24. Vitamin C

49 3 0
                                    

Cuando miré al cielo pude ver la nieve cayendo suavemente sobre el suelo. La boveda celeste había adoptado el color de las nubes y se llenaba de la misma con gracia y magnificencia.

Levanté el torso, observándo el lugar de lado a lado, encontrando las cuatro paredes con distintos pasadizos entre ellas. Podrían ser caminos que llevaban al mismo lugar como podrían llevar al otro extremo del mundo en tan solo unos pasos.

Miré otra vez al cielo, preguntándome si era real o era alguna especie de magia creada por el hombre. La nieve se sentía real, llena de vida en su fría estructura. Al poner mi mano derecha en ella sentía como intentaba meterse entre la cicatriz, como si la estuviera tratando de curar.

Al lado mío la nieve comenzó a temblar, y entre ella se abrió un espacio más grande que hubiera sido fácil que dos hombres adultos cupiesen en él. De este salió una figura magna, tomando asiento tal cual como lo había hecho.

El humo salía de su nariz de toro y de sus cuernos bajaban pequeñas gotas copos derretidos. Posó sus grandes manos para levantarse y con sus pezuñas por pies se erigió como hombre, mientras admiraba la belleza de su boveda.

—¿No te molesta? —Pregunté.

—¿Qué puede molestarme? —Respondió la bestia en mi misma lengua.

—Ver todo y a la vez ver nada.

El hibrído se volteó hacia mí, mirandome con sus negruzcos ojos de toro, como si estuviera buscando su respuesta. La supervivencia de su mente y cuerpo se me hacía agradable, me hacía ver que todos no se perdieron aquel día.

—El decorado es fascinante —respondió Asterión —. A veces, cuando encuentro una canaleta que ya estaba me asombro porque sigue ahí.

—Admiras un cautiverio.

—Mi casa, es la casa más sorprendente que puede haber —el Minotauro se puso la mano en el pecho —. ¿Jaula? Más bien lo contrario, una área libre en la que juego y en la que vivo. ¿No piensas lo mismo del laberinto tuyo, Hombre?

—Mi laberinto me hace sentir desgraciado.

Asterión bajó su cuerpo para poder agarrar una gigantezca bola de nieve.

—Los laberintos recorren todo el mundo —dijo con la bola de nieve en su mano —, llenan el mismo de una energía cálida y confusa. Nos hacen saber del final, tanto como del principio. En mi casa ningúna sala en la misma y desde ellas empiezo, tal cual como en ellas acabo.

—¿Necesitamos aceptar nuestros laberintos?

—Para cuando sea la llegada de nuestro liberador, es necesario hacerlo —al decir esto Asterión soltó la bola de nieve.

El cielo se derrumbó, posiblemente era la llegada del salvador de Asterión. Entonces todo se volvió negro.

***

Desperté observando un orificio que daba al cielo. La luz del sol penetraba por este apuntando hacia el lugar donde habíamos caído. Unos pequeños copos de nieve caían desde este, pero se derretían al instante de entrar en contacto con m piel y el suelo.

Miré hacia la derecha, encontrandome con barriles y sacos de cemento en este lado. Luego giré la vista hacia la izquierda, donde se encontraba Maho todavía perdida en su sueño debido a la caída de la noche anterior.

No sentía el olor a hierro en el ambiente, lo cual me daba buena espina. Mi mochila se había desprendido de mí y había caido justo al lado de mis pies. Maho reposaba con su rostro pegado a la nieve con su mochila sobre ella.

Serie Fanfic Girls Und Panzer #2: Los Dos SablesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora