Las manos del ojiverde se mueven nerviosamente frente a él e intenta respirar, pero no parece poder pensar en algo que ayude.
—Te vi algunas noches entrando a su habitación —dice Patricia detrás del escritorio— p-pensé que quizás Joel te pedía algo antes de dormir... un cuento, algo de comer, cualquier cosa responsable de un adulto.
—Eso sucedió.
—¿Y qué más?
—Patricia...
—Quería llevarle un postre hoy —agrega con las manos presionando el lapicero que mueve entre sus dedos con rabia— y te escuché.
Erick entreabre los labios, pero sus palabras simplemente no salen.
—Te confié lo más importante de mi vida, Erick, y tú —suelta en un balbuceo negando con la cabeza— tú mejor que nadie entiendes lo grave que es lo que pasa.
—Lo sé —responde mirándola a la cara— pero no sucede lo que imagina.
—Estás abusando de mi hijo, no tengo nada que imaginar —afirma golpeando el vidrio.
—N-Nunca lo obligaría a hacer algo que no quiere.
—Joel no entiende lo que quiere, me lo explicaste tú, ¿acaso no lo recuerdas? —pregunta levantándose— intento mantenerme serena, por él, porque le tengo consideración y comprendo que no debo ocasionarle emociones negativas.
—No tiene que cuidarlo de esa manera, sigue siendo una persona, y él también tiene necesidades.
La mano de Patricia golpeando su rostro es un indicador de que fue un error intentar justificarse, y lo sabía.
Pero no puede mantener la boca cerrada.
—Quiero que te largues de mi casa y no vuelvas más.
—Patricia...
—No voy a denunciarte, pero necesito que lo hables con él.
—¿Qué?
—Lo he visto —susurra alejándose— él sufre mucho cuando no estás y será muy duro superarlo, pero confío en que con el tiempo, olvidará lo que ocurrió.
—Me olvidará a mí.
—Eres solo su profesor, no debe afectarte, ¿verdad?
—Está intentando...
—Nunca saldrás de prisión si digo lo que hiciste —dice interrumpiéndolo— este es un favor y quiero a cambio el amor de mi hijo intacto para mí.
—¿Qué debo hacer? —pregunta desviando la mirada.
—Dile que debes irte, no quiero que piense que es por mi culpa.
—Él me ama.
—¡Él no puede amarte! —grita ella alejándose— ¡Tú me lo dijiste!
—Me gusta pensar que sí —responde con un nudo en la garganta— yo jamás le haría daño y olvidé muchas veces lo que sucede, porque Joel me hace sentir... mucho.
—¿Mucho?
—Tal vez me enamoré, tal vez no soy capaz de mantenerme profesional si se trata de él, y lo intenté, pero no tiene idea de lo que siento por su hijo, yo mismo quiero creer que no hay sentimientos, pero es mentira porque existe más de lo que haya escuchado.
—Eres repugnante.
—T-Tiene razón —susurra bajando la cabeza— pero eso no cambia lo que nos pasó, a los dos.
Patricia regresa a su silla y lo ignora, agarrando unos papeles.
—Haré tu carta de renuncia, avísale que no volverás a verlo.
—Señora...
—Nunca, Erick, porque es mi niño y no entiende lo terrible que es todo lo que le hiciste.