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De vuelta en Coruscant, Riane Unmel había sido absorbida completamente por sus obligaciones como teniente.

El viaje de vuelta en el N-2 había sido el más incómodo de su vida. Por lo menos agradecía que Rex estuviera en la cabina de detrás: así no había podido ver las lágrimas rebeldes de que le habían escurrido por las mejillas hasta el cuello. Ella y Rex no habían vuelto a hablar, y ella había decidido no perseguirle.

Su reacción le había hecho daño, pero en realidad la entendía.

Conocía a Rex. Conocía su sentido del honor, del deber. Habían roto el código, el Reglamento: quizás él tenía razón y era mejor olvidarlo todo. Eso es lo que le decía su cabeza.

Pero su corazón se aceleraba al recordar sus labios, torpes e inexpertos sobre los suyos, sus manos hambrientas sobre su cuerpo.

Suspiró, frotándose los ojos y abriendo el siguiente holograma en su datapad. Informes, informes...

Alguien llamó a la puerta.

—Adelante —suspiró ella desde la silla de su pequeño despacho.

La puerta se deslizó para dejar ver a Malk, uno de los nuevos del Pelotón, al otro lado. Riane le dio una pequeña sonrisa, pero el brillitos tenía puesto el casco.

—La comandante Tano me ha pedido que le diga que la espera en la sala de guerra siete, señora.

Riane se levantó con torpeza, recogiendo su casco del otro lado de la mesa y cerrando los archivos: se había olvidado completamente de su cita con Ahsoka.

—Ah, sí —consiguió mascullar mientras se ponía el casco—. Gracias, Malk.

El chico le dio un saludo militar y se fue. Riane atravesó los pasillos del Cuartel tan rápido como pudo sin llamar demasiado la atención. Miró entre los clones que caminaban por ahí, en busca de Cincos: se suponía que volvería pronto al planeta tras una misión en el Borde Medio, pero no había recibido noticias suyas aún, así que supuso que seguía en el frente.

También debería de hablar con Padmé, pero no quería sacar el tema de Rex y decirle lo que había pasado...

Sacudió la cabeza, entrando en la sala de guerra sin llamar. Ahsoka estaba sentada en el banco, meditando. Tenía las piernas dobladas y los ojos cerrados. Riane se quitó el casco mientras la puerta se cerraba tras ella, dejándolo encima de la mesa de transmisiones que había en el centro.

—Siento llegar tarde...

Ahsoka tenía los ojos cerrados, pero la interrumpió.

—Siento tu preocupación, Riane.

Ella apretó los dientes. Malditos Jedi y sus trucos...

—Sólo es estrés, 'Soka —le aseguró—. Por eso llego tarde: me lié preparado archivos para la nueva misión del Pelotón.

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora