CAPÍTULO 3
JAREB PRYDE
En que maldición me encontraba.
«¡Joder, joder, joder!».
Estaba hermosa, ella era toda una diosa, moriré de un ataque del corazón, por ver tanta belleza en un solo ser, si es posible.
Annie es de esas chicas que se entregan por completo, con ella era todo o nada y eso lo supe desde el principio.
Sabía que me estaba lanzando a un precipicio al decir que no la amaba.
Algo en mi interior se rompió ese día, aún lo recordaba a la perfección. Una noche de amigos y confesión, en casa de Matt, lugar a donde ella nunca debió llegar.
Nos encontrábamos jugando verdad o reto, cuando llegó mi turno Matt me preguntó si sentía algo por ella, mi respuesta no fue más que un «Ella es mi hermanita», la mentira más grande de este mundo.
No esperaba que apareciera entre la oscuridad con lágrimas recorriendo su rostro, no entendía en ese momento el motivo de su llanto y aún sigo sin entender porque llegó en ese preciso instante.
¿La amaba?, más que a mi alma.
Incluso los mejores amigos se aman.
¡Jodida mierda! Me había enamorado de la única persona que no podía conocer mi pasado y mucho menos la razón de haber entrado en su vida.
Yo no la quería solamente como mi mejor amiga, pero mi temor a perderla me detenía, me hacía volver a la realidad y dejarlo simplemente como una amistad.
Ella me buscaba con la mirada, sin darme cuenta ya me encontraba avanzando hacia ella, como si un fino hilo invisible nos conectará, generando cargas eléctricas e idiotizándome por completo.
—¿Lista? —cuestioné muy de cerca, entrecortando su respiración.
Asintió sin decir nada, agarró su equipaje y dejo guiar tomando mi mano.
El catorce de febrero, hace dos años realizamos un intercambio de cartas con una confesión, en ella mencionó su deseo de conocer y estar en Punta Cana, una hermosa playa que se encuentra al este de República Dominicana con kilómetros de aguas claras y una fina arena en donde podías perderte todo el día.
—No sé qué pasa contigo, pero no eres la misma Ann —susurré dolido, en un tono muy bajo mientras giraba el rostro.
La observé fruncir el ceño y perderse en sus pensamientos, dejando un incómodo silencio entre nosotros, sin más preguntas ni comentarios.
¡Maldita sea! Siempre la tenía que echar a perder yo.
« No es todo mi culpa », pensé.
¿Desde cuándo habían cambiado tanto las cosas entre nosotros?
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Perdona pero me enamoré © COMPLETA ✔( EN AMAZON)
RomancePUBLICADO EN FÍSICO Y EN DIGITAL 《Si los besos de fresas son ricos,imagínate con chocolate》 Sentimientos entrelazados guardaban en un cajón de cristal, química imparable, descontrolada en una partida sin planear, pasados cruzados, motivos desconocid...