Capítulo 30

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Para leer este capítulo debes recordar personajes y escenas de los primeros específicamente entre el 6 y el 12

CAPÍTULO 30

Los nervios me ganaron mientras avanzaba por el local, que pasaba muy bien por restaurante de día y discoteca de noche ¿Cómo era que esto me había parecido una buena idea? Nicolás me iba a matar, y Xavier  pensará que me he vuelto loca. Cuando Fede me vio, sonrió de oreja a oreja y dijo.
—¿Qué haces aquí?
Me estrechó entre sus brazos.
—Bueno...Te estaba buscando, quedamos en hablar recuerdas —le respondí.
—¿Va todo bien? ¿O es que me extrañabas? —se echó a reír.
—Un poco —con eso era suficiente, por ahora.
—Cuánto tiempo sin verte, Annie —dijo Charlie acercándose— ¿Dónde te tenía Jareb?
Para mi sorpresa detrás de un chico rubio estaba Rose con los ojos abiertos y le rodeaba la cintura con los brazos al chico. Por cómo lo miraba ella, sabía que había algo más allí. Rose me sonrió.
—Ven, únete a nosotros. El resto de los chicos aún no llegan.
Me preguntaba si querría decir que Jareb aún no llegaba. Los seguí a una de las mesas temiendo la respuesta a esa pregunta. Una pregunta que decidí ignorar. En vez de eso pedí unas papas con pollo. No había comido nada en todo el día y ya eran  más de las cuatro.
—Me aseguraré de que las traigan en un par de minutos —dijo la camarera antes de  irse.
Me comencé a morder las uñas recién pintadas y esperé a que trajeran mi pedido.
—Anoche hicieron una fiesta en la playa ¿te enteraste? —dijo Charlie levantando el vaso y  terminando de tomar el vodka.
—¿Sí? —sonreí.
Lo más frustrante de mi relación con Jared es  que nunca sabía quién era de su confianza. Si nuestra relación fuera normal, podría decirle que lo amaba y no estuviese pasando por todo esto solo por creer todas su mentiras, por intentar descubrir el gran secreto entre Rose y él. Pero como mi relación de normal no tiene nada, me quedé con la boca cerrada.
Entonces recordé nuestra conversación de aquella noche en la casa de su madre.
***
—¿Qué somos? —le pregunté cubriéndome con la sabanas.
—No tenemos obligaciones el uno con el otro Annie —murmuró entre dientes como si algo lo reprimiera a seguir hablando.
—Lo sé, no estamos amarrados. Lo que hacemos es raro, no pretendo que nadie entienda nuestra relación o que se enteren lo que pasa en nuestra intimidad pero ¿Hacia dónde vamos? ¿Qué obtenemos de todo esto? —lo miré sin despegar un segundo mi vista de la suya.
—Somos amigos Annie —soltó de pronto.
—Uno que me quiere desvestirme siempre que estamos solos en un espacio cerrado.
—Nunca te he mentido, tu tampoco, desde el principio somos bien conscientes que al final entre tú y yo solo hay una amistad, Annie, es lo único que puedo ofrecerte por ahora. No quiero lastimarte —susurró quitando la mirada de mis ojos.
—Ya lo has hecho —afirmé perdida entre sus palabras que provocaban caerlo a golpes.
—Solo puedo decirte que detrás de todo esto Annie, nada es verdad, todo es a media, mitad verdad, mitad mentira, pero ninguna de las dos lo son por completo.
—Amigos con beneficios, que nadie imagine lo que pasa entre nosotros y que todo siempre vuelva a ser normal al otro día —dije en voz alta para misma.
—Ven, acuéstate... —dijo atrayéndome a su cuerpo, recosté mi cabeza de su torso cerrando los ojos—, algún día espero ser todo lo que quieres, pero en este momento no puedo.
***
—Sí, fue una locura. Te acuerdas la casa del lago —Charlie se movió soltado una carcajada sacándome de mis recuerdos—. En la playa podemos hacer más de lo nuestro sin tener que explicar al día siguiente.
—Ah, ¿es que alguien vive cerca? —pregunté fingiendo no saber.
—¿Qué? No, la playa es la playa, hay libertad.
—Ah... —musité tomando de mi vaso.
—Hacía un frío de lo peor —comentó Rose sin poder contener la risa.
¿Cuánto tiempo llevaba en la ciudad? ¿Qué hacia ella acá?
—No fue para tanto —se rio Matt ubicándose a mi lado— ¿Qué tal todo Annie? Tiempo sin verte —habló acariciando mi pelo como en los viejos tiempos. La comida llegó junto con la ensalada de Rose y otra ronda de vodka para Fede, Charlie, el rubio y Matt que se había unido al grupo.
—¿No te apetece un poco de Vodka, Annie? —preguntó el rubio extendiéndome la botella.
—No, no. Pero gracias.
—¿Qué tal la nueva vida de empresaria? —me cuestionó Matt robándome una papa frita.
—¿Qué?
—La empresa —me repitió.
—¿Cómo te enteraste?
¿Eso le ha contado Jareb o lo vio en las noticias?
—Sí, porque desde luego tu vida ha dado un giro inesperado.
—¿Dónde está Annie la locutora que nunca dejaba de hablar?
—A esa Annie la encerraron en un calabozo —contesté fríamente.
—¿Qué pasó contigo y Jareb después que se marcharon? Desde luego no se quedaron en la casa con lo demás.
En ese instante decidí que me importaba un rábano lo que pensará Jareb.
—Jareb y yo nos fuimos a vivir juntos luego de la graduación —dije—, este año estuvimos juntos. En ocasiones él se iba a visitar a su madre o a casa de Matt, Fede y Charlie ¿cierto? —dije elevando una ceja. Dándome cuenta que de todos, a los únicos que conocía desde hace un buen tiempo era a Rose y a Matt. Los demás aparecieron por arte de magia en su vida, porque en la de Jareb ya estaban.
—¡¿Qué?! —exclamaron los tres al mismo tiempo.
—Sí, todo fue normal hasta que aparecieron ustedes de nuevo para invitarlo a fiestas —les explique.
Los tres me miraron como si de repente tuviera ocho cabezas.
—¿Qué? —inquirí perdiendo la paciencia.
—Nada. Es sólo que... ufff..., no sé. Eso sí que es una sorpresa —dijo Rose poniéndose de pie.
—¿Por?
—Annie, Jareb nunca ha dejado de vernos. Tú fuiste la que te apartaste, incluso de mí.
—Eso no es cierto —grité. Sabía que no era justo que la pagara con ella cuando con quien estaba realmente enfadada era con Jareb, que no había parado de decir mentira tras mentira pero no pude evitarlo. Frunció el ceño y me miró pensativa.
«Nada es verdad, nada es mentira », pensé.
—No lo sé. Sólo es que no me puedo imaginar a Jareb en...
Estaba a punto de preguntarle qué quería decir, cuando Matt y Fede miraron en dirección a la entrada y luego a mi. Cuando me di la vuelta, vi a Jareb a lado de una chica y un chico. Jareb se estaba quitando el suéter mojado, sacudiendo el pelo y limpiándose las botas en la pequeña alfombra del lugar. Aparté la mirada con el corazón a mil. Eran demasiadas cosas a la vez: Una chica colgando del brazo de Jareb y un chico detrás.
—Annie—me saludó Jareb sorprendido, detrás de mí. Lo miré y vi que tenía el rostro rojo, sabía que estaba ardiendo en rabia. Estaba haciendo un esfuerzo por contenerse, lo sabía, pero no lo creía capaz de conseguirlo.
—Tengo que hablar contigo —espetó.
—¿Ahora? —dije tratando de pasar por alto su comentario.
—Sí, ahora —contestó, e intentó cogerme del brazo, su acción favorita en los últimos días al parecer. Me levanté y seguí a una esquina de la pequeña disco—. ¿Qué coño haces aquí? —exclamó en voz baja con la cara a unos milímetros de la mía.
—He venido a hablar con Fede—no era mentira, al principio pensaba hablar con él ahora ya no tanto.
Me pilló.
—Y una mierda—intentó decir en un tono bajo pero la gente y los chicos tenían la vista fija en nosotros—. Tienes que volver a casa—exigió.
—¿Qué dices?
—Que tienes que irte de aquí.
—¿A casa? ¿Quieres decir a mi nueva vida de millonaria? ¿Por qué no le contaste nada de nuestras vidas?, somos amigos ¿no?, y ellos tus amigos porque míos no lo son —lo desafié. Se quedó estático— sí, se los he dicho —continúe—. Les he contado que... ¿Cómo era que no lo sabían? Meses viviendo juntos y me vengo a enterar ahora que tú nunca dejaste de verlos. ¡Qué demonios Jareb! Que tantos secretos escondes de mí, no tengo ni idea de quién eres, al parecer solo conozco de ti lo que tú has decidido mostrarme.
—No son mis secretos —mintió.
—¡Ah no! ¿Y de quién son? —pregunté—, estoy harta de engaños y secretitos, Jareb. Cada vez que pienso que puedo perdonarte cada cosa que has hecho los últimos meses... ¡Lo arruinas! No pienso ser más un secreto Jareb o tu marioneta para tapar verdades. ¡Se acabó!
—Ann —dijo atropelladamente—. No era mi intención lastimarte.
—Lo has hecho más de una vez Jareb y ya no te las voy a seguir pasando como si nada.
Casi pude ver la lucha interna que se estaba desatando tras esos ojos azules.
No dejaba de mirar a la mesas de los chicos asustado.
—No puedo seguir cerca de ti eres consciente de eso, ¿verdad? —dije.
—Lo sé —suspiró y se pasó la mano por el pelo húmedo por la lluvia— ¿Podemos irnos y hablar?
