026.

1K 142 147
                                    

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

━━━━━━━━━━━ ✦₊˚.

Se despidieron del matrimonio y del bebé y pusieron rumbo a la casa de Riane, al borde del País de los Lagos. Rex había advertido que los speeders eran de última generación y rápidos, así que no tardarían en llegar. Riane iba unos metros delante de él, liderando el camino porque sabía cómo llegar por la ruta más larga.

Rex sentía un gran nudo en el estómago, como si fuera a vomitar. Estaba muy nervioso. No sabía si era por las ropas que llevaba, quizás simplemente se sentía desprotegido sin su armadura. Quizás era por estar con Riane, o por todo el papeleo que iba a tener que hacer cuando llegara a Coruscant por fin.

No lo tenía claro.

Lo que sí se habían puesto eran los cascos, porque les protegían los ojos del viento que les chocaba contra la cara a tal velocidad y la información del cuadro del visor les era útil. Con un pestañeo, Rex comprobó que les quedaban apenas unos clicks para llegar al País de los Lagos.

Las colinas llenas de hierba brillante les rodearon hasta que llegaron a la casa de Riane. No había mucho que ver, en realidad.

La casa estaba sola, con un gran hangar al lado y una especie de granero al otro. Parecía que los padres de Riane, o por lo menos su familia, en algún momento, también se había dedicado a la agricultura. Unas grandes vallas rodeaban la propiedad, pero se notaba que nadie había mantenido los edificios o las parcelas en mucho tiempo.

Aparcaron los speeders justo fuera de la puerta principal de la casa. Rex se quitó el casco y la observó. No podía creérselo, en realidad. Que estuviera en la casa de una compatriota. Supuso que era porque ninguno de sus otros hermanos tenía una casa: todos eran clones, lo más parecido que tenían ellos a un hogar era Kamino.

La casa no era muy grande, hecha de piedra blanca en casi toda su totalidad. Los tejados, angulares y simples, eran de teja enrojecida. Comenzaban a crecer hierbas entre los huecos de la fachada. Aunque se notaba que estaba descuidada, el edificio estaba en buen estado.

—¿Te importa si entramos?

Fue entonces cuando Rex reparó en Riane. Se había bajado del speeder y estaba de pie, con el casco en las manos como si no pudiera creerse dónde estaba. Miraba la puerta de la casa, que estaba cerrada, con los ojos muy abiertos y el rostro pálido.

—Claro —respondió él.

Había usado el plural, así que supuso que no pasaba nada si la acompañaba. Ella dejó el casco en el speeder y él la imitó. Cuando se giró, Riane ya había abierto la puerta con un código y había entrado. Él se fijó en que un pequeño arbusto de esas flores que había mencionado Olher crecía en la puerta. Arrancó una sin pensárselo mucho y se la metió en el bolsillo interior de la chaqueta que llevaba puesta. Entró.

La casa tenía suelos de baldosa marrón y todas las paredes eran blancas. No sabía dónde estaba Riane: el pasillo estrecho estaba vacío. Lo único que había en él era una consola de madera llena de polvo. Se asomó por la primera puerta a la derecha porque estaba abierta. Era el salón: Riane estaba de pie, delante de chimenea negra. Tenía algo entre las manos.

HUNGER ━ Capitán RexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora