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Si había algo que Rex odiaba, eran las misiones como aquella, sobre todo en la Región de Expansión. Habían llegado a Umbara hacía horas, y aún no se acostumbraba al oscuro panorama, a su vegetación salvaje, y a su atmósfera mortífera. Aun así, seguían adelante. Mientras el general Krell y el general Tiin se ocupaban del sur con Obi-Wan Kenobi y el 212 Batallón de Ataque, Anakin Skywalker lideraba a la 501 en el norte, con el objetivo de destruir los refuerzos enemigos. El objetivo de la campaña era hacerse con la capital, y conservarla.

Sin embargo, los umbaranos se habían aliado con los Separatistas, y como Rex había podido comprobar, sabían luchar, siempre ayudados por sus avanzadas tecnologías que volaban a sus hombres por los aires.

Acababan de salir de una emboscada gracias a la ayuda de unos bombarderos, pero ahora algo diferente requería la atención de Skywalker.

—Rex, Riane —llamó el general hacia los dos amigos—. Venid conmigo.

Los tres avanzaron por el terreno que habían capturado hacia una cañonera republicana que descendía sobre su posición. Riane y Rex intercambiaron una mirada de confusión al ver a un Jedi bajarse del transporte. Era el general Krell, un besalisko con muy mala cara. Se aproximó hacia Skywalker con dos de sus cuatro brazos cruzados, y Riane decidió quedarse detrás de Rex, por si las moscas.

Ambos sujetaron los cascos contra sus caderas izquierdas y escucharon con atención la conversación entre los dos Jedi.

—Maestro Krell —saludó Skywalker—. Agradezco el apoyo aéreo.

El otro general respondió con voz grave.

—Obviamente, general Skywalker. Los nativos tienen más recursos de los que esperábamos.

—Pero ese no es el motivo de su visita —adivinó el otro.

—No. El Consejo ordena que regrese a Coruscant, con efecto inmediato.

Rex pasó saliva, alternando la mirada entre los dos mientras Riane se quedaba atrás. Aquello no pintaba nada bien.

—¿Qué? —dijo Anakin, sorprendido—. ¿Por qué?

Krell no pareció impresionado por la pregunta.

—Me temo que el Canciller Supremo lo solicitó y el Consejo aceptó. No me dijeron nada más.

Skywalker se giró hacia Rex.

—¡Pero no puedo dejar a mis hombres! —dijo con tono ansioso.

—Yo tomaré el mando —declaró el otro Jedi.

Rex inclinó la cabeza hacia delante.

—No se preocupe, señor —dijo con su habitual tono serio—. La ciudad estará en manos de la República cuando vuelva.

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora