Con los días pasando, Erick ha encontrado una bonita costumbre, en quedarse a dormir con Joel.
Trata de alternarlo para no ser obvio, pero ha convencido a Patricia de que es necesario reforzar a Joel en algunas clases.
Ella le cree.
Abre la puerta con cuidado y sonríe al ver a Joel en la cama, concentrado en la televisión.
—Traje leche y galletas —dice acercándose luego de dejar la bandeja en la mesa.
El rizado le pone pausa a su película para ponerle atención.
—¿Para mí?
—Sí —susurra arrodillándose a su lado, para besar sus labios— ¿Empezaste a ver esto sin mí?
—Un poquito —responde haciendo un puchero.
—Eso está mal, amor.
—Le doy al inicio de nuevo —dice ladeando la cabeza— ¿Está bien?
—Está bien —accede dejando un beso pequeño en sus labios.
El ojiverde coloca las manos a ambos lados de su cuerpo y se frota ligeramente en su entrepierna.
—Erick —suelta removiéndose un poco.
—¿Sí?
—Se me pone duro —le cuenta avergonzado— me incomoda.
—¿Quieres que te haga sentir mejor?
Joel sonríe apenado porque entiende.
—¿Otra vez?
Erick haciendo metiendo una mano debajo de su pijama y agarra su erección, para masturbarlo lentamente.
—¿Te monto, Joey?
—Quiero —responde apoyándose en la cabecera, mordiendo su labio inferior.
Jadea cuando le quita el pantalón y ve como baja el suyo también.
Mete su pene a su boca y chupa, dejando su saliva por todo el largo para que sea sencillo deslizarse.
Eso le provoca cosquillas ricas en la parte baja de su abdomen.
Erick es muy bueno.
Se hunde en él y se mueve, rozando sus labios.
—Ya te necesitaba —susurra el ojiverde mirando sus ojos.
—Yo siempre te necesito, Erick.
Él lo mira, deteniéndose un poco, para disfrutar más de su pene frotando sus paredes.
Otra vez siente esa aceleración en su corazón, que odio disfrutar.
Le gusta que Joel le provoque tanto, pero no debería ser así.
Sin embargo, cree imposible no seguir aferrándose a lo que tienen, y no está dispuesto a tomar una distancia para no confundirse, porque se ha vuelto justamente lo que le ha dicho: una necesidad.
Como puede explicarse que ahora ya no le sirve decir que es una cogida.
Claro que pasan tiempo en la cama, pero ellos están prácticamente conviviendo, y su cabeza intenta decirle que se detenga.
Sus saltitos en el pene del rizado se aceleran y sonríe porque siente las manos de Joel acariciándolo.
Ahora lo ha entendido mejor.
Cada vez nota como se atreve a ir más allá.
—Te amo —susurra contra sus labios al sentir su semen entrando en él.
Eso parece despertarlo del trance.
No quería decirlo, pero las palabras solo han salido.