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Padmé Amidala recibió a su marido, Anakin Skywalker, en su oficina del edificio del Senado de Coruscant. Ambos se habían recuperado ya del incidente del virus Sombra Azul, y los hombres de Anakin habían recibido unos días de descanso tras la misión. Eso significaba que la pareja podía encontrarse en la gran ciudad para pasar algo de tiempo juntos antes de que Anakin volviera al frente. El enemigo no se tomaba vacaciones y la guerra no se detenía, así que los dos intentaban encontrarse cada vez que sus ocupadas vidas se lo permitían.

La senadora continuaba tecleando en su ordenador, preparando un discurso, mientras el Jedi miraba a través de uno de los grandes ventanales hacia la viva ciudad.

—¿Dónde está tu asistente? —le preguntó él a su mujer después de un rato.

Ella respondió con aire ausente sin despegar la mirada de su pantalla.

—¿Desde cuándo llamas a 3PO "mi asistente"?

Anakin puso los ojos en blanco, sacudiendo la cabeza.

—No, me refiero a esa mujer...

Dejó la frase en el aire. Padmé dejó de teclear para mirarle, y él se giró para hacer lo mismo.

—¿Riane?

—Eso.

Amidala levantó una ceja. Una sonrisa divertida le rozaba los labios, los cuales se había pintado de rosa palo, a juego con el vestido que llevaba puesto.

—Riane no me acompaña en mis labores en el Senado —le explicó con paciencia—: lo hace en mis viajes. Por eso no la habías visto antes. Gregar pensó que si me seguía a todas partes, entonces demasiada gente conocería su cara, y eso podía volar la tapadera en otras misiones más importantes. Suele hacerse pasar por una doncella —añadió.

Anakin se cruzó de brazos con aire chulesco.

—Ah, ¿sí? ¿Esa es la única razón por la que no la he visto antes?

Padmé sonrió.

—Sí, Anakin. Sólo lleva trabajando para mí unos meses, y, además, tú estás siempre en el frente. Cuando coincidimos, lo hacemos aquí, y eso significa que Riane no trabaja. —Se giró hacia la pantalla de nuevo—. Además, si tú estás aquí, ¿para qué necesito un guardaespaldas?

La cara de Anakin se deshizo en una dulce sonrisa.

—Supongo que tienes razón —le dijo.

Padmé puso los ojos en blanco, pero lo hizo con cariño.

—¿Qué dijeron tus hombres de ella?

Skywalker se rascó la cabeza con la mano prostética, pensando. Había estado muy estresado por intentar encontrar una cura, y el viaje y las peripecias que habían llegado con ello eran lo que más sobresalía en su memoria.

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora