MADRE

369 59 3
                                    

-A estas alturas debes entender que no es cuestión de tiempo para que tu abuelo te deje a cargo de todo, Yuzuko. –le dijo Ume una vez ambas se sentaron en la mesita donde comía Yuzu de vez en cuando. –Puede ser ahora, dentro de una hora, mañana... debes entender que conducirte como lo has estado haciendo ya no será posible.

Yuzu mantuvo la mirada blanca en su madre y por unos segundos Ume tuvo la sensación que su hija estaba teniendo un trance. Ambas se miraron unos momentos más.

-Ahora también la haces de su recadera, ¿verdad? –le cuestiono amablemente Yuzu. –Seguro Matsuri fue a decirle el chisme. Y él, como todo abuelo preocupado por su querida y única heredera decidió mandarte a ti; mi madre tan leal y protectora a instarme a volver a clases para no seguir perjudicando el apellido Kitajima... aunque por estos momentos siga siendo yo una Okogi.

Ume torció la boca ante las palabras de su hija y contuvo las ganas de sisearle silencio y que dejase de decir estupideces. Muchas veces sentía que Yuzu no era más que un hijo adjudicado que le daba lata. La verdad se asomaba un tanto con la afirmación ya que nunca fungió el papel de una buena madre, no desde que Yuzu tuvo ocho años y menos desde que Luka muriese en el accidente de automóvil.

-La próxima semana firmaremos el divorcio tu padre y yo. –le comunico más por fuerza familiar que de gusto. –Así que es tu decisión si decides irte con él o quedarte aquí.

-Ya me ha dejado en claro que no quiere tenerme cerca. –gruño indiferente. –Me culpa de la muerte de Luka.

-Bueno, tampoco es como si quisieras que fuera de otra forma, ¿no?

La réplica automática de Ume dio un certero y mortal gancho en Yuzu. Sí, era cierto que Ume le culpaba un tanto por ciento y había aprendido a entender que la culpa no fue de nadie, Luka hizo lo que todo hermano amoroso hace y es proteger del peligro. Ume lo entendía al igual que Issei, solo que la única persona que no lo hacía era la propia Yuzu que insistía de alguna forma que era su culpa y se le debía de repudiar como si fuera leproso, aunque se encontró Ume pensando en que ellos tarde que temprano la desarrollarían. No porque fuera correspondiente la culpa sino por la analogía de la lepra, ya que esta se contagia por cuatro años de contacto con el enfermo.

-Tampoco es como si ustedes no lo creyeran. –se defendió farfullando con dientes apretados.

No eran una familia en el estricto sentido de la subjetiva imagen de personas amándose sin límites. Ellos siempre fueron diferentes al resto por decisión propia y por consejo de los líderes de los Okogi y Kitajima.

-Es mejor que te centres en tu futuro en vez de pensar cosas innecesarias, Yuzu. –le dijo Ume cortando el tema anterior. –Serás el líder de la familia y no puedes permitirte ser una maldita cría sentimental.

-No, claro que no. Solo debo ser un maldito ser que gusta de matar personas y de lavar dinero ilegal por saber qué cosas, ¿no? Pasarme la vida temiendo ser descubierta por la policía y siempre rezando por no ser asesinada mientras duermo, como, me baño o cuando este follando. –replico con aires sarcásticos y ásperos. –Espera, también debo sobornar cuanta persona para seguir anónima aunque eso no funciona mucho cuando la otra facción de la familia quiere la cabeza del próximo jefe en una bandeja de plata.

-Es tu destino.

-No, es lo que ustedes han decidido por mí. –corrigió con sorna. -¿mi destino? Jamás he podido elegir nada para mí-

-Estas estudiando esa maldita carrera porque se te permitió, Yuzuko. –le interrumpió Ume con molestia.

-Oh, creí que era porque de esta forma podría seguir ayudando al abuelo en sus negocios como lo has hecho tú y mi padre. –se rio un poco. –Ya sabes, lavando el dinero, en los camiones de "materiales" trasportar cosas...

SOME (CITRUS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora