Capítulo 27

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CAPÍTULO 27

—No lo sé... —respondí con sinceridad.

—Tus labios... no tienes idea de todo lo que quiero contigo, quiero mostrarte el mundo —habló en tono suave.

—¿Nuestro mundo ideal?

—Nuestro mundo Annie, mágico —confesó y luego sentí ese ardor en el vientre que me volvió gelatina entre sus brazos—. ¿Quieres que me detenga? —dijo mirándome a los ojos. Sus pupilas estaban tan dilatadas que sólo se veía un fino círculo de sus ahora profundos diamantes. Sin darme tiempo a reaccionar, sacudí la cabeza y pegué el cuerpo al suyo.

—No podemos ser simplemente mejores amigos, lo sabes, ¿verdad? —añadió.
Sus labios rozaron mi cuello e hicieron temblar todo mi cuerpo. Continuó trazando una línea de besos por mi mandíbula, y asentí. Sabía que tenía razón. No tenía ni idea de qué éramos, pero sabía que nunca volveríamos a ser los simples amigos que éramos antes. Sus labios rozaron el punto justo debajo de mi oreja, y gemí, lo que lo llevó a repetir el movimiento.

—Jareb —gemí, y aplique más fuerzas a mis piernas. Baje las manos por su cuerpo y clave las uñas en sus brazos. Creo que podría estallar sólo con que siga besándome.

—Quiero que nunca nos separemos —su voz sonó cargada de desesperación. En el fondo sabía que ya me tenía atrapada entre sus redes.

—Dilo, Annie —exclamó separándose y rozando mi labio inferior. Yo asentí de nuevo, esta vez intensificando el movimiento—. Necesito que lo digas, princesa, con palabras—su mano bajó y se coló por debajo de su camisa que cubría mi cuerpo.

—Quiero... —me apresuré a decir, y él sonrió pegado a mis labios mientras
su boca continuaba con su dulce asalto. Sin decir nada, me sostuvo de los muslos y me levantó un poco más sobre su pecho mientras salía del agua. Cuando llegó a la manta que habíamos tendido con anticipación, me dejó en el suelo. Me quejé, haciéndolo reír, quizás le estaba dando indicios de que lo necesitaba. Lo único que sabía es que lo deseaba, lo necesitaba cerca de mí. Alargó los brazos para cogerme de las manos y atraerme hasta él.

Sin saber muy bien qué hacer, me lancé a sus labios y bese de forma desesperada.

—¿Estás ansiosa? —Sonrió y yo intenté poner los ojos en blanco, pero probablemente se vio como otra cosa. El calor de mi cuerpo iba desapareciendo a medida que no sentía su toque.

— ¿Te gusta estar conmigo Ann? —preguntó entonces con voz grave, alejándose.

—Si —susurré—no me imagino con otra persona Jareb—confesé.

Él agarró inmediatamente el dobladillo de la camisa y tiró de el hacia arriba para quitármela. Su manera de mirarme me volvía loca, y tenía las hormonas tan alborotadas como para pensar.

¡Joder! dije que lo olvidaría

El pulso se me aceleró al ver cómo recorría mi cuerpo con los ojos una vez más antes de tirar de mis manos.

—Acuéstate —ordenó y me guío hasta ella junto a él.

Ya acostada, él se posicionó de lado, apoyándose en un codo, de cara a mi cuerpo. De repente algunos pensamientos asaltaron mi mente y me encontré preguntándome con cuantas chicas había estado.

—No te vayas por ahí—dijo como si supiera lo que estaba pensando.

—Es que has estado con muchas chicas —espete, y él frunció el ceño

—Nadie como tú. Nadie como esa semana en Punta Cana.

Sabía que siempre quería hacerme sentir bien y que aquello podría contra decirlo pero decidí dejarlo estar.

Subió la mano hasta mi cuello y luego la hizo bajar, acariciándome
únicamente con la yema de sus dedos, por el sendero de mis senos al estómago, hasta que se detuvo por encima de mi ropa interior. Miles de pensamientos azotaron mi cabeza, pero se disiparon en cuanto deslizó la mano por debajo de mis bragas. Escuché su respiración agitada y acercó su boca a la mía.

—¿Te gusta? —preguntó con sus labios apenas rozando los míos.

Asentí, y él hundió un poco más los dedos en mí.

—¿Te gusta más cuando yo lo hago?

—¿Qué?... —conseguí decir, aunque había perdido el control de absolutamente todo lo que conectaba mi cuerpo con el cerebro.

—Espera...¿Solo he sido yo? ¿Y la noche con Fede?

—Solo has sido tu Jareb.

Asentí con las mejillas rojas como un tomate. Continuó besándome, y siguió moviendo los dedos de una manera que me volvía loca.

—Tu cuerpo reacciona a mí de una manera tan dulce, y... —susurro, y solté un gemido.

Jareb sonrió y no contestó. Su boca descendió por mi cuello, hasta mi pecho, sus manos masajeaban mi otro seno. Sentí una presión acumularse en mi vientre, y era una sensación que me sobrepasaba. Cerré los ojos con fuerza y me mordí el labio. Levanté la espalda del césped de nuevo y empezaron a temblarme las piernas.

—Jareb —susurre, y volví a repetir su nombre, y por el rosa de sus
mejillas, sabía que le encantaba que lo hiciera. Sacó la mano lentamente y la apoyó sobre mi cintura mientras intentaba que mi respiración volviera a la normalidad.

—Esperaré unos minutos —dijo tendiéndose a mi lado. Me incorpore y miré a Jareb. Ya se había puesto la ropa y me observaba con una sonrisa mientras se volvía a acostar a mi lado. Estaba oscureciendo, las estrellas comenzaban a brillar.

—Yo te puedo mostrar cosas maravillosas Annie Lar —musitó mirando el cielo.

—Ojala todo fuera diferente Jareb.

—Así son los sentimientos divinos pero prohibidos, ojala Annie, ojala todo fuera diferente —susurró.

—Así como las estrellas, están distanciadas una de la otra pero conectadas al fin y al cabo, que fantástico sería encontrar a aquellas personas que nunca digan que no, que no teman y conecten a los que se aman —expresé sin apartar la mirada de aquel asombroso azul que no tenía fin, al menos no de una forma tangible.

—Cada vuelta en este mundo, es una sorpresa —reflexionó levantándose.

—¿Ya nos vamos? —pregunté con timidez

—Sí, te llevaré a casa. Allá hablamos.

Cuando me puse los zapatos, el ambiente entre nosotros había pasado de ser apasionado a ser distante. Esperaba a que comentara algo de camino al auto, pero no abrió la boca en ningún momento. Me abrió la puerta y senté en la parte del copiloto.

—¿Te pasa algo? —me preguntó mientras conducía de vuelta y vislumbre la ciudad.

—No lo sé. ¿Por qué no simplemente podemos ser amigos? —le pregunté, aunque temía escuchar su respuesta y no pude mirarlo directamente a los ojos.

—Por qué yo no te quiero como mi amiga Annie. Tristemente no puedo encerrarnos en nuestro mundo ideal, pero espero hacerlo algún día.

Nunca había escrito una escena así además de las anteriores, espero que les guste.

Perdona pero me enamoré ©   COMPLETA ✔( EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora