ENCUENTRO

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Había sido el encuentro tan fortuito y lejos de cualquier imaginación llena de drama, fantasía y algo de romance ficticio. Mei ese día, cuando salió de su casa corriendo para alcanzar a su padre que partía de nuevo a una de esas aventuras que encontró tras dejarla con su abuelo. Por increíble que pareciera, el valor de hablar con él fue al conversar con ese chico extraño de la facultad de arquitectura.

Estaba sentada en las escaleras pensando cómo lidiar con el regreso de su padre y ese odio que le tenía por dejarla sola, cuando pensaba en mandarlo todo al carajo se dio cuenta que a su lado estaba sentado ese chico apuesto de ojos verdes mirándola con curiosidad.

-Yo que tú arreglaría las cosas con tu padre. –le dijo serio y se froto el mentón en gesto propio inconsciente. –Si te ama y quiere arreglar las cosas deberías darle una segunda oportunidad. Se nota que lo amas, no dudes en ser feliz y perdonar.

Mei habría querido decirle que no se metiera en sus asuntos pero esa mirada y voz la convencieron de pensarlo en vez de reclamarle su intromisión. Se levantó para irse y dejarle pensar, solo fueron cinco minutos en los cuales Mei se dio cuenta de que tenía razón ese chico. Corrió a la entrada del instituto sabiendo que no alcanzaría aquel tren bala para decirle a su padre que lo amaba y perdonaba. Quería tenerlo en su vida de nuevo, aceptarlo como era y sanar esas heridas del pasado.

Apenas salió a las escaleras de la salida principal cuando el chico estaba en una bicicleta de montaña negra mirando su teléfono. Al sentir su mirada alzo la cara y le sonrió.

-Tardo un poco, señorita. –con su pulgar le señalo la parte trasera de la bicicleta. -¡Suba!

En otras circunstancias se habría negado pero no en ese día. Bajo los escalones de tres en tres y se subió a la canastilla trasera, el rodeo las caderas con fuerza tímida y el chico comenzó a pedalear.

El camino estaba libre, como si todo se uniera para que Mei llegara a decirle a Sho Aihara que lo perdonaba. Incluso los semáforos pasaban del color rojo al verde apenas se acercaban. La gran cuesta no fue problema para el chico, solo que se levantó para darle potencia. Sin poder evitar la curiosidad lo miro; rubio pero teñido, ojos verdes animados y llenos de asombro por el mundo tan monótono que detestaba Mei, torso fuerte y marcado por esos músculos que se ejercitaban a diario por dos horas seguidas, piernas en forma por la bicicleta que usaba a diario desde que tenía ocho años. Aun cuando sus pintas eran totalmente negras se veía amistoso y sociable.

Dieron la vuelta llegando a la estación, Mei aflojo su agarre del chico para bajar de la bicicleta cuando él brinco con agilidad; tenía la cadena del transporte en las manos y la encadeno rápidamente al tiempo que Mei bajaba.

-Vamos, preciosa. –le tomo de la mano y corrió dentro de la estación.

Mei asintió y corrieron a la par por el lugar repleto de gente. El destino era Nagasaki así que estaría en la parte noreste, así que fue para allá sin soltarlo. Como si fuera una ayuda del destino Sho esperaba del otro lado de los torniquetes por si su hija llegaba a decirle adiós, y así fue.

Mei fue detenida por los policías que pedían el boleto y ella comenzó a forcejear hasta que Yuzu empujo al oficial y este se centró en él regalándole la oportunidad de correr a despedirse bien. Mei llego hasta Sho y lo abrazo como lo hizo cuando tuvo cinco años.

-Padre... -gimió con la garganta cerrada. –Padre...

-Gracias por venir, Mei-chan. –dijo conmovido y también lloro.

-Vuelve pronto. –le dijo Mei cuando sintió como tiraban de ellos otros oficiales. –Por favor,

-Por ti vendré cuando me lo pidas. –dijo soltándola de mala gana. –Nos vemos pronto y despídeme de tu novio.

SOME (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora