SOME (CITRUS)

UNA NACIENTE PREOCUPACIÓN

Miraba el techo con expresión ausente. No podía sacar de su cabeza lo sucedido en aquel cementerio y su mente le pedía que hablara más con Yuzu. No entendía bien como era que estaba preocupándose por alguien que recién conocía y ahí estaba tanteando con su mano la cama para buscar su móvil.

-Qué idiota soy. –dijo arrojando el celular a otro lado.

No tenía su número. No pudo siquiera pensar en eso.

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Cuando Mei salió del cementerio encontró a Yuzu sentada en el suelo mientras abrazaba sus piernas con expresión ausente por el dolor, su pecho se había contraído por eso y actuando como cualquier persona que ve el dolor ajeno, se acercó a Yuzu y la abrazo con cariño. Ella sabía que era perder a un familiar, su madre había partido mientras hablaba con ella sobre el futuro, luego de eso su padre pasó a beber y trabajar sin poder mirarla.

Mei había heredado todo de su madre con excepción de los ojos y la testarudez. Esa expresión fenotípica hacia doloroso para todos el sobrellevar el duelo, incluso recordaba como sus gustos, gestos y palabras eran como los de su difunta madre, por eso que cambio todo de ella para ayudarlos y también para ayudarse a ella misma a seguir adelante. Akemi Ogasawara fue la mejor esposa, madre, hija, amiga y entre más. Todos la recordaban por sonreír mucho y ser una poderosa influencia positiva en las vidas que tocaba. Aun Mei podía recordar la voz de su madre tan dulce como un beso consolador luego de llorar de dolor por un golpe.

Su padre la amaba mucho y parecía estar tan ligado a su madre que constantemente peleaba con Mei por la atención de Akemi. Eran días felices en familia que Mei atesoraba en su memoria, negándose a dejarlo ir, a que el tiempo borrara siquiera un segundo; renunciaría a cualquier habilidad por conservarlo. En su buro descansaba una foto de sus padres, abuelos y ella en el centro sonriendo tan alegre y dichosa que solo verlo la hacía llorar en silencio.

Si, Mei había noches en las que se culpaba un poco por la repentina muerte de su madre, tal vez hizo algo mal en su otra vida o en un futuro y lo estaba pagando. Aun cuando la culpa no era de nadie ella se la echaba para poder justificar la conducta de Sho al dejarla para irse fueras y luchar con su dolor a solas sin ver al fruto de su amor con Akemi recordándole a su difunto amor cada día. Mei quiso que se quedara y renuncio a lo que era para darle a su padre una versión distinta de Akemi, cosa que pareció empeorarlo todo pues al parecer Sho la veía como un doloroso y dulce recuerdo enternecedor.

Si ella que se culpaba por nada real sufría, ¿Cómo estaría yéndole a Yuzu? No comprendía que sucedió en aquel accidente o como era que Yuzu pensaba que fue su culpa. No, no tenía la culpa de nada, seguramente era esa forma de castigarse por lo ocurrido.

-No... nadie dice eso con ese dolor. –susurro recordando ese rostro tan amable destrozado y caótico.

Recordó todas esas películas que vio con su madre sobre dramas; cuando el protagonista ve muerto a la persona que amaba y llora por no haber podido protegerla. Era ese dolor... incluso cuando en la trama se revela que asesinaron a alguien sin querer o por un bien mayor y la culpa los come. Un pecado perforando el alma cada día a cada segundo que te deja atormentado pensando si siquiera despertar lo mereces.

Yuzu debía pensar eso, que no merecía vivir, comer, respirar, hablar, conocer, entablar amistades...amar incluso. Eestaría en ese momento en su habitación oscura llorando de nuevo sintiéndose sola por no tener a quien compartirle ese dolor, sin poder hablar... en silencio. Mei se encontró llorando de nuevo, era extraño pero sentía un poco ese dolor de Yuzu aun en ella desde que la abrazo.

Se sentía frágil y pequeña. Como abrazar a un niño desconsolado que llora sin parar preguntándose porque tiene que vivir tanto. Nadie merece vivir así. No podía hacer nada, aun cuando quisiera, era una extraña para Yuzu y entrometerse en ese asunto sería probablemente doloroso para la chica.