Asentí. No quería pasar ni un minuto más es ese lugar. Lo seguí de vuelta a la mesa donde todos fingían no haber tenido su mirada en donde estábamos.
—Nosotros nos vamos —anunció Jareb. El chico rubio me dirigió una sonrisa que no logré interpretar.
—¿Tan rápido?
Los hombros de Jareb se tensaron, entonces me di cuenta que no le gustaba que estuviera rodeado de los chicos, Matt, Fede, el rubio, la chica que había llegado con él.
—Sí —contestó.
—¿Regresan al apartamento? —preguntó Rose.
Le lancé una mirada. «¡No es el momento Rose!», grité en mi interior.
—¿Qué? ¿Regresaran a...? —dijo la chica que estaba colgada de Jareb antes de llegar.
—A su apartamento. Todo este tiempo han estado viviendo juntos —contestó Rose con una sonrisa. Claro no era común irte a vivir con alguien si no es tu pareja. ¡Caray! aquí todo lo tenían que mal pensar. Y ella de sobra sabía lo que sucedía entre Jareb y yo. ¿Quién era Rose? No se suponía que trabajaba en varias agencias de viajes y por lo mismo se la pasaba en distintas ciudades.
Sabía que sólo estaba intentando fastidiar a la chica, en circunstancias normales, le aplaudiría, pero estaba demasiado molesta con todos como para soportar los berrinches de una zorra
—Bueno, bueno, bueno... —exclamó la chica cuyo nombre desconocía golpeando la mesa— pero que noticia, nuestro querido Jareb con una millonaria ¿mejor amiga? Jar, Jar pero pensé que lo era yo —dijo mirando de manera desafiante a Jareb.
—Naty... —le advirtió. Juraría que a Jareb le estaban temblando los brazos, sus manos sudaban. Ella enarcó una ceja.
—¿No te parece que ya ha pasado mucho tiempo? ¿Qué estas llevando esto muy lejos?—añadió ella—, cierto, ella es la princesa en peligro que te asignaron para proteger.
—Naty, te juro que si no cierra las boca...
—¿Por qué ha pasado mucho tiempo? —inquirí.
—Annie, espérame afuera —Me ordenó Jareb, pero no le obedecí.
—No quiero. ¿Qué es? ¡Dímelo!—exigí.
—Espera..., estás enrollada también —Naty se echó a reír y continuó—: ¡Lo
sabía! Le dije a Matt que tú no lo sabías pero no me creyó. Jareb, le debe una gran pasta a Charlie y pese a que tiene dinero el patán no quiere pagarle —Levanté la mirada y  observé a un Jared pálido.
—Bien, es suficiente. Annie vamos a casa —dijo Rose tirando de mi mano a la salida pero no la dejé.
¿Qué ocultaban? Ni Jareb ni Rose querían que me enterara de la verdad. ¿La princesa que le asignaron para proteger? ¡Qué diablos!
Jareb parecía un fantasma. Era como si hubiese muerto en segundos. A mí la cabeza me daba vueltas y estaba echa un caos. Miré a Matt, a Charlie y a Fede, que no le quitaban los ojos de encima a Jareb.
—¿En qué me metieron?—hablé con  la voz temblorosa.
Jareb me cogió del brazo e intentó tirar de mí, pero me solté y coloque frente a Naty.
—No te hagas la tonta. Tú debes saber toda la verdad. ¿Es que crees que lo de tu padres fue un accidente? —preguntó y prosiguió segundos después—. ¿De verdad creíste que Jareb sentía algo por ti? —rio y sacó de un bolso su teléfono con un video en pantalla. No necesitaba verlo para saber de qué se trataba.
Jareb me cogió de la mano. Los dedos los tenía helado como si no  les estuviera circulando sangre.
—Annie...
Aparté la mano y lo miré amenazadoramente.
—¿Qué coños es eso?—dije señalando el video— ¡Explícate!
Las lágrimas amenazaban con desbordarse por mis mejillas mientras intentaba mantener el control de todas mis emociones. Jareb me dejó atónita cuando intento hablar y de su boca no salió ni una palabra.
—¡Joder! —Se burló Naty—. ¿De verdad que no sabes nada? Esto es increíble.
¡Vamos a cobrar entrada! Hay cine gratis.
—Cállate, Naty—vociferó Rose.
¿Ella también sabía todo? ¡Mierda! he estado rodeada de personas falsas todo este tiempo.
—¿Seguro que quieres que te cuente todo, verdad dulce? —prosiguió ella con una sonrisa triunfante.
Oí los latidos de mi propio corazón y por un instante me pregunté si los demás también sentían que me iba a desmayar en cualquier momento.
—Cuéntamelo todo —le pedí.
Naty ladeó la cabeza... e hizo una pausa.
—No, Jared debe hacerlo.
Y empezó a reírse sarcásticamente y apretó sus puños. Era un sonido espantoso, peor que el chillido de un grillo.

Perdona pero me enamoré ©   COMPLETA ✔( EN AMAZON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora