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Las semanas y los meses pasaron sin descanso para Riane. Las batallas se sucedían una tras otra, y esperaba encontrar descanso pronto. Era cierto que sus chicos resistían bien a los tiros de los droides, que la unidad que había en el Pelotón Rayo hacía que la compenetración fuera óptima, pero, aun así, era imposible detener las bajas. Estaban en guerra, aquello estaba claro.

Por eso, se intentaba mantener ocupada incluso cuando no estaba en el frente. Ya fuera diseñando estrategias con Cincos, o jugando al sabacc con Jesse y Kix. Toda distracción era poca, cuando se vivía batalla a batalla.

—¡Ri!

Un grito cariñoso a sus espaldas la sorprendió. Ni siquiera había oído la puerta de la sala de guerra abrirse, pero la pequeña Ahsoka estaba al otro lado, sonriente. Riane le devolvió el gesto, invitándola a pasar con un gesto de la mano. La niña se aproximó a la mesa, mirando los planos desplegados en el holograma con curiosidad.

Ahsoka había crecido mucho en... todos esos meses.

Sí, Ahsoka había crecido mucho en ese tiempo. No sólo físicamente: también había madurado mucho, probablemente por la guerra en la que todos se encontraban. Incluso Riane se había vuelto más seria, por lo menos cuando la situación lo requería. Aun así, siempre vería a la togruta como la pequeña Jedi que había conocido en Naboo.

—¿Qué te trae por aquí, comandante? —le preguntó.

Ahsoka levantó la cabeza del holograma, poniendo los ojos en blanco ante el uso del rango militar.

—Rex me dijo que podría encontrarte aquí.

Riane se cruzó de brazos, una sonrisa más amplia en los labios. Asintió, volviendo a hablar con tinte más cómico.

—¿Dónde iba a estar después de una batalla? —le dijo a la niña, señalando la habitación y a los planos abiertos en la mesa con la cabeza.

Ahsoka le devolvió la mueca de socarronería.

—Pues quizás en el comedor, o en las duchas, o en el cuartel; como los demás —le dijo con tono de obviedad—. Acabamos de volver de un asalto y ya estás pensando en el siguiente, Ri.

—No es para tanto, pequeña —le dijo con sinceridad a su amiga.

La togruta se cruzó de brazos, ladeando la cabeza como si estuviera dudando en decir algo. Riane levantó la ceja izquierda, haciendo que suspirara antes de confesar algo.

—En realidad es Rex quien me manda —le dijo—: está preocupado por ti.

Riane apartó la mirada, frunciendo el ceño. Sintió que se sonrojaba, que el calor le trepaba por el cuerpo para hacerse con su cara, pero no cambió de expresión. ¿Rex? ¿Preocupado? ¿Y por qué no había venido él a decirle algo? ¿Por qué tenía que mandar a la comandante...?

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora