Noche 33.

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Hoy te vengo a hablar de alguien que, sin saberlo, me entiende. Y yo lo entendía.

Juro que lo hacía.

Ese chico, porque es chico, era dos o un año mayor que yo. Te estaría mintiendo si te digo que recuerdo su edad, porque sinceramente no lo hago. Y te estaría mintiendo si te digo que era un amigo cercano, porque solo debí haber hablado con él unas dos o tres veces, máximo. Y te seguiría mintiendo si te digo que nos agradábamos, porque él no era sociable, y yo lo era mucho menos. El único contacto que tuve con él, fue su historia. Una historia de tres años, casi como la nuestra.

Él se enamoró de una chica de su prepa, y yo me enamoré de ti.

Sin saberlo, él y yo teníamos una historia que era casi paralela.

Nos enamoramos y perdimos.

Seguro te preguntarás cómo es que sé que así pasó. Pues bien, la joven de la que él se enamoró era la chica que me pedía ayuda. Esa chica es de mis mejores amigas. ¿Su nombre? Su nombre era Breeze. Ella era como una suave brisa de primavera. Recuerdo que me contaba de él. Me decía que era su mejor amigo y que no quería perderlo nunca. Si tan solo le hubiera dicho que al no corresponderle ya lo estaba perdiendo...

El ruloso tenía un primer nombre. Héctor. Era frío y silencioso como una noche de invierno. Y era ese tipo de chico que siempre ve primero por quién ama y luego por si mismo. Me gustaba eso de él. Él era el tipo de chico que yo hubiera querido que amará a Breeze. Y bueno, lo hizo. La amo hasta casi destruirse. Y es que Breeze no era una chica sencilla, ni siquiera ella se entendía. En aquel tiempo ella estaba enamorada, y dime tú, ¿cómo logras enamorar a alguien enamorado? Breeze nunca iba a poder corresponder a este chico. Y yo lo sabía. Y él lo sabía. Y ella lo sabía. Todos lo hacíamos.

Y al chico le dolía, le dolía no poder ser libre y vivir atado en un amor no correspondido.

Y a mí me dolía, me dolía saber que sentíamos lo mismo.

Pero por favor, no pienses mal de Breeze. Ella estaba enamorada. Y aún así amaba a su mejor amigo. Tal vez no como él quería, tal vez no con la intensidad que yo lo deseaba, tal vez no como él se lo merecía. Pero joder, lo amaba.

Lo amaba como tú me amabas a mí.

Lo amaba como solo se aman a ciertas personas.

Y eso él no lo sabía.

Y el dolor lo consumía.

Aunque tampoco lo creas un ángel. Porque tal vez lo era, pero el dolor lo había consumido de tal manera que ya no veía por nadie. Ni por la chica que amaba. El ángel se había convertido en demonio. Y yo rezaba para que dejara de hacerle daño a Breeze. Y a Breeze no le importaba con tal de que él siguiera a su lado. Y él no se daba cuenta que Breeze lloraba. Y el dolor lo consumía. Los celos lo controlaban. La impotencia se apoderaba de su alma. Tal vez, en un momento de claridad se dio cuenta de lo que estaba haciendo. Del daño que se hacía y le hacía a Breeze. Y no pudo con eso.

Y Héctor quiso huir.

Y lo intentó pero simplemente no lo logró. Por un paso lejos de ella, regresaba tres. Y eso la hería. Y eso lo asesinaba. Breeze dejó de ser Breeze en algún momento de esas idas y vueltas. Breeze entendió que no podia dejar que Héctor la destruyera. Breeze se hizo más fuerte. Y sobrevivió. Y todo volvió a la calma.

Breeze amaba a Héctor y no lo alejó. Lo necesitaba. Era su mejor amigo. Pero él no se conformaba. Él luchaba, y joder, yo lo admiraba por eso. Pero nunca logró nada que no fuera dolor.

Y huyó,

Sin dar explicaciones, porque explicaciones ya sobraban.

Y Breeze lo entendió, pero cometió el error de creer que volvería.

Él no volvió.

Y Breeze le lloró.

Le lloró como solo se le lloran a ciertas personas Iván.

Y yo lo creí un monstruo; ¿quién en su sano juicio haría llorar a Breeze? Ella era fresca y libre. Era un viento suave que acariciaba tus mejillas. Breeze era decidida, curiosa, sociable e inteligente. ¿Cómo podía alguien hacer llorar a la brisa más suave?

Hasta ese momento habíamos ido en historias paralelas. Pero yo no intenté dejar de ser tu mejor amiga. Yo conocía mi posición. Y me conformaba con eso.

"No somos los mismos, yo no lo lastimaría." - Eso pensé.

Y tan convencida estaba que no me di cuenta en el momento en que la historia se repitió. Peleábamos. Regresábamos. Peleábamos. Regresábamos. Al igual que Breeze, te acostumbraste. ¿La diferencia? Ella sabía lo que Héctor sentía por ella. Comenzaste a dejar de tomarle importancia a mis fallidos intentos de huída.

"Eres complicada" decías.

Y un día, te lastimé.

Y huí.

Y creíste que volvería.

Y yo nunca volví.

¿Nuestra diferencia? Ninguna.

Al igual que Héctor, yo nunca supe si me lloraste como solo se le lloran a ciertas personas.

Por eso, está carta se la dedico al chico de los aviones del cielo. Al chico que no sabe que hubo una carta dedicada a él.

Así como tú.

A mi mejor amigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora