscando en sus oceánicos luceros la respuesta, alguna pista que me diga que estoy en lo cierto.
No veo nada, pienso que esa mirada tan llena de júbilo es porque me ha obligado a ser su donante.
Acaricio su mejilla con delicadeza traspasando su calor inmediatamente a través de mi piel invadiendo me la ternura y las ganas de besarla de nuevo si no fuera porque rápidamente me ha quitado la mano.

— Escúchame Zabat, a mí no me la das, tú y tus juegos de seducción no funcionan conmigo.

— ¿Encima no? Si has sido tú quién me ha besado. — Molesto le doy la espalda ante su rechazo.

— Vaya para una vez que se me va la olla vas y te lo crees. Solo me he dejado llevar por la emoción del momento imbécil. Y ahora ven, llévame hasta tú cama, hoy no tengo enfermera. — La manera de hablar tan fría de Alysa hace de replantearme del error que acabo de cometer al haber pensado que ella pueda estar enamorada de mí.

— ¿Tengo que hacerte de enfermero, cosita linda? — Cambio mi actitud con ella con la intención de  incordiarla.

— Mira mongolo, a mi no me llames cosita linda que te juro que te estampo el jarrón en la cabeza haber así reaccionas de una vez.
Y segundo, sí. Necesito que me ayudes...a quitarme la ropa. — La voz de ella va desapareciendo al percatarse de que debo ayudarla a ponerse el pijama.
Antes de que comience a soltar veneno por su boca la cojo en volandas llevándola hasta mi cama.
Me arrodillo para ayudarla. De pronto se hace un silencio glaciar que hasta me llega ha preocupar.
Desde mi posición la veo como arruga la sábana, creo que no le agrada  la idea de verla en paños menores, por lo tanto decido marcharse dejándola sola.

— Evan, ¿Puedes venir a terminar de ponerme el pantalón del pijama o quieres que duerma en bragas pervertido?

— No sé, como te he visto algo rara he pensado que necesitas tú espacio.

— Te habrás quedado calvo de pensar. Sabes que no puedo mover las piernas para que te vas.

— Deja de gritarme y de comportarte como una niña infantil y haz el favor de dejarme que te ayude, contigo uno no sabe cómo acertar.  — Estoy tan alterado que no reparo que he levantado la voz.
Me da igual, le pongo el pantalón del pijama y me largo cabreado de la habitación hacia el salón donde me dejo caer frustrado en el sofá.

El cansancio me va pudiendo cada vez más por lo que no tardo en recibir a Morfeo.
De sopetón escucho a Alysa llamarme.
Me levanto desganado arrastrando los pies hasta llegar a la habitación.

— Qué le pica a la señora para tener que despertarme a estas horas. — Bostezo, casi ni me puedo sostener de pie del sueño que tengo.

— Evan, dame agua y quédate a dormir conmigo, por favor. — Como un sonámbulo me dirijo hasta la cocina, le lleno un vaso de agua y se lo entrego.
Arrastrando mucho sueño me dejó caer en la cama como un saco de patatas.
Inmediatamente me quedo dormido.

Madre mía qué calor que tengo, y lo que es peor me siento excitado. Habrá sido por el sueño tan erótico que tenido metido en la sala de juntas pegando una charla a mis empleados.

— ¿Quieres quitar tus manos de mi culo ricura? — Esa voz de mi adorable secretaria también la tengo que escuchar en mis sueños.
Mierda no es un sueño, es que la tengo durmiendo en mi cama.

— Perdona, yo...— Joder que marrón y ahora que hago si acabo de levantar una tienda de campaña.

Miro perplejo el panorama que tengo. Por un lado tengo a Alysa pegada a mí y por otro estoy como una moto.

—Qué, te animas a ayudarme para bajarme la temperatura.

—Evan, tú tienes un problema y no es chico. Deberías de acudir a un psicólogo sexual. Además yo no sé qué debo hacer en estos casos, si estuviera Rosi seguro que ella te echa una mano encantada. —Me quedo pensativo. ¿Rosi me ha ayudar a bajarme la temperatura? ¡Oichs! Hasta escalofríos me dan de pensarlo.

QUIERO ALGO DE TI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora