𝗽𝗿𝗼𝗹𝗼𝗴𝘂𝗲

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La senadora Amidala seguía viva, lo cual significaba que Riane había hecho bien su trabajo.

Su primera misión como guardaespaldas de la senadora había consistido en hacerse pasar como una sirvienta mientras Padmé investigaba a uno de los peces gordos de la Federación de Comercio en una sede del Borde Exterior. Riane no había tardado en darse cuenta de que la senadora era partidaria de poner su vida en peligro siempre que fuera posible, así que no se había aburrido. Ahora las dos estaban en su nave, que viajaba por el hiperespacio de vuelta a Coruscant.

Padmé se estiró en su asiento mientras C-3PO se paseaba por la nave, murmurando algo sobre senadores y droides. Riane se había cambiado sus ropas de sirvienta, pero se había dejado la melena castaña de tono oscuro recogida en un perfecto moño. Ahora llevaba puesto su uniforme de las Fuerzas de Seguridad Reales de Naboo; un jubón naranja y unos pantalones de cuero marrón. Llevaba sus queridas pistolas adheridas a las perneras, lista para la lucha.

Siempre debe de estar uno preparado, le decía constantemente a la senadora. Después de todo, ella se había criado entre armamento, casi con una pistola bajo la almohada.

Padmé le dio una dulce sonrisa, animada por haber conseguido la información que necesitaba para el Senado.

—Riane —le dijo con voz amable—. ¿Cuánto tiempo duró tu entrenamiento?

La chica le devolvió la sonrisa, los ojos oscuros empequeñeciéndose con el gesto. Había parecido una persona fría al principio, pero no tardaba en abrirse a los desconocidos. Además, sus palabras solían reflejar su actitud sarcástica y bromista, algo que entretenía a Amidala durante sus encuentros.

—Entré a la Academia de Naboo como cadete cuando tenía ocho años.

Amidala observó los rasgos dulces de la chica, que no podía tener más de veintidós o veintitrés años, e hizo cuentas en su cabeza.

—Entonces, luchaste en la Crisis de Naboo —adivinó.

La joven asintió, complacida por la perspicacia de la senadora.

—Así es, mi señora —respondió educadamente—. Tenía doce años y fue mi primer combate de verdad. Esa invasión fue lo que me hizo centrarme en mi entrenamiento para ser miembro de los Cuerpos Especiales.

Durante la misión, Padmé se había dado cuenta de lo habilidosa que era Riane con las armas de fuego. Las pistolas sólo habían hecho falta una vez, cuando unos droides las habían pillado en una zona restringida, pero los resultados de la destreza de Riane habían sido impresionantes. Padmé podía protegerse sola, pero tener a alguien a su lado para hacerlo siempre le hacía sentirse mejor, sobre todo porque solía meterse en muchos líos.

Cuando el Jefe de Seguridad de la senadora, Gregar Thypo, había solicitado los servicios de Riane, una joven preparada para la acción militar en caso de una nueva invasión Separatista, Padmé había creído que aquello era una exageración. Sin embargo, estaba segura que Anakin Skywalker, su marido en secreto, hubiera aprobado la templanza y los métodos de la joven si la hubiera visto en acción.

—¿Y por qué aceptaste ser mi guardaespaldas? —le preguntó—. Quiero decir, una mujer como tú, preparada para la guerra...

Riane ladeó la cabeza, como si de verdad tuviera que pensarlo, pero respondió de inmediato.

—Nuestro hogar está conformado por gentes pacíficas, senadora —le dijo—. Aunque algunos de los miembros de las Fuerzas estamos entrenados para liderar a oficiales en caso de ataque militar, espero que esa situación nunca llegue a darse. Siempre he querido servir a mi pueblo. —Amidala iba a decir algo más, pero Riane se giró hacia los controles de la nave con cara seria antes de acabar—. Es mi deber proteger a los míos: por eso, si llega el momento, daré mi vida por protegerla a usted. —Asintió con decisión—. Y le aseguro que moriré con honor.

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